Las razones por las que una Cataluña independiente no tendría acceso al mercado europeo

Marcos Merino
EFTA Independencia

Desde el comienzo del actual proceso independentista en Cataluña, los líderes del mismo han venido manteniendo el discurso de que las puertas de la Unión Europea se mantendrían abiertas para un hipotético estado independiente catalán. Los mecanismos propuestos para ello han sido varios (desde la admisión inmediata -enarbolando como argumento para ello la actual condición de europeos de los catalanes- hasta la rápida negociación de un acuerdo de cooperación favorable basado en que "Europa no dará la espalda a una economía de 7 millones de personas").

Ese discurso ha venido siendo usado de manera propagandística para defenderse de las críticas relativas al negativo impacto económico de una eventual independencia, amparándose en la supuesta ambigüedad de las instituciones europeas. Sin embargo, tras el 'referéndum' del 1 de octubre, los principales líderes europeos han dejado claro que una Cataluña post-DUI sólo puede esperar un portazo por parte de la UE cuando llame ésta a su puerta.

Y como respuesta, las organizaciones pro-independencia han optado por minimizar el impacto del rechazo de la UE (pese a que el 80% de las exportaciones catalanas tienen como destino territorios de la misma) y por poner sobre la mesa de su electorado una nueva alternativa: la entrada en la EFTA.

Pero, ¿qué es la EFTA?

La EFTA (siglas en inglés de la "Asociación Europea de Libre Comercio"), surgió en 1960 como alternativa a la CEE, centrada en la creación de un espacio comercial común pero sin pretensiones de unión sociopolítica. Con el tiempo, sus miembros se fueron sumando a la CEE (luego UE), y la EFTA ha quedado relegada a un papel residual y económicamente dependiente de la UE, quedando integrada únicamente por 4 estados: Noruega, Suiza, Liechtenstein e Islandia.

La pertenencia a la EFTA es, gracias al acuerdo firmado con la UE, una de las vías de acceso al Espacio Económico Europeo, y la gran esperanza económica enarbolada ahora por la Generalidad para convencer a los indecisos. Pero esta alternativa no sólo dañaría gravemente la soberanía del nuevo estado (en la práctica, obliga a aplicar miles de normativas de la UE sobre las que carecería de voz y voto), sino que es tan falsa como la que prometía la permanencia catalana en la UE.

¿Por qué la 'República catalana' carecería de acceso al mercado común?

Fundamentalmente, porque la pertenencia a la EFTA no conlleva automáticamente la incorporación al Espacio Económico Europeo (de hecho, Suiza no pertenece al mismo). El acuerdo por el que se creó éste recoge explícitamente (en su artículo 128) el requisito de que todos sus miembros aprueben la entrada de cualquier nuevo estado, lo que incluye a todos los estados miembros de la UE. Esto supone que, sea cual sea la vía escogida por los líderes independentistas para intentar acceder al mercado común (UE o EFTA), España contaría con capacidad de veto.

A eso se suma que, como afirmaba Jean-Claude Piris, el gran arquitecto jurídico de la UE, "si violas la Constitución de un Estado Miembro el resto tiene el deber de no reconocerte": es difícil firmar un acuerdo cuando 28 de tus 31 interlocutores tienen la obligación legal de no reconocerte como estado.

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