Madagascar: el Octavo Continente es un destino único y espectacular para viajar que también esconde una dura realidad

Baobabs en Madagascar
Baobabs en Madagascar
  • Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo, tiene el tamaño de Francia, y está situada en el Océano Índico frente a la costa de Mozambique
  • Su aislamiento durante 100 millones de años ha provocado que se desarrollen muchas especies endémicas de animales y plantas, como los lemures o algunas especies de baobabs
  • Es un lugar ideal para aquellos viajeros que aún busquen lugares auténticos en los que todavía no hay un turismo masificado
  • También es uno de los países más pobres del mundo, cuyo PIB per Cápita le sitúa en el puesto 189 de 195 países

Cualquiera que haya viajado alguna vez a África admitirá que es difícil resistirse a volver. Y, cada vez que se regresa, crece una sana adicción que empuja a conocer más y más lugares de este apasionante continente. África posee una luz diferente, huele distinto, tiene un sabor único.

Tras haber disfrutado de países tan dispares como Kenia y Sudáfrica (la África más auténtica, en el primer caso, y a la que han metido a Europa con calzador, en el segundo) mis ojos se posaron en la misteriosa isla de Madagascar, la cuarta isla más grande del planeta (tras Groenlandia, Nueva Guinea y Borneo), un lugar único que se separó de los continentes africano y asiático hace 100 millones de años, y en la que el ser humano puso el pie hace apenas 2.000 veranos.

Tan solo estas dos características la sitúan como un rincón especialmente singular, con uno de los mayores índices de biodiversidad de la Tierra, de parajes tan asombrosos como dispares (el parque nacional Tsingy o la Avenida de los Baobabs son dos buenos ejemplos) y con infinidad de especies de animales y plantas –como los lémures o algunas especies de baobabs- que solo se pueden encontrar en ese trozo de tierra del tamaño aproximado de Francia.

Y no, no hay pingüinos, a pesar de que haya mucha gente en Occidente que solo conozca la isla por la popular película de Dreamworks (alguna vez habría que pararse a pensar en la confusión que en tantas ocasiones causa la influyente industria de Hollywood).

Un lemur Indri en el bosque lluvioso de Andasibé
Un lemur Indri en el bosque lluvioso de Andasibé

Un destino auténtico y de una atractiva singularidad

Madagascar también ofrece un enorme atractivo para aquellos viajeros que aún busquen lugares auténticos, en los que el turismo masificado aún no ha hecho estragos.

En esta isla, especialmente si se evitan los meses de julio y agosto, es más fácil toparse con los adorables lémures que con otros turistas

Solo hay que tener en cuenta que, a pesar de su comedida extensión, es muy complicado visitar varias zonas del país en unas vacaciones de dos semanas.

Las precarias infraestructuras provocan que cualquier recorrido por corto que parezca en el mapa pueda llevar varias horas, todo ello sin contar con los habituales imprevistos, como que un tramo de carretera haya desaparecido tras el paso de un ciclón. Pero eso forma parte del encanto de un lugar como este.

En plena era tecnológica resulta excitante descubrir que aún hay rincones en los que sentir que en el placer de viajar aún queda cierto componente aventurero.

Rocas de granito en Tsaranoro
Rocas de granito en Tsaranoro

Por supuesto, si excluimos a los privilegiados que puedan disponer de dos o tres meses para visitar todas la zonas del país, un par de semanas se pueden estirar bastante.

Un recorrido del Este al Oeste de la Isla, comenzando en la capital Antananarivo, y descubriendo los frondosos bosques húmedos de Andasibé o Ranomafama que contrastan con el desértico y majestuoso Parque Nacional de Isalo, para acabar en las magníficas playas de Ifaty o Anakao, es una excelente y variada opción.

Aunque si lo que buscas es solo playa, nada mejor que Isla de Nosy Be, al noroeste, uno de los lugares más visitados del país, donde es posible disfrutar también de otras zonas costeras no menos impresionantes como Anjiabe o Nosy Antanimora.

