Por qué Albert Einstein siempre tenía en su mesilla de noche el Quijote de Cervantes (y qué aprendió del hidalgo de La Mancha)

Pavel Ramírez
Albert Einstein, en 1931
  • Albert Einstein tenía la costumbre de tener un solo libro en su mesilla: el Quijote de Miguel de Cervantes.
  • La admiración del genio de la física por el maestro de la literatura universal es conocida y, de hecho, le citaba a menudo en charlas y conferencias.
  • Einstein confesaba que el Quijote era un modelo ético: esto es lo que aprendió de él.

Podría decirse que Einstein es a la física lo que Cervantes a la literatura universal: la genialidad de ambos condujo a liderar sendos cambios de paradigma en la ciencia y las letras. Pero lo que probablemente pocos saben es la estrecha relación entre el hombre que propuso la teoría de la relatividad y el autor del Quijote.

Al margen de que compartan ciertas fechas clave —en 2015 se conmemoraron los 100 años de la famosa teoría de Einstein y el IV centenario de la segunda parte del hidalgo de La Mancha—, la absoluta admiración del físico por Cervantes le llevó a citarle a menudo en charlas y conferencias. E, incluso, a no separarse de su obra ni un solo día.

Albert Einstein tenía la costumbre de tener solo un libro permanentemente en su mesilla: el Quijote de Cervantes. La razón es que, como le sucedía cuando leía a Johann von Goethe, era una de las pocas cosas que conseguía relajar su inquieta mente.

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Conocido por ser un ávido lector, Einstein profesaba una especial devoción por el Quijote; tanto es así que, según su círculo más íntimo, se veía a sí mismo como un loco caballero que debía enfrentarse a sus particulares molinos: el mundo académico de principios del siglo XX, que en un primer momento despreció la obra del científico.

En 1949, Einstein llegó a comparar su situación con la comunidad científica con la de Galileo y la Iglesia católica. "Me es imposible verme a mí mismo emprendiendo algo semejante para defender la teoría de la relatividad. Lo que se me ocurriría es pensar que la verdad es incomparablemente más fuerte que yo, y me parecería ridículo y quijotesco querer defenderla con espada y Rocinante", escribió.

Esa concepción quijotesca de sí mismo llevó a Einstein a protagonizar no pocos enfrentamientos con las mentes más reconocidas de la comunidad científica: sus debates sobre la realidad con Niels Bohr —premio Nobel de Física en 1922— son especialmente recordados en este sentido.

Y no es lo único que aprendió Einstein del Quijote, tal y como recuerda este artículo de Inc, en el que se exponen las principales enseñanzas que también podrían aplicarse a cualquier emprendedor:

  • Al igual que el Quijote, Einstein estaba convencido de que el mundo necesitaba a un verdadero guardián de la moral y la verdad. No es de extrañar, ya que el físico —nacido en el Imperio Alemán en 1879 y de origen judío— fue testigo de la gran depresión alemana tras la Primera Guerra Mundial y vio desde EEUU el ascenso del nazismo al poder.
  • Don Quijote no solo debía enfrentarse a enemigos —reales o imaginarios—, sino que era plenamente consciente de que para hacerlo también debía doblegar —o no hacer caso— a quienes dudaban de su cordura. En el caso de Einstein, tuvo que enfrentarse a feroces críticas, como la de Arthur Patschke a su teoría de la relatividad.
  • En este sentido, el tercer rasgo que compartían Einstein y el hidalgo de La Mancha era el deseo casi obsesivo de entuertos por desfacer: a pesar del tamaño de los molinos, el Quijote se enfrentaba a ellos sin miedo alguno; de igual modo, Einstein no cejó en su empeño de cambiar la historia de la ciencia, por mucho que le costara. En el caso de la teoría de la relatividad, nada menos que una década.
  • Por último, tanto el Quijote como Einstein supieron rodearse de grandes compañeros de viaje, de los que aprendieron y de quienes aceptaron su ayuda: si Sancho Panza era el más leal servidor del héroe de Cervantes, Michele Angello Besso o Max Born lo fueron del genio de la física.

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