Limerencia, el enganche sexual/emocional por el que seguramente has pasado y ni siquiera sabías su nombre (y 5 canciones que lo describen con precisión)

Amor platónico
  • La limerencia es el término psicológico con el que se conoce el enganche sexual/emocional con una persona. Es el “amor pasional” de los románticos.
  • Se caracteriza por la aparición de pensamientos obsesivos intrusivos, un deseo compulsivo de ser correspondido y suele mostrar algunos síntomas físicos, como palpitaciones, sudoración o dificultad al respirar (por eso se le llama “la enfermedad del amor”)
  • Muchas personas experimentan una o más veces a lo largo de su vida esta situación, y en algunos casos tiene una influencia muy negativa en sus vidas.

Desde el punto de vista psicológico y fisiológico reúne todos los síntomas de una adicción: Pensamientos obsesivos intrusivos de forma continuada (lo normal es que también se produzcan en los sueños), ansiedad, palpitaciones, falta de apetito, imposibilidad de disfrutar de otras actividades… unos síntomas que solo se calman al recibir la dosis, es decir, al estar en contacto (real o virtual) con esa persona objeto de la fijación y percibir algún indicio de reciprocidad. En inglés algunos usan el término Infatuation (encaprichamiento), y aquí también lo conocemos como cuelgue sexual o “encoñamiento” (aunque sea hacia un hombre, cosas del lenguaje machista…).

Es muy probable que hayas pasado por ello, o conozcas a alguien cercano que haya estado en esta situación. Pues debes saber que tiene un nombre, tácitamente aceptado por la comunidad psicológica, que seguramente desconozcas: limerencia, y fue acuñado por la psicóloga Dorothy Tennov en 1979 en su libro Limerence & Love, The experience of being in love, tras más 500 entrevistas realizadas a hombres y mujeres que revelaron este patrón de comportamiento (revisadas y actualizadas en 1999).

Es un estado por el que pasan un gran número de personas en algún momento de su vida (o en varios) y que anteriormente se conocía como “amor romántico”, “amor pasional” o “amor sexual”. Los escritores románticos del siglo XVIII lo elevaron a arte, y Stendhal en particular lo analizó con precisión.

La psicóloga Dorothy Tennov puso nombre a lo que durante siglos se conoció como "amor romántico o pasional".

Aunque el término no está recogido en nuestro vocabulario, sí existe oficialmente en inglés y según el Diccionario New Oxford  la limerencia es el estado de estar enamorado u obsesionado con otra persona, típicamente experimentado de forma involuntaria y caracterizado por un fuerte deseo de reciprocidad de los propios sentimientos, pero no principalmente por una relación sexual. Por cierto, el término no tiene ninguna etimología, Tennov lo eligió porque "sonaba bien".

Por supuesto, no debe confundirse con un enamoramiento “natural”, a pesar de que los primeros síntomas sean muy similares. Se podría decir que la limerencia es la versión desvirtuada y patológica del amor, cuando los sentimientos intensos y profundos derivan en pensamientos obsesivos, fantasías irracionales y deseo compulsivo de reciprocidad. Y no es para tomárselo a broma: algunas situaciones de violencia de género están asociadas directamente a una persona limerente (combinada con otras patologías tan o más graves). Aunque cualquier persona puede pasar por este estado, según Tennov, hay personas que por diversas razones parecen inmunes o jamás llegan a experimentar la limerencia.

Amor y limerencia
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¿Qué es la limerencia?

La limerencia es una patología leve (aunque puede tornarse grave en algunos casos), asociada al trastorno obsesivo compulsivo (TOC). Puede suceder en cualquier momento de la vida y solo hay una persona objeto de esa fijación (el objeto limerente). Las casusas son complejas, puesto que suele haber una predisposición emocional del individuo (que puede ser muy diferente en cada caso), aunque paradójicamente en la mayoría de las situaciones son personas perfectamente normales, funcionales, emocionalmente estables y sin ningún otro elemento neurótico o patológico. De ahí que algunos la denominen “la enfermedad del amor”.

