Durante los últimos años, uno de los productos más vendidos durante las jornadas de rebajas conocidas como Black Friday o Cyber Monday ha sido el robot aspirador.
Sus avanzadas prestaciones, que permiten su puesta en marcha y funcionamiento cuando el usuario está ausente de su domicilio, han seducido de forma clara a los compradores.
Pero este éxito de ventas ha venido acompañado también de algunas dudas en cuanto a la privacidad de ciertos datos ya que la mayoría son capaces de usar los sensores para construir un mapa del espacio.
La incorporación a nuestro entorno doméstico de robots semiautónomos conlleva un nivel de captación de datos muy avanzados: mapas de nuestra vivienda, imágenes, registros de temperatura y humedad, registros horarios.
El robot aspirador ha sido el primer caso de éxito de la robótica en el ámbito doméstico. En 2002 se fabricó la primera serie de robots Roomba, formada por 15.000 unidades, que se vendió en unas pocas semanas. 18 años más tarde se han vendido millones de unidades y los robots aspiradores representan una importante cuota de mercado en el sector de la limpieza.
Estos agentes electrónicos han evolucionado en distintas direcciones, desde la incorporación de nuevas prestaciones como la capacidad de fregar suelos a la mejora de su “comportamiento inteligente”. Hoy en día disponen de sofisticados sistemas de navegación que les permiten volver a su base de carga en caso necesario y también optimizar la limpieza de una planta entera.
Pero más allá de la guerra de precios y del aumento de sus prestaciones, los robots domésticos han sido protagonistas en los últimos tiempos dealguna polémica relacionada con los datos que recogen sus sensores.
La mayoría de estos aparatos son capaces de usar los sensores para construir un mapa del espacio que deben limpiar y en el caso de los más sofisticados, utilizar cámaras que les permiten identificar obstáculos diversos. Estos mapas pueden ser consultados por los usuarios desde sus móviles usando la aplicación correspondiente.