Nurettin Acar, CEO de Ikea en España: "Nuestro objetivo en 2024 es ayudar a las personas con el aumento de coste de la vida, invirtiendo 90 millones para reducir un 20% el precio de 1.300 productos"

La exitosa historia de Ikea se estudia en las mejores escuelas de negocios, y no es para menos. Su evolución, su modelo de negocio e incluso el concepto de gestión de los beneficios son difícilmente comparables.

En 1943, un joven sueco de 17 años llamado Ingvar Kamprad funda un negocio de venta por correo al que llama Ikea, que en realidad es el acrónimo de las iniciales de su nombre, la granja en la que se crió (Elmtaryd) y la localidad en la que estaba (Agunnaryd). Se intuye, sin duda, que la sencillez y el pragmatismo ya estaban presentes en su manera de ver la vida y encontrar soluciones.

Los primeros artículos que comenzó a vender fueron variados: bolígrafos, monederos, relojes, cosméticos… y algunos muebles pequeños. Por aquí debió ver que había la mejor oportunidad porque poco a poco, en los años siguientes, fue ampliando su catálogo de muebles hasta concentrarse exclusivamente en productos para el hogar.

Durante algunos años siguió vendiendo por catálogo, pero la presión de la competencia le obligó a repensar su modelo, hasta abrir su primera tienda, en 1958 en Älmhult, Suecia. 

Mientras, para adaptarse a las necesidades de los clientes, a la vez que facilitaba todo el proceso de compra, los muebles de Ikea empezaron a ser cada vez más sencillos y prácticos, muy fáciles de montar y transportar, lo que a la vez reducía los costes de almacenaje para la compañía, y, en consecuencia, el precio final se abarataba considerablemente, aun manteniendo la calidad. En fin, un modelo que se ha convertido en el gran éxito y la seña de identidad de Ikea.

Al mismo tiempo, al darse cuenta de que la visita a las tiendas se convertía en una experiencia en sí misma —“es difícil hacer negocio con el estómago vacío”, decía Kamprad— decidió abrir restaurantes dentro de los espacios Ikea, una idea que resultó tan exitosa que se ha convertido en otra línea de negocio de la compañía. Y además ha servido para promocionar en el mundo las albóndigas al estilo sueco.

En los años 60 y 70 sigue abriendo tiendas en otros países europeos —incluida ya Suecia, con un enorme espacio en Estocolmo inspirado en el Guggenheim de Nueva York— y también en otros continentes. En España, la primera tienda se abre en 1978 en Gran Canaria.

Actualmente, Ikea está presente en más de 50 países y tiene más de 219.000 empleados, con una facturación cercana a los 50.000 millones de euros. Pero la excepcionalidad de Ikea va mucho más allá y llega a su estructura corporativa y concienciación social.

Ikea siempre ha sido una compañía comprometida con la sociedad, comenzando por su propio negocio en el que el objetivo es poder facilitar un producto de gran necesidad, como son los muebles, a precios muy asequibles. No cotiza en bolsa, y eso le permite tener una independencia en su plan de negocio, que no está orientado al crecimiento y los beneficios para los accionistas como único fin. Más bien al contrario, la compañía es propiedad de entidades con y sin ánimo de lucro, detrás de las cuales está la Fundación Ingka, en la que permanece la familia. 

En España, donde está presente desde 1978, continúa creciendo y tiene previsto abrir 90 nuevas tiendas con una inversión de 150 millones de euros.

Nurettin Acar es el CEO de Ikea en España desde 2021, y su historia no es menos extraordinaria que la de la propia compañía.

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Nacido en una familia nómada en las montañas entre Irán e Irak, con tan solo 11 años empezó a vender alfombras en una tienda en la ciudad de Van, en Turquía, donde según cuenta: “El trabajo no consistía simplemente en vender alfombras, sino en contar su historia y la de los nómadas. Los vendedores se involucraban personalmente en la venta, pedían fotos a los clientes de cómo quedaba la alfombra en sus casas y estos las mandaban junto a largas cartas. Me di cuenta de que el comercio minorista ayuda a la gente a vivir una vida mejor y más feliz”

Años después, se convirtió en emprendedor junto a su padre, cuando él apenas tenía 20 años. Con 170 alfombras que les prestaron sus amigos y sin más recursos, empezaron a comerciar con ellas, con la ventaja de que Nurettin había aprendido francés en tan solo un año y medio en un curso por entregas. 

Posteriormente, emigró a Suiza, donde continuó en el negocio de la venta de alfombras en un supermercado hasta llegar a puestos de dirección. Lejos de conformarse con ello, se involucró en política, como responsable de inmigración en el Cantón de Wil, y también en el mundo de la cooperación, colaborando con varias ONG para ayudar a los refugiados de la Guerra del Golfo.

Ahora, ya hablando cinco idiomas (y a punto de dominar un sexto, el español) está felizmente instalado en España (“adora a su gente, el pulpo con patatas y el vino de Ribera”) con su mujer y sus dos hijos, y su entusiasmo y compromiso con las personas se transmite a cada momento y en todas las situaciones: es una de esas personas que contagian sus buenas sensaciones desde el primer contacto.