Calor sofocante, reconexión con la naturaleza y, sobre todo, mucho ahorro: estas son las ventajas y los inconvenientes de vivir en un bungalow de 30 metros cuadrados, según alguien que lo ha experimentado

Casa de Lydia Martos

Lydia Martos

  • La cantante y profesora de yoga Lydia Martos vivió en un bungalow de unos 30 metros cuadrados ubicado en la Sierra Norte de Madrid en lo peor del confinamiento.
  • La experiencia, cuenta a Business Insider España, le permitió reconectar consigo misma, ahorrar una buena cantidad de dinero y aprender a vivir de un modo más sostenible.
  • No todo fueron ventajas: en verano, su pequeña caseta de madera llegó a superar los 45 grados.
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Lydia Martos, cantante de The 8 y medio band, grupo de música itinerante con sede en el pueblo madrileño de La Cabrera, no es de las que se asusta ante la idea de recorrer caminos poco explorados o de llevar a cabo proyectos poco convencionales.

Por eso, cuando llegó a sus oídos la posibilidad de alquilar una pequeña cabaña de apenas unos 30 metros cuadrados en la zona de la Sierra Norte de Madrid, no se lo pensó mucho. 

Tras crecer en Málaga y desarrollar buena parte de su carrera en Madrid, sentía curiosidad por probar cómo era eso de vivir en el campo, apartarse de la gran urbe y vivir rodeada de naturaleza. 

Hoy, a sus 31 años, tras haber dado a su vida laboral un giro forzado por la pandemia y haberse convertido en profesora de yoga, con la perspectiva que da el tiempo, hace balance con Business Insider España de las muchas luces y alguna sombra que, a su juicio, tuvo la experiencia.

"Lo echo mucho de menos. Me gustó tanto que ahora mi próximo objetivo es ahorrar para comprarme una autocaravana. Es el siguiente paso", cuenta. 

Por ahora, se conforma con hacer crecer su hucha desde un hogar algo más convencional en Nueva Andalucía, uno de los distritos que forman parte del municipio de Marbella.

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Su historia de amor con el pequeño bungalow de la Sierra Norte empezó con un flechazo: "Parecía una casa de Hansel y Gretel. Era preciosa. Todos los amigos y la familia que venían a verla se quedaban impresionados".

Los comienzos, sin embargo, no fueron fáciles.

Siendo el espacio el que era, lo primero que tuvo que hacer Martos fue elegir qué llevarse con ella y qué descartar. Para ello, aplicó el método KonMari

Patentado por la autora súperventas japonesa Marie Kondo, que cuenta incluso con su propia serie en Netflix, simplificando mucho, este se basa en hacer un exhaustivo repaso de cada artículo de la casa. 

Para ello, el poseedor debe tocar cada objeto, manipularlo y sopesar durante unos minutos si lo que tiene entre manos le resulta de verdad necesario para su día a día. En caso contrario, debe preguntarse entonces si conservarlo le hace feliz. 

Si la respuesta es que no, Kondo recomienda deshacerse de ello sin miramientos, independientemente del dinero que costase en su día o del significado emocional pudiera llegar a tener el objeto en cuestión.

"Me deshice sobre todo de mucha ropa y de maquillaje. Me di cuenta de que vivimos con un montón de cosas que en realidad no necesitamos. Podemos vivir de un modo mucho más sostenible", explica Martos.

Hecha la criba y acabada la mudanza, llegó para Martos el segundo gran momento: instalarse. 

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Le tocó hacerlo cerca de los meses del verano, cuando las temperaturas de la Sierra Norte de Madrid tienen fama de ser mucho más benévolas que las que registra la capital, donde había vivido Martos los últimos años.

Pronto descubrió que no lo son mucho más.

"Había muchos perros alrededor, y me daba miedo que la gata se escapara y se encontrara alguno, así que teníamos que estar con la puerta cerrada sin ventilador, aire acondicionado ni nada. Algunos días llegamos a tener 48 grados dentro", explica Martos. 

Como consecuencia, no le quedó más remedio que pasarse esas primeras semanas metida bajo el agua de la ducha.

La ducha, otra aventura.

Otro importante esfuerzo adaptativo que tuvo que hacer la nueva inquilina de la casa fue acostumbrarse a las duchas rápidas. De lo contrario, el agua de las botellas la abastecían se agotaba en un pestañeo.

Pasados los peores días del verano, sin embargo, Martos empezó a ser cada vez más consciente de las ventajas que tenía el nuevo modo de vida que había adoptado.

Salir por la noche y contemplar el cielo estrellado que en grandes ciudades como Madrid quedan oculto por la contaminación lumínica, pisar descalza la hierba cada mañana y respirar el aire limpio del campo fueron pequeños gestos que poco a poco le permitieron disfrutar de su situación.