Surge de una atracción repentina (flechazo), normalmente hacia alguien del entorno, seguida de un indicio (real o figurado) de ser correspondido (puede ser una sonrisa, una mirada que se alarga, una palabra amable). Casi siempre responde a una situación en la que el contacto y la relación entraña dificultad, bien porque la persona deseada no siente la misma atracción, bien porque existe ya otra relación en una o en las dos personas, bien por barreras sociales, laborales o de edad. La limerencia se desarrolla y se mantiene en el tiempo mientras haya un equilibrio entre esperanza e incertidumbre.

La limerencia combina pesamientos obsesivos intrusivos, necesidad compulsiva de correspondencia y suele ir acompañada de síntomas físicos

Es precisamente esa dificultad la que provoca esos sentimientos extremos, puesto que la imposibilidad de disponer de ese contacto en cualquier momento, así como la necesidad aguda y desesperada de ser correspondido, es lo que conforma la obsesión. Debe intervenir una poderosa atracción física y/o sexual, que no tiene por qué conllevar el contacto sexual necesariamente, pero sí la posibilidad de que se produzca, al menos desde la perspectiva de la persona que sufre esa fijación, y aunque ese contacto sexual se lleve a cabo puede no resultar suficiente para que desaparezca.  

Y también es un hecho que nunca se trata solo de una atracción sexual. Según Tennov, el acto sexual es percibido como un importante símbolo de la reciprocidad en esos sentimientos, pero no el único. En otras palabras, el verdadero objetivo es ser correspondido, por eso la limerencia desaparece si el final es una relación satisfactoria. En la mayoría de las entrevistas la idea expresada es que el “momento de la consumación”, el climax, no es tanto la unión sexual como la emocional, el compromiso de correspondencia total por parte del objeto limerente. En algunas de las entrevistas de Tennov la limerencia suponía un obstáculo para una relación sexual satisfactoria debido al miedo del limerente a no estar a la altura.

No es necesario que haya un contacto sexual para sufrir la limerencia, la adversidad funciona como potenciador

Es muy posible que ni siquiera se preste atención a si hay una atracción más allá de la sexual, es decir, probablemente ni siquiera la personalidad encaje o resulte realmente interesante, o se compartan aficiones e intereses, circunstancias que son asumidas y de alguna forma obviadas por el limerente. Es más, esa incompatibilidad puede ser un aliciente para el limerente, por lo que supone de obstáculo. Sin embargo, paradójicamente, también puede acarrear una dependencia emocional ficticia, en la que el “limerente” convierte a la persona deseada en su vínculo afectivo, aunque el contacto sea mínimo. Se idealizan exageradamente las virtudes del objeto limerente y a la vez se minimizan o directamente se ignoran sus defectos. Y se buscan constantemente evidencias (con una base poco racional o incluso absurda en la mayoría de las ocasiones) para mantener la posibilidad de ser correspondido y por tanto agarrarse a la esperanza continuando la adicción (“Le gusta la misma canción que a mí, eso es que me ama”).

Como dice Dorothy Tennov en su libro, la limerencia es ante todo actividad mental: no importan los hechos, sino la interpretación que el limerente hace de ellos.

Amor y limerencia

Una droga que fabrica nuestro cuerpo

Por supuesto, en la limerencia los elementos químicos actúan como una verdadera droga. Empezando por la dopamina, un sistema de recompensa del cerebro que en el caso del limerente se desata en los momentos de contacto con la persona deseada. También se libera otra hormona llamada norepirefrina, conocida como la hormona del estrés, que es la que provoca directamente los síntomas físicos como las palpitaciones, sudoración o presión sanguínea, al producirse situaciones desagradables en la persona que sufre la limerencia (principalmente al sentirse ignorado o rechazado).

