Construcción modular o impresa en 3D: diferencias y similitudes entre las dos formas de levantar edificios del siglo XXI

Alberto Iglesias Fraga
Casa impresa en 3D
  • La construcción tradicional ha demostrado ser demasiado cara, lenta en su ejecución y con demasiados riesgos laborales y costes medioambientales como para ser sostenible en el siglo XXI.
  • El sector busca nuevas formas de levantar viviendas de manera rápida y económica, mediante el uso de tecnología.
  • Entre esas nuevas apuestas en el sector, dos son las grandes estrellas, con la velocidad en la ejecución como principal valor diferencial: la impresión 3D y la construcción modular.
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Desde que el ser humano dejó el nomadismo para establecerse en puntos fijos donde desarrollar la agricultura y la ganadería, la construcción ha formado parte esencial de las vidas de los seres humanos.

La forma de salvaguardarse de las inclemencias meteorológicas, pero también de ir construyendo lo que hoy se llama sociedad por medio de edificios que cumplieran funciones clave dentro de la misma, como templos, iglesias o mausoleos. Y, desde esos orígenes históricos hasta hoy, la misión de la construcción se mantiene inalterable en su espíritu.

Lo que sí ha cambiado notablemente es la forma de dar vida a esos edificios. Si antaño se empleaban métodos y materiales más rudimentarios, en la actualidad existen un sinfín de técnicas y alternativas de construcción que nos permiten abordar diseños más atrevidos o estructuras más resistentes y respetuosas con el medio ambiente. Entre esas nuevas apuestas en el sector, dos son las grandes estrellas, con la velocidad en la ejecución como principal valor diferencial: la impresión 3D y la construcción modular.

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En ambos casos, se trata de propuestas que buscan reducir los largos plazos que conlleva levantar un edificio, pudiendo incluso reducirlo a días u horas. Esto supone un salto cualitativo muy relevante, ya que reduce los costes de forma drástica (eliminando así la barrera de entrada a la vivienda que existe en muchos países, como España) y facilita la construcción urgente de edificios en caso de emergencia o necesidad (como se ha visto con los hospitales levantados por China en tiempo récord para atender a pacientes de la Covid-19).

Pero aunque sean técnicas similares, y muchas veces lleguen a confundirse en el imaginario colectivo, lo cierto es que ambas tecnologías son muy diferentes en su concepción, puesta en marcha y resultados finales. A continuación se trata de arrojar algo de luz sobre estos dos paradigmas, sus beneficios y sus desventajas frente a la construcción tradicional, que también las tienen.

La construcción modular

La más conocida de estas dos alternativas quizás sea la construcción modular. Se trata de viviendas prefabricadas, en las que las distintas partes del edificio son elaboradas de forma previa a su instalación en distintos módulos que luego son ensamblados juntos en el lugar deseado. Y, aunque pueden desarrollarse módulos a medida para ajustarse a los deseos de los compradores, en la mayoría de los casos se juega con piezas producidas en serie, con tamaños y calidades prefijadas, que después son combinadas para hacer diseños personalizados. 

Esta estandarización de los módulos, junto a su producción en serie, permite reducir muchísimo el coste de la vivienda final. Una tarea a la que también contribuye el hecho de que apenas se necesitan días o semanas para levantar un edificio de estas características (ya que el grueso del tiempo de producción ha tenido lugar en la fábrica, oculto a los ojos del cliente final), frente a los meses o años que requiere la construcción al uso.

Esto redunda de nuevo en menores gastos por mano de obra in situ que hacen muy atractiva esta opción. De hecho, según datos ofrecidos por inHAUS, las casas prefabricadas son, de media, entre un 22% y un 34% más baratas que los inmuebles procedentes de obra convencional. De hecho, en internet es muy fácil encontrar ofertas de viviendas de esta tipología con precios que apenas superan los 60.000/100.000 euros, aunque obviamente este varía en función del tamaño, materiales (madera, metal u hormigón) y otros detalles que solicite el comprador.

El hecho de que los módulos se produzcan en fábricas, frente a las paredes de ladrillo levantadas por operarios a mano, también trae otra ventaja no tan evidente: la eficiencia energética. Así pues, mientras que una vivienda tradicional puede presentar fallos en su ejecución, incluyendo porosidades, humedades o filtraciones, en el caso de los módulos prefabricados esta posibilidad es prácticamente remota. Ello implica que son mucho más fiables en cuanto al control de la temperatura interior, reduciendo el consumo por aire acondicionado o calefacción, además de evitar muchos sustos habituales con el paso del tiempo.