Playa de Anakao en Madagascar
Playa de Anakao en Madagascar

Y, cómo no, también es altamente recomendable un tour por el Oeste de la isla, para deleitarse con los mencionados Parque Nacional de Tsingy, y sus increíbles formaciones rocosas afiliadas de piedra caliza, o la ciudad de Morondova, a cuya vera está el que probablemente sea el lugar más fotografiado de Madagascar, la Avenida de los Baobabs, con 6 especies de este sorprendente árbol de más de 30 metros de altura que solo pueden encontrarse aquí.

Bosque de piedra en Reserva nacional de Tsingy
Bosque de piedra en Reserva nacional de Tsingy

En cualquiera de estos lugares nos toparemos con alguna de las más de 100 especies de lémures, un primate cuyo origen, por la singular evolución de la isla, sigue siendo un misterio.

Y si se presta aún más atención (y se tiene bastante fortuna) es posible ver a su depredador, la fosa, un felino también endémico del país, así como con una gran variedad de camaleones, tortugas y gekkos únicos en el mundo (lástima que otras asombrosas especies, como el pájaro elefante, estén ya extintas).

Una de las múltiples especies de camaleón que se pueden ver en Andisabé
Una de las múltiples especies de camaleón que se pueden ver en Andisabé

No dejes de leer el brillante y entretenido libro del naturalista inglés Peter Tyson, Madagascar The Eighth Continent, cuya descripción de la particular y única vida natural del país es todo un tratado y una excelente manera de conocer la peculiaridad de Madagascar y sus gentes.

Sobra decir que un lugar como este es ideal para los amantes del ecoturismo: trekkings (de cualquier nivel de dureza), escalada, rutas en bici, buceo, deportes acuáticos, parapente… pueden ser practicados en casi cualquier zona de país.

Dos lemures de cola anillada en Isalo
Dos lemures de cola anillada en Isalo

Uno de los países más pobres del planeta

La otra cara de este deslumbrante Madagascar es que se trata de uno de los países más pobres del mundo. El PIB per cápita le sitúa en el puesto 189 de 195 países, con una cifra de 363€, menos de un euro al día.

Es cierto que las imágenes de extrema necesidad se ven especialmente en la capital, Antananarivo, y en algunas otras ciudades importantes. La población rural, mayoritaria (por encima del 70%), dentro de sus escasísimos recursos vive al día con al menos comida (arroz principalmente, el principal cultivo del país) y techo (casas de arcilla o madera muy rudimentarias).  

Un recorrido por las precarias carreteras –que en realidad se asemeja a un viaje de unos 100 años atrás en el tiempo- nos ofrece una imagen recurrente: la de mujeres y hombres (niños y niñas en bastantes ocasiones) transportando cualquier cosa, los más privilegiados con una bicicleta o una carretilla cargada más allá de lo imposible, y los menos con su propio cuerpo.

Solo una mejora en los recursos para esta tarea, acompañada de una importante inversión en las infraestructuras viarias,  supondría un cambio en la calidad de vida (y un ahorro de tiempo) incalculable. Y después están las tiendas, una foto que se repite una y otra vez en los países menos desarrollados: infinitas tiendas apiladas a ambos lados de la carretera que venden de todo y que siempre parecen estar vacías.

Un niño entre las insalubres condciones de Antananarivo
Un niño entre las insalubres condciones de AntananarivoGetty Images

Todo ello contrasta con el hecho de que Madagascar acapara el 80% de la producción total de vainilla en el mundo y es el mayor productor de canela de África. Además de poseer importantes minas de piedras preciosas. Todo ello se dedica casi en su totalidad a la exportación, en manos de grandes corporaciones, sin que esa generación de riqueza tenga un efecto mínimamente significativo en la población malgache. Si a esto añadimos otros problemas como los desastres naturales o la deforestación, fruto de intereses comerciales o de un instinto de desesperada supervivencia (el carbón es un medio al que recurren los malgaches para conseguir unos pocos ingresos), la ecuación pinta un cuadro poco esperanzador.