Amor y limerencia

Por último, las repentinas fluctuaciones de la serotonina (neurotransmisor que regula el estado de ánimo) convierte al individuo limerente en un carrusel emocional, con momentos de felicidad extrema o éxtasis (en los niveles más altos) y otros de depresión profunda (cuando desciende bruscamente) que desencadenan los pensamientos obsesivos al no recibir la atención deseada. Ambos pueden darse de forma consecutiva varias veces al día. 

La dopamina, la norepirefrina y la serotonina convierten al limerente en un carrusel emocional

Esos pensamientos intrusivos pueden llegar a monopolizar la mente del limerente durante todo el día: imagina conversaciones y situaciones idealizadas, recuerda una y otra vez los momentos pasados con la persona deseada y analiza compulsiva y continuamente cualquier indicio de correspondencia. La absoluta dependencia emocional por parte del limerente del comportamiento de la persona deseada le convierte en alguien con escaso control sobre sus actos: organiza su vida para estar lo más cerca posible de la otra persona, desea de forma exagerada su bienestar, se comporta de forma torpe e insegura en su presencia (por temor a hacer algo que cause su rechazo) y hasta puede falsear su personalidad para adaptarse sus gustos. La persona objeto de su limerencia se convierte en el absoluto centro neurálgico de todo su mundo.

¿Tiene cura la limerencia?

Por supuesto, pero no es fácil. Hay que tener en cuenta que en realidad es una situación que puede llegar a ser muy desagradable, e implica un desgaste psicológico y hasta físico muy alto. Habitualmente el que la sufre tiene la sensación desde casi el primer instante que la situación escapa a su control, con algunos momentos de exagerada euforia y otros muchos de intensa ansiedad que pueden llevar a la desesperación. Las consecuencias en su vida social y laboral pueden ser graves. En las entrevistas de Tennov llegó a tener casos en los que este estado se alargó hasta 17 años, pero concluyó que puede durar toda la vida.

Como en cualquier otra patología, el primer paso es ser consciente de ella. Si se produce finalmente una correspondencia plena, la limerencia desaparecerá casi de inmediato, aunque no siempre el inicio de una relación acaba con ella.  En caso de que eso no suceda, la forma más abrupta de salir de ella es alejarse completamente del objeto de la adicción. Quizá de manera definitiva. Algo nada sencillo, puesto que se crea un convencimiento de que la persona deseada es la clave absoluta y exclusiva en la felicidad del limerente. Y aunque haya voluntad de hacerlo, no siempre es fácil puesto que lo normal es que se trate de una persona del entorno social, por ejemplo, un compañero o compañera de trabajo o alguien del ámbito familiar.

En la mayoría de las ocasiones, solo un alejamiento definitivo del objeto limerente puede acabar con la obsesión

Porque mientras haya posibilidad de continuar con el contacto (o de que se pueda producir) la necesidad de recibir más “dosis” va a ser cada vez mayor, y por tanto la generación de frustración e insatisfacción se multiplicarán con el paso del tiempo.  Es decir, la adversidad funciona con potenciador de la limerencia (hasta cierto punto, al menos). Si además la persona deseada, de forma consciente o inconsciente, provoca situaciones que confundan aún más al limerente (tener una cita y ser muy amable un día, ignorarla y comportarse de forma distante durante los siguientes), la intensidad de la limerencia crecerá exponencialmente.

El objetivo es acabar poco a poco con esa dependencia emocional, desechar definitivamente la esperanza de ser correspondido (y para ello eliminar las interpretaciones idealizadas de cualquier gesto amable) y tratar de tener una imagen de la persona deseada más realista, centrándose en los aspectos más negativos. Para combatir los pensamientos intrusivos es fundamental recurrir con determinación a otras actividades o reflexiones hasta reducirlos o que desaparezcan completamente. Si la autoterapia no funciona (ni el soporte de amigos y familiares, que pueden jugar un papel crucial para aportar dosis de realidad al limerente), se debe buscar ayuda profesional, especialmente si la vida del limerente se ve afectada seriamente. La investigación de Dorothy Tennov concluyó que el 11% de las personas que sufren limerencia intentan suicidarse, especialmente los más jóvenes.