Casa prefabricada Modular Cube

Eso sí, no es oro todo lo que reluce. En primer lugar, has de tener en cuenta que estas viviendas tienen limitaciones claras a la hora de crear espacios o habitaciones dentro de la vivienda, ya que todo debe ajustarse a los módulos fabricados previamente si no se quiere que el precio se dispare. Esta falta de flexibilidad es, quizás, el principal factor de diferencia respecto a la impresión 3D que verás a continuación.

Igualmente, existe una amplia variedad de materiales con los que estas viviendas son construidas y no siempre son los mejores. Si bien los módulos prefabricados de hormigón responden de forma similar a una edificación tradicional, las casas de madera (muy habituales como segunda residencia o como ampliación exterior en una finca) presentan unos mayores costes de mantenimiento a largo plazo, así como más posibilidades de que haya problemas que lleven a reparaciones o sustituciones caras.

Además, la construcción con módulos prefabricados presenta unos costes muy bajos, pero en dichos precios siempre se establece que la edificación se hace sobre un terreno ideal. En el caso de que la parcela donde se quiera levantar la vivienda presente desniveles o la tierra no sea todo lo consistente que se necesita, se han de sumar los costes adicionales de cimientos y refuerzos que también implicaría una vivienda al uso.

La impresión 3D

La otra gran alternativa en estos momentos dentro de la construcción es la impresión 3D. El uso de la fabricación aditiva (esto es, la colocación de distintas capas de material en base a un diseño previamente cargado en un equipo informático) para levantar edificios personalizados, con formas arquitectónicas complejas y de forma extraordinariamente rápida (apenas horas o días). 

El ahorro de costes es uno de los grandes atractivos de esta tecnología de cara al futuro. Si bien en estos momentos esta clase de equipos son extraordinariamente caros, una vez que las economías de escala hagan su magia se presupone que será la propuesta más económica de todas las existentes. Hay que tener en cuenta que los costes laborales son incluso más bajos que con las viviendas modulares (no es necesario siquiera el montaje o acople de las piezas ya que toda la construcción es automatizada). Tampoco hay gastos logísticos asociados al traslado de los módulos desde la fábrica hasta el lugar de edificación. 

Eso sí, hay ciertos costes ocultos que hay que tener en cuenta. Por un lado, hay elementos de la vivienda (como puertas, ventanas o la instalación sanitaria) que no pueden ser impresos con 3D, lo que obliga a un montaje posterior de los mismos (algo que ya viene incorporado en los módulos prefabricados). Por otro lado, el consumo energético de una impresora 3D industrial es exagerado en estos momentos, con lo que es inviable para grandes obras o la urbanización de bloques de viviendas a un precio asequible.

Casa impresa en 3D de la ONG New Story.
Casa impresa en 3D de la ONG New Story.

En cualquier caso, su coste es muy variable y depende principalmente de dos factores: el material empleado y la complejidad del diseño. En muchos de los prototipos y pruebas de concepto se han empleado resinas y plásticos PLA y ABS, los elementos más usados en la impresión 3D, pero de cara a la producción real de viviendas con esta tecnología se apuesta por el uso de mortero con fibras de cristal, acero u hormigón.

Para muestra, un botón: cuatro jóvenes de la Universitat Poltécnica de Valencia crearon la startup Be More 3D, responsable de las primeras viviendas unifamiliares impresas en 3D de nuestro país. Su primer diseño, pionero también a escala mundial, consistía en una casa de 24 metros cuadrados, aunque ahora ya son capaces de imprimir viviendas de hasta 70 metros cuadrados en alrededor de 10 horas. ¿Su coste? 55.000 euros.

En cuanto al diseño, hay que tener en cuenta que las actuales impresoras 3D de categoría industrial tienen un alcance limitado, lo que dificulta o encarece mucho el precio si se desean viviendas de más de una altura o de un tamaño grande, ya que habría que desplazar y configurar nuevamente todo el equipamiento. De hecho, la legislación en países como China impiden construir casas en 3D de más de una planta. Además, en la actualidad, prácticamente ningún país occidental contempla la construcción de viviendas en 3D, a las que se les aplicarían los mismos estándares de edificación que a las viviendas tradicionales... que serían casi imposibles de cumplir con la técnica actual de la fabricación aditiva.

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