Sevilla, siglo XVI: curiosidades de la serie 'La Peste' de Movistar+

María Porcel
Una imagen de la serie 'La Peste'.
Una imagen de la serie 'La Peste'.

La Peste apesta. Su tufo a barro, a sangre seca, a suciedad de semanas, a aguas precipitadas desde los balcones, a partos en las calles, a vino fuerte como el vinagre… traspasa la pantalla desde el primer instante, cuando un puñado de hombres ricos se disponen a poner un pie en las chabolas de una Sevilla del siglo XVI como no se ha visto hasta ahora en una producción de cine. Porque no, La Peste no es cine porque está hecha para televisión, puesto que es un mastodonte de 300 minutos, pero por sus guiones, sus tramas, sus personajes, sus 130 decorados naturales, sus 2.100 figurantes o sus 10 millones de euros bien podría serlo.

La Peste es una serie de televisión, pero no al uso sino "para morro fino", como explicaba entre risas Paco León, el más conocido de sus protagonistas, en un encuentro con la prensa al que asistió Business Insider España días antes de su estreno en Movistar+, que la ha producido y la estrena el 12 de enero en exclusiva. Dirigida por Alberto Rodríguez (El hombre de las mil caras, La Isla Mínima), que la ha coescrito junto a su compañero de fatigas, el guionista Rafael Cobos, esta creación materializa el sueño artístico de este par desde hace años: poner en pantalla esa Sevilla de la segunda mitad del siglo XVI que era capital del mundo tras la conquista de América.

"La ciudad con mayor riqueza —material, espiritual, de refinamiento— del mundo y también la de mayor miseria", definía Rodríguez  en esa mesa redonda a esa Sevilla deseada, por la que le habría gustado "pasearse en el tiempo durante cinco minutos y observar cómo era, su atmósfera, su calor". A Movistar+ y a los coproductores de Atípica Films les pareció una idea "buenísima, contra todo pronóstico", bromea el director. Después, llegó la idea de la peste, que asoló la ciudad y diezmó a la población, y que es el engranaje que vertebra la serie. De aquella primera toma de contacto han pasado casi cuatro años, muchas reuniones y 85 días de rodaje. Y 10 nada desdeñables millones de euros. 

"Se habla de una superproducción pero yo creo que tiene el presupuesto adecuado", afirmaba su productor ejecutivo, José Antonio Félez, en el encuentro. "Creo que es barata si la comparas con lo que es y con producciones similares, como Britannia, de Sky, [que llegará a España a través de HBO el 19 de enero]  que ha costado 30 o 40 millones, o como Babylon Berlin[40 millones de euros, en Movistar+]", reflexiona. Además, La Peste buscará competir en el mercado internacional; de hecho, se presentó en la feria de audiovisual de Cannes, el Mipcom, con buena acogida.

La serie es un cuidadoso lienzo de aquella época, además de una historia de misterio y thriller que logra enganchar a lo largo de sus seis capítulos de 50 minutos. Pero, quizá sin proponérselo, es una serie didáctica que enseña mucho de una época de la que casi nada se sabe, al alejarse ya de la Edad Media y del descubrimiento de América pero sin estar metida en los más trillados siglos XVII o XVIII.

Son muchas las curiosidades que chocan de una España oscura, en la que los tomates eran una planta venenosa y los cristales, un lujo al alcance de muy pocos. Esa y estas otras 13 cosas hemos aprendido tras ver los dos primeros capítulos de La Peste (y sin spoilers).

Sevilla: miseria o riqueza

No hay clase media, ni nada que se le parezca. Está la riqueza absoluta, los palacios más suntuosos, o la pobreza de la chabola y la mendicidad, en la que no es raro cortarle una mano a un hijo para que pida en la calle. "Es un país al que le toca la lotería, descubre un continente entero y vive con una riqueza bestial.Pero todo se pierde", explica Alberto Rodríguez.

Auténtica España del Renacimiento

"No queda nada de aquella Sevilla, todo el urbanismo ha desaparecido", explica en el encuentro Domingo Corral, director de ficción original de Movistar +. El departamento de arte creó la ciudad "de donde no había nada". Sólo quedaban algunos retazos originales —la serie ha sido grabada en Sevilla y en varios pueblos de alrededor— que se usaron en diversas tomas. "Se construyó casi todo, el equipo de decoración estaba formado por 70 personas, que es tanta gente como en una película entera", relata Corral. "No hay anacronismos, cada objeto ha sido pensado y fabricado como entonces".

Esas oscuras noches

Apenas había lámparas en las calles, "no había luz de noche", por lo que tampoco se ve gente en las calles a esas horas… al menos, si no se quiere morir. Según han contado sus creadores, el director de iluminación encontró un libro en el que se explicaba cómo se iluminaban calles y casas, algo que se refleja en la tenue luz de la serie, rodada con luz de llama.

Los niños

Chiquillos descalzos y zarrapastrosos de rostro oscuro. Así son los niños de La Peste y así eran los niños de aquella ciudad. "El 40% eran hijos de nadie, se abandonaban en las calles. Además, tenían una esperanza de vida bajísima", relata José Antonio Félez. De ahí que cobren un papel especial en la serie, en la que están muy presentes constantemente, haciendo de todo y ganándose la vida de las maneras más insospechadas.