En caso de que la autoterapia no funcione, se debe buscar ayuda profesional

Ni que decir tiene que la irrupción de las redes sociales o la mensajería instantánea/chats multiplica los efectos de esta patología, puesto que las posibilidades de estar en contacto u observar la vida de la otra persona (y por tanto de seguir percibiendo supuestos indicios de reciprocidad) son innumerables, lo que supone recibir pequeñas dosis casi de forma continuada, que a larga provocarán que la obsesión se alimente con más frecuencia. A través de Facebook, Whatsapp o Instagram, la alternancia entre excitación y desesperación puede ser tan constante (por el fácil acceso) como devastadora (porque las opciones interpretativas subjetivas se multiplican).

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El arte, en sus diferentes modalidades, ha reflejado la limerencia bajo diferentes nombres desde los inicios de la humanidad (Safo, en la Grecia Clásica, es un ejemplo obvio). En su libro, Tennov concluyó tras un análisis que el 85% de las canciones de aquella época (los 70/80) tenían un claro componente romántico o sexual, y de ellas casi la mitad expresaban súplicas de ser correspondido o desesperadas descripciones de las emociones causadas por el rechazo. Si has pasado o estás pasando por una situación similar (como limerente u objeto limerente) y quieres comprobar cómo músicos de distintos estilos y épocas han reflejado la limerencia (o el “enganche sexual”), aquí te dejamos unos ejemplos que al menos te ayuden a sobrellevarlo (y entenderlo) mejor.

Infatuation - Rod Stewart

Con Jeff Beck a la guitarra, el bueno de Rod (que con su extenso currículum sexual seguro que sabe de lo que habla) compuso este excelente tema rockero que describe con precisión un cuelgue sexual: “Es temprano y no puedo dormir, no puedo trabajar, no puedo comer. Estoy borracho todo el día, no puedo concentrarme, quizá estoy cometiendo un terrible error… quizá esa mujer es todo lo que necesito”

Quieres América - Miguel Bosé

Con su particular estilo, Bosé dejó claro en un par de estrofas cómo el sujeto deseado es también el sujeto odiado: “Digo no y muerdo el polvo otra vez, tiras del hilo y al fin me haces caer… Vivo en vivo y mi propósito es que controle este stress, 100 aleluyas en vez de esta adicción a ti que no puede ser, me estoy echando a perder…  eres tú mi consuelo… no me atormentes”

Everything She Wants - George Michael

Tras revelar su orientación sexual, puede que el "She" fuera en realidad "He", pero eso es lo de menos. George Michael se centra en el sufrimiento (y el coste) que le supone su cuelgue. Y se hace una pregunta clave: “¿Por qué hago las cosas que hago? Dímelo si lo sabes. Ni siquiera creo que te quiera”.

Breath - Jax Jones Ft. Ina Wroldsen

En este frenético y bailable tema, se aprovecha de forma ingeniosa el estribillo para desmenuzar punto por punto (y con una precisión admirable) el cuelgue sexual y los pensamientos intrusivos: “Me tienes enganchada. Estás en mi mente como una canción de la que no puedo escapar… Necesito saber si sientes lo mismo. Me cuesta respirar. No estoy enamorada, es solo un juego. Me digo a mi misma que no estoy tan enganchada. Vuelvo a la vida cuando estoy contigo. Me cuesta respirar. Necesito romper este hechizo, pero no quiero irme y quiero que sepas que estás en mi cabeza como un dam dam dara”

You can do Magic  - America

Unos clásicos como los legendarios America también debieron pasarlo mal. Ellos, tan correctos, hablan muy apropiadamente de "magia" al reconocer el sentimiento de sentirse hechizado: “Puedes hacer magia. Puedes tener lo que quieras. Sabes muy bien que cuando lanzas tu hechizo, usas tus ojos para hipnotizar, y conviertes un corazón de piedra en barro”. Qué monos…

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