Por supuesto, gran parte de la responsabilidad de que Madagascar arrastre una situación socioeconómica tan precaria la tienen los sucesivos gobiernos, cuya corrupción es tan endémica en la isla como los lémures o los baobabs. Bien en gobiernos de militares con puño de hierro, como el de Didier Ratsiraka en las décadas de los 70 y 80, o de empresarios millonarios como Marc Ravalomanana que dirigió el país como si fuera su empresa, la población (unos 25 millones actualmente) siempre ha estado en un lugar muy bajo en la lista de prioridades, comparado con el objetivo del enriquecimiento personal.

Todo ello sin mencionar aún los devastadores efectos de la colonización (como en tantos lugares), francesa en este caso, que aún se perciben en la explotación de los inmensos recursos naturales del país por parte de compañías galas.

La corrupción de los gobiernos llega a tal punto que, en las sucesivas epidemias de peste en algunos lugares del país, los mandatarios exageran las cifras de mortalidad (en 2017 se hablaba de más de 130 muertes) para conseguir importantes ayudas internacionales que al final van en su mayor parte a parar a los bolsillos de los políticos, según aseguran con tanta convicción como resignación los propios malgaches. De ser así, estaríamos ante una lamentable forma de mendicidad organizada al por mayor.

Una población joven y con escasas oportunidades

Los habitantes de Madagascar también muestran unos rasgos imposibles de encontrar en otros lugares del planeta. Su mezcla africana y malaya, con algunas pinceladas occidentales fruto de la colonización, ha dado como resultado una fusión exuberante, en la que los afortunados mujeres y hombres que han recibido lo mejor de la herencia genética exhiben una belleza extraordinaria. Con el mérito que tiene por el hecho de que una buena parte de la población, especialmente los niños, sufren algún tipo de malnutrición.

El 75% de la población (según cifras de UNICEF) no tiene más de 25 años, con apenas un 3% por encima de los 65. Una población muy joven, cuya imagen más icónica es la de una adolescente (en bastantes ocasiones la definición más exacta sería niña) llevando en brazos a bebés, que a menudo no son sus hermanos, sino sus hijos.

Obligadas a casarse y tener hijos desde muy jóvenes, muchas mujeres son marcadas con un destino en el que su voz es irrelevante. El índice de mortalidad de las mujeres en los partos es de 353 por cada 100.000 nacimientos según el Banco Mundial (en España es de 5). Y a veces la supervivencia, en el caso de que haya complicaciones en el parto en chicas muy jóvenes, no es un destino mucho mejor.

La terrible fístula obstétrica, la enfermedad "innombrable", que se provoca por la aparición de una canal entre la vejiga o el recto y la vagina (debido a la estructura aún en formación de los jóvenes cuerpos, aún sin preparar para dar a luz), y la falta de asistencia médica en los partos, afecta a unas 4.000 mujeres en Madagascar cada año según diversas fundaciones (aunque las cifras reales puedes ser aún más altas).

La imposibilidad de retener la orina o las heces y, por supuesto, de volver a tener hijos, unida a la falta de medios en el país para operarlas y solucionar el problema, convierte a estas niñas en parias, abandonadas por sus maridos y familia en muchas ocasiones. Un terrible problema que el médico español Jose Manuel Devesa narró en la maravillosa y emotiva novela Viaje al Dolor de África, un relato imprescindible para entender esta realidad, y diría que en gran medida la realidad de Madagascar.

Una imagen icónica en Madagascar, una niña llevando en brazos a un bebé
Una imagen icónica en Madagascar, una niña llevando en brazos a un bebé

Por suerte, una nueva generación de malgaches tiene en su mano cambiar el errático rumbo del país, algo que llevará décadas. Melody tiene 19 años, estudia Biología y es la mediana de 8 hermanos.