"Curiosamente, más que con el entorno, creo que conecté sobre todo conmigo misma"

Lydia Martos, en su bungalow de la Sierra Norte de Madrid.
Lydia Martos, en su bungalow de la Sierra Norte de Madrid.

Lydia Martos

Por aquel entonces, todavía trabajaba como cantante en The 8 y medio band, con lo que la furgoneta del grupo la traía y la llevaba en giras que normalmente empezaban y acababan en el día y que como mucho se estiraban algo menos de una semana.

Su única dificultad a la hora de moverse era la compra. A pesar de tener el pueblo a unos 10 minutos caminando, al ser vegana, Martos necesitaba comprar ciertos alimentos en la ciudad, lo que le obligaba a trayectos en autobús de algo más de una hora.

Pero en alguno de estos viajes descubrió, por otro lado, la solidaridad vecinal

"Allí todo el mundo era muy amable. Yo hasta entonces había vivido en edificios de vecinos y sí, hay cierta relación, pero no es lo mismo. Allí a lo mejor una persona bajaba a Madrid a lo que fuera y te llevaba, o te compraban algo que sabía que necesitabas y lo dejaban en la entrada del patio. Era otra cosa".

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A todo ello se añade la cuestión económica. Acostumbrada a los alquileres de la capital, los 300 euros al mes que pagaba por su bungalow fueron durante meses un gran motivo para continuar el experimento.

"En Madrid, un piso no muy bonito te sale mínimo por 600 euros. Y la verdad es que, por 600, cuesta muchísimo ya encontrar nada", recuerda. 

Al alquiler se sumaban sus escasos gastos. Dado que el agua estaba incluida en el alquiler, a esto solo tenía que sumar la factura de la luz: por aquel entonces, 30 euros en verano y 80 en invierno

En total, Martos pagaba menos de 400 euros por la estancia, gastos incluidos, una cantidad fuera de mercado en comparación con lo que estaba acostumbrada a ver en grandes ciudades.

"Me siento muy afortunada de haber podido pasar el confinamiento en mi bungalow"

Con el paso del tiempo, Martos se sentía cada vez más cómoda. Pero llegó 2020, y con 2020 llegó la pandemia. 

Durante muchos meses, mientras muchos de sus amigos y su familiares le hablaban de claustrofóbicos confinamientos en mitad de grandes urbes, Martos siguió viendo las estrellas cada noche y sintiendo la hierba fresca bajo la planta de sus pies cada mañana.

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"Me siento muy afortunada de haber podido pasar el confinamiento allí. Hace poco tuve que estar confinada en una casa después de dar positivo, y me acordé mucho de la suerte que tuve durante aquellos meses". 

La pandemia tardó poco en arrasar con la economía, cebándose especialmente con sectores como el arte o los espectáculos, cuya misma razón de ser es la presencialidad. Casi de un día para otro, The 8 y medio band dejó de dar conciertos. 

Aún hoy, la banda no ha conseguido recuperar su actividad de antaño.

Pero Martos no estaba dispuesta a dejar pasar el tiempo sin más. Inspirada por el viaje interior al que le invitaba su bungalow, dio rienda suelta a su vena artística. Pintó, dedicó una buena cantidad de horas a la repostería y hasta se abrió un canal de YouTube para hablar, entre otras cosas, de las ventajas de llevar un estilo de vida como el suyo.

"Sentía que tenía que contar a la gente parte de lo que se estaban perdiendo".

Lo hizo con bastante éxito. Hoy, los vídeos de yoga de su canal de YouTube, Lee Martos, acumulan centenares de visualizaciones. Todos ellos palidecen, sin embargo, ante el extenso tour de casi media hora sobre su pequeña casa que subió en mayo de 2020: tiene más de 50.000 visualizaciones.

Pero lo bueno no dura siempre. Por muy sostenible que fuera su modo de vida y muy barato que fuera su alquiler, al no tener ingresos, el bungalow fue poco a poco comiéndose sus ahorros. 

Finalmente, una llamada de los representantes de su banda explicándole de la imposibilidad de retomar prontamente las actuaciones le convenció de que debía abandonar el proyecto, al menos temporalmente.

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Volvió a Málaga, se instaló en Marbella, se formó como profesora de yoga e imparte sus clases a la espera de volver a retomar el proyecto.

Mientras, Martos extrae del recuerdo de la experiencia algunas enseñanzas: "Estamos muy alejados de lo somos realmente. Vivir así es una manera estupenda de obligarte a comer mejor, a gastar menos agua, a estar en contacto con la naturaleza, a formar parte de una comunidad. Lo recomiendo mucho". 

"¿Un consejo? Si te vas a embarcar en algo así, déjate llevar, vive el momento y deja de lado los prejuicios".

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