Las mujeres

Invisibles, transparentes, relegadas, menos que el barro que pisan. Las mujeres no son nada ni nadie en el siglo XVI. Lo dicen sus productores y creadores, pero se ve desde el primer capítulo. "Monjas, prostitutas o madres y amas de casa. No podían ser nada más", enumera Félez. Y así son. Tapadas hasta arriba o dispuestas a abrirse el corsé en un instante por una moneda. Poco se podía hacer, aunque algunas lo intentaban (pero prometimos que no iba a haber spoilers).

Mujeres en las calles llenas de barro, en 'La Peste'.
Mujeres en las calles llenas de barro, en 'La Peste'.

Todos los oficios

"Había muchísimos oficios y uno de ellos era el de dejarse acompañar", relatan los productores cuando hablan de cómo eran las noches y de cómo vivían los niños, que se dedicaban a hacer lo que nadie quería, desde portear pesos hasta llevar comida a enfermos como los que sufrían la peste.

Con la Iglesia hemos topado

La Iglesia Católica es una constante, una presencia visible o invisible en cada capítulo y en ese momento histórico.

El poder de la Inquisición es inconmensurable y sus pecados son delitos. "Tuvimos que pensar como en la época, ser un reflejo moral de la misma. No somos políticamente correctos, no se trata de reflejar la mentalidad de ahora", explica Domingo Corral.

La Iglesia puede elevar o hundir en un segundo a ricos y pobres, a la vez que tiene un papel cultural y de cuidado de los pobres, como demuestra el papel de algunos sacerdotes y de Mateo, el protagonista de la serie, al que da vida Pablo Molinero, una dicotomía del hombre y de la vida. "Mezcla una parte oscura del hombre con otra más existencialista", asegura este misterioso hombre.

Religiosa superstición

Pese a la presencia del catolicismo, la superstición está presente de forma constante; de hecho, ambas conviven. Cada señal supone mala suerte, pero a la vez se espanta persignándose; para alejar a la muerte, por ejemplo, hay quien se pone la camisa del revés, para que no ser encontrado Una forma de religión casi medieval que se perpetúa en el tiempo.

Carteles promocionales de la serie 'La Peste', de Movistar +.
Carteles promocionales de la serie 'La Peste', de Movistar +.

Lo que llegó de América

En una de las primeras escenas del primer capítulo, se ve al rico Zúñiga (interpretado por Paco León) cultivando tomates en su palacio. "No, no se comen, son venenosos", asegura. El desconocimiento era inmenso y pocos de sus importantes descubrimientos se habían capitalizado. 

La riqueza del azul

Uno de los escenarios es una fábrica de telas de color azul añil, un color difícil de obtener (no está presente en la naturaleza) y cuyos paños se exportan por Europa al ser una tonalidad muy alabada por las clases más altas y la realeza. Como se destaca, esta es una de las pocas industrias que exportan sus productos, lo que hace ver la riqueza desaprovechada de la capital. "El oro entra y se va", explican los creadores.

Novedades: el vidrio

Lo que sí hay son importaciones, además de multitud de oficios, por lo que empieza a haber conocimientos y un importante desarrollo técnico. Así, en el palacio de Zúñiga hay ventanas con vidrieras de colores, muy alabadas por las visitas por su novedad y su alto coste, que las convierte en símbolo de estatus.

Vidrios y guacamayos en el palacio de Zúñiga en 'La Peste'.
Vidrios y guacamayos en el palacio de Zúñiga en 'La Peste'.

Suciedad, nada de ropa limpia

Donde no habían llegado las novedades era a la limpieza. El jabón era uno de los productos más cotizados y requeridos por las clases altas, de ahí que fuera muy caro e incluso se usara como moneda de pago. "Queríamos que todo estuviera sucio", ríen los productores, que aseguran que las ropas (más de 1.800 trajes y 1.000 pares de zapatos) no podían estar limpias tratándose de una ciudad llena de barro, de inmundicia, de desechos. De hecho, cada día se usaban dos metros cúbicos de frutas y verduras para darle más realismo a esas calles y su barro.

Las calles eran puros barrizales, de ahí que a menudo las clases pudientes llevaran unos zapatos para las casas y otros para bajar de los coches y caminar por ellas. El barro era otro de los focos de suciedad y de infecciones.

La cárcel, una pensión

Sorprende el papel que tienen las cárceles en el siglo XVI. Familias enteras convivían en las prisiones, incluidos niños y bebés, y se podían pedir y comprar permisos para salir o para pasar fuera días o noches. La justicia, de la mano del dinero.

Ciudad de Babel

Sorprende mucho ver en La Peste una Sevilla intercultural, de mezcla cultural. "Sevilla era la capital del mundo, el 10% de la población era negra, en ella se hablaban 50 idiomas y dialectos", descubre maravillado Alberto Rodríguez.

Todo cambia para que todo siga igual

"Esas sevillanas maneras, esa ciudad pagada de sí misma, anclada en el Barroco, bellísima, clasista, sensual… Ese amor por lo decorativo, por el dorado… Entiendes muchas cosas", reflexiona Paco León sobre esta obra y sobre la ciudad y la situación que refleja.

La Peste no es sólo un espejo de Sevilla. Un país afortunado, con una entrada de capital incesante, blanco de las inversiones, con dificultad en las exportaciones, donde cuando llegan las vacas flacas siempre aparecen los más rápidos dispuestos a hacer negocio… ¿Suena de algo? "Esa crisis brutal es una metáfora", concede Alberto Rodríguez. "La cámara está en la calle: es nuestra vida vivida en el siglo XVI". España, imperio y hundimiento siglo tras siglo.

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