En sus ratos libres se saca unos ariarys (moneda oficial malgache) haciendo de guía en el Lago Tritriva (otro paraje bellísimo). “Hasta que no consiga mi propio salario no pienso casarme. Ningún hombre va a mantenerme”, afirma con una determinación que contrasta con su dulce voz. Quizá su particular forma de decir "Time's up"

Melody posa ante al Lago Tritriva en Antsirabé
Melody posa ante al Lago Tritriva en Antsirabé

Emmanuel, que trabaja como guía en Antsirabe, una de las ciudades más importantes del centro del país, también tiene claro que la formación es clave en el desarrollo del país. “Nuestros 18 dialectos nos sirven de poco, y con el francés no es suficiente".

Tenemos que aprender inglés y español para poder mejorar nuestro conocimiento sobre el mundo y aprovechar las inmensas posibilidades turísticas que ofrece nuestro país”. Emmanuel pudo construir su propia casa, en la que vive con su mujer y su hija, gracias al dinero que ha ido ganando como guía turístico. “Aproveché un tour en el que gané 600.000 ariarys (unos 160 euros, una fortuna en Madagascar) para comprar todo lo que necesitaba y levantar la vivienda. "Así tengo la independencia para poder cuidar de mi familia”, afirma orgulloso.

Emmanuel en su casa con su mujer y su pequeña hija
Emmanuel en su casa con su mujer y su pequeña hija

La educación no ha sido hasta ahora una prioridad en los sucesivos gobiernos. Aunque existe la escuela pública, también requiere una mínima inversión que no muchas familias pueden permitirse, por no mencionar que la imperiosa necesidad de trabajar por parte de todos los miembros de la familia (la tasa de trabajo infantil es del 28%) hace que el absentismo escolar se dispare. La tasa de alfabetización del país es del 65%, y según el Banco Mundial solo un 2,1% del PIB se dedica a la educación, una de las tasas más bajas de África. Sin educación, el progreso se complica exponencialmente.

Para Justin, que vive en la calurosa y más árida zona de Tsaranoro, la colaboración con sus paisanos es otra vía para la evolución del país. Él solo se las arregló para conseguir la financiación de un grupo de franceses con el objetivo de construir un pozo y las rudimentarias tuberías que han servido para llevar agua a la pequeña villa donde vive, y paliar en parte una dura realidad: la mitad de la población no tiene acceso al agua potable.

Mientras, él se gana la vida trabajando por libre, ya que en el hotel (de dueños franceses) en el que le ofrecieron un puesto fijo el sueldo no superaba los 200.000 ariarys al mes (unos 50 euros) y le obligaba a estar unas 14 horas al día 6 días a la semana. "Por el doble de ese salario me lo habría pensado, pero la respuesta fue negativa". Una sola noche en ese hotel puede llegar a costar dos veces ese dinero. Es obvio que para muchos el colonialismo no acabó en 1960…

Justin posando en lo alto del Pico Camaleón, en Tsaranoro
Justin posando en lo alto del Pico Camaleón, en Tsaranoro

De jóvenes como Melody, Emmanuel o Justin, y de los valores que inculquen a sus hijos y a las posteriores generaciones, dependerá que las condiciones socioeconómicas mejoren hasta unos límites razonables, y la embriagadora belleza de ese Octavo Continente encaje por fin con el desarrollo digno de la población.  Según el economista malgache Efe Faly Rabetrano, haría falta un crecimiento el 15% anual durante 30 años para reducir la pobreza.

 

Una de las sorprendentes formaciones rocosas en el Parque Nacional de Isalo
Una de las sorprendentes formaciones rocosas en el Parque Nacional de Isalo

Aviso: En Business Insider trabajamos para ofrecerte recomendaciones que te resulten interesantes y útiles. En ciertos casos, gracias a nuestros acuerdos con distintos socios, percibimos un porcentaje por las compras que realices, sin un coste adicional para ti.

Descubre más sobre , autor/a de este artículo.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.

Etiquetas: