Anecdotario del disfraz político español: de Santiago Carrillo a Joaquín Reyes

Alejandro Carantoña
Joaquín Reyes, ayer, caracterizado como Carles Puigdemont en Torrejón de Ardoz.
Joaquín Reyes, ayer, caracterizado como Carles Puigdemont en Torrejón de Ardoz.
  • Dos bromas telefónicas lograron superar todos los filtros de la Moncloa y de la Zarzuela en 2011 y 2016, cuando Rajoy y el Rey creyeron estar recibiendo llamadas de líderes independentistas.
  • La peluca con la que Santiago Carrillo volvió a entrar en España forma parte de la iconografía del siglo XX: estuvo perdida casi 30 años.
  • Decenas de periodistas han tratado de colarse en Buckingham Palace. Los últimos y más sonados, en 2009, lograron acceder al coche de la reina.

No hizo falta que la Policía llegase a identificar a Joaquín Reyes, ayer por la mañana, para descubrir el embuste: el cómico no era Carles Puigdemont. Sí había engañado Reyes, que grababa un sketch para el programa de humor El Intermedio, a un vecino de Torrejón de Ardoz que llamó diligentemente creyendo que Puigdemont (fugado de la justicia en Bélgica) estaba en territorio español.

En esta ocasión, el disfraz solo surtió su efecto con un viandante, pero en tiempos recientes (y no tanto) otros personajes que no eran quienes decían ser lograron superar todos los filtro: cuando hace dos años el propio Puigdemont llegó a presidir la Generalitat de Cataluña, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, esperaba la llamada que podría haber frenado toda la crisis política catalana. Y la recibió... Pero no era de Puigdemont.

Estos son los disfraces que superaron todos los filtros.

Rajoy esperaba tan ansioso la llamada de Puigdemont que no se dio cuenta de que no le llamaba él

Corría enero de 2016 y Cataluña, convulsa, esperaba tener un nuevo presidente. Artur Mas iba a ser ese hombre, pero el partido anticapitalista, la CUP, no estaba dispuesta a investirlo. Al final la balanza se decantó por un desconocido, Carles Puigdemont. La situación política ya era tensa y la sombra de la independencia, alargada. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, esperaba la llamada de Puigdemont.

Ocurrió una mañana. Puigdemont llamó al Palacio de la Moncloa y pidió que le pusieran al teléfono al presidente... Y así ocurrió. Solo que Puigdemont no era Puigdemont, sino un imitador de un programa de radio.

El golpe fue duro para Rajoy, que entonces exhibía firmeza y poca disposición al diálogo con los independentistas, pero que confesó al presunto Puigdemont que tenía "la agenda muy libre".

Artur Mas (o casi) felicitó al rey Juan Carlos I por su 73 cumpleaños

El episodio tenía un precedente muy sonado, y que provocó una reprimenda a la emisora Catalunya Ràdio: el 5 de enero de 2011, día del 73 cumpleaños del entonces rey Juan Carlos I, un hombre llamó al palacio de la Zarzuela y pidió hablar con él. Decía ser el secretario del señor Mas. Fueron pasando filtros hasta que, de pronto, al otro lado del teléfono estaba el Rey, que no tardó en darse cuenta de que su interlocutor no era el secretario de Artur Mas sino de Pere Mas, el director del espacio.

Se acordó no emitir la broma, pero no tardó en trascender el audio.

El hombre que pudo haber envenenado a Isabel II

El caso más grave, que desató una tormenta política en el Reino Unido y forzó dimisiones, ocurrió en 2003. Cuando la plana mayor de Estados Unidos estaba de visita oficial en el país, bajo el mandato de Tony Blair y en plenas turbulencias por la guerra de Irak, Ryan Parry publicó en el tabloide Daily Mirror cómo había pasado dos meses trabajando en Buckingham Palace.

Parry se había provisto de un currículum incompleto y de una identidad falsa y, solo con eso, logró pasar dos meses en la Casa Real británica sirviendo los almuerzos a sus miembros, preparando habitaciones para el contingente estadounidense o con acceso a las zonas más protegidas de Reino Unido, que vivía entonces en alerta y convulsión por su participación en la guerra.

Siguió una profunda revisión de los controles de seguridad del Palacio, pero fue insuficiente: seis años después, volvió a ocurrir.

...Y sentarse en su coche cuesta mil libras

No es ningún secreto que los tabloides británicos no tienen empacho en pagar sobornos por sus historias, pero seis años después del incidente de Parry, en 2009, dos reporteros de News of the World lograron lo impensable: sentarse en el coche oficial de la reina, acceder a información confidencial sobre rutas y materiales de seguridad.

Lo hicieron con poco disimulo: la portada del tabloide de Rupert Murdoch anunciaba que la experiencia solo había costado las mil libras con que sobornaron a un chófer.

Las andanzas de la peluca de Carrillo, un tótem de la Transición

Pero si existe un icono del disfraz y el embuste, especialmente en España, esa es la mítica entrada de Santiago Carrillo en España en diciembre de 1976. El líder del Partido Comunista, exiliado, volvía al país con su reluciente calva como rasgo distintivo. Para disimularlo y evitar ser detenido en la frontera, se hizo con una peluca con la que fue detenido tras haber logrado entrar en España.

Llevaba también un bigote y una barba postizas, y una bata de enfermero. La fotografía de Carrillo detenido con su peluca dio la vuelta al mundo y se convirtió en un símbolo, pero no acaba ahí el recorrido: veinte años más tarde, en 1996, un funcionario se preocupó de organizar un acto privado (aunque solemne para los implicados) en el Ministerio del Interior, en el que se iba a devolver a Carrillo su peluca. Lo hizo el entonces ministro, Jaime Mayor Oreja, en persona.

Carrillo acudió agradecido, pero anunció que, sintiéndolo mucho, esa no era su peluca. Se lo dijo discretamente, al terminar.

En 2009, al fin, apareció la peluca auténtica.

 

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