Así funcionan las redes de subcontratación de programadores entre España y Europa del Este

Alberto Iglesias Fraga
Jóvenes programadores durante un hackaton.
  • La diferencia salarial entre regiones hace que cada vez sea más frecuente la subcontratación de labores digitales, como el desarrollo de apps móviles o el soporte técnico de pymes.
  • Armenia, Rusia, Ucrania, Rumania, Bulgaria, Hungría, Letonia, República Checa y Eslovaquia son solo algunos de los países más habituales en los que subcontratar desarrollos tecnológicos.
  • Su cercanía en gustos con Occidente y el amplio dominio del inglés beneficia a los programadores de esta región frente a otros polos del 'outsourcing' como India o China.
  • El coste medio de un desarrollador en Alemania es de 84 euros a la hora, frente a los 35 euros en España o los 45 euros de un profesional italiano, según un estudio de Yeeply.
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La subcontratación, o 'outsourcing' en inglés, es una práctica muy común y extendida no sólo en el ámbito tecnológico, sino también en otras áreas como la financiera o la de recursos humanos.

En definitiva, se trata de externalizar algunas labores que no resultan críticas para el negocio a terceros, quienes se suponen más especializados en la materia y con unas mayores economías de escala. O, lo que es lo mismo: son más baratos a la hora de gestionar esos trabajos.

Sin embargo, es en la industria tecnológica donde se está viendo un espectacular desarrollo de esta modalidad. No en vano, las grandes consultoras mueven nada menos que 13.714 millones de euros en nuestro país, según la AEC, con un crecimiento anual de casi el 6%. Y, de este montante, el outsourcing de tareas representa más del 50%.

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Pero esa cifra sólo representa las grandes subcontrataciones, los proyectos oficiales que cuentan con soporte externo. Por debajo existe todo un mercado secundario igual de lucrativo, pero no siempre conocido: el de la contratación directa a programadores extranjeros, normalmente en zonas subdesarrolladas como Asia, India o Europa del Este, para desarrollar aplicaciones o ayudar en procesos complejos de tecnología.

Subcontrataciones que, en ocasiones, llegan a niveles tan extremos que nos dejan situaciones cuanto menos esperpénticas. Por ejemplo, en enero de 2013 conocimos que una gran corporación norteamericana tuvo que despedir a uno de sus principales directivos del área de TI al descubrirse que había contratado, por su cuenta y riesgo, a unos desarrolladores en Shenyang para que hicieran su trabajo. El engaño, descubierto al detectarse accesos no autorizados desde una IP china, le permitió a este sujeto pagar una quinta parte de su salario a sus externos mientras él disfrutaba de la buena vida.

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Pero, empecemos por el principio: ¿Qué intereses hay detrás de la subcontratación de programadores a estas regiones? Algunas de las claves las hemos adelantado anteriormente, pero conviene detenerse un momento en ellas.

Los defensores de esta práctica apelan, en primer lugar, a la especialización en la materia. Un ingeniero informático que trabaje en una empresa puede dominar muchas técnicas, pero estará enfocado principalmente a aquellas con las que suele lidiar a diario. Si en algún momento necesita involucrarse en un desarrollo que escapa a su ámbito, necesitará tiempo y formación para llevar a cabo correctamente el proyecto. Y el resultado final es probable que no sea igual que el que pueda hacer alguien que esté especializado en ese terreno.

Por ejemplo, un ingeniero de sistemas, acostumbrado a gestionar centros de datos es perfectamente capaz de construir una aplicación móvil para Android o iOS, pero sería un malgasto de su talento y, por otro lado, seguramente no domine los mismos trucos que sí conocen aquellos que sólo saben hacer eso.

Pero el gran atractivo de la subcontratación no es ese, sino que tiene que ver con algo mucho más tangible: el dinero. Más allá del ahorro que supone no contratar directamente a profesionales propios de la compañía, la subcontratación en países como China, India o las antiguas repúblicas del bloque soviético permite ofrecer precios mucho menores a los desarrolladores que si ese proyecto se ejecutara dentro de nuestras fronteras por una consultora al uso.

Aunque como suele decirse, no es oro todo lo que reluce. Ese menor coste viene cargado con numerosos inconvenientes que hacen desistir en esta idea a muchos profesionales. Por lo pronto, esos desarrolladores en terceros países están atados con contratos verbales o con documentos legales de escasa validez, debido a la naturaleza internacional del acuerdo, las limitaciones en la responsabilidad que se les puede imputar, etc. Igualmente, los cauces para reclamar en caso de incumplimiento del contrato o de retrasos en los plazos de entrega se hacen titánicos.

Hay más. Al trabajar con programadores freelance en otras regiones, se produce una doble barrera en la comunicación entre el que encarga el desarrollo y quienes lo ejecutan. Por un lado, la barrera idiomática puede provocar errores de interpretación que acaben condenando el trabajo desde el inicio. Y, por otro, el cliente no puede disponer de todo el tiempo de esos programadores, con lo que debe saber comunicar claramente sus ideas y objetivos en los plazos y formas que le impongan los subcontratados.

Subcontratar en España o fuera

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Como hemos visto, muchas empresas o personas individuales optan por llevar fuera de España sus trabajos de tecnología en busca de un precio imposible de igualar en nuestro país, a costa de los salarios menores que se pagan en regiones con menor nivel de desarrollo.

Siguiendo con el caso de una app móvil, el coste medio de un desarrollador en Alemania es de 84 euros a la hora, frente a los 35 euros en España o los 45 euros de un profesional italiano, según un estudio de Yeeply.

Pero es que si salimos hacia regiones como la India, China o Europa del Este, la cifra cae hasta los 10 euros por hora en la mayoría de los casos. Tan solo hace falta echar un vistazo a las numerosas ofertas que aparecen con una simple búsqueda en Google de desarrolladores de estas zonas para comprobar la diferencia salarial tan enorme que existe y que sirve de principal acicate para la supervivencia y el éxito de estos modelos de negocio.

Europa del Este, el oasis de la subcontratación

Programación

Aunque el común denominador a todas estas zonas es su bajo coste (debido a las peores condiciones de vida, los salarios más bajos y las diferencias al cambio de las diferentes monedas), lo cierto es que cada país se ha labrado una particular fama en diversos ámbitos del desarrollo tecnológico.

Así, en varios foros de la web se plantea cómo los indios, filipinos y vietnamitas, por ejemplo, tienen fama de ser buenos en informática, aunque en comunicación son más recomendables los filipinos. Por su parte, en cuestiones de diseño y experiencia de usuario, suelen ser preferibles los países de la Europa del Este, considerando especialmente creativos a los rusos, búlgaros y rumanos porque se ajustan más a los gustos occidentales.

Es precisamente este factor, el de la cercanía en usos y costumbres al resto del Viejo Continente, el que ha favorecido una creciente industria de la subcontratación informática en Europa del Este. Armenia, Rusia, Ucrania, Rumania, Bulgaria, Hungría, Letonia, República Checa y Eslovaquia son sólo algunos nombres recurrentes en las plataformas de búsqueda de programadores offshore (como también gustan denominarse). A ello se le une la fama de trabajadores y cumplidores, así como varios elementos subyacentes que les dan a estos países una situación privilegiada en la competencia por el outsourcing: buena conexión a Internet, dominio generalizado del inglés como lengua vehicular y una formación TIC bastante avanzada y pulida.

Se teje así la red de subcontratación tecnológica con epicentro en muchas de estas antiguas repúblicas soviéticas. Y, si piensan que acceder a ellas resulta difícil o se trata de un mercado oscuro y oculto a la vista del común de los mortales, nada más lejos de la realidad. 

Existen multitud, cientos por no decir miles, de servicios online que ponen en contacto a estos desarrolladores por cuenta propia en países lejanos con los potenciales clientes europeos o norteamericanos. Worksnaps, Freelancer, Upwork o Rent-acoder son sólo cuatro de ellas, aunque también se pueden encontrar profesionales de esta índole en otras plataformas de trabajos freelance más genéricas, como Fiverr.

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