La demanda a Warner Bros. Discovery por presunta manipulación en las cifras de suscriptores de HBO Max expone los problemas derivados de la falta de transparencia de las plataformas de 'streaming'

HBO Max

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Warner Bros. Discovery lleva meses con la popularidad en horas bajas. El último de los contratiempos es la demanda que acaban de interponer contra la compañía por haber inflado (presuntamente) las cifras de suscriptores de HBO Max antes de que se hiciese efectiva la fusión entre Warner Media y Discovery. 

Los demandantes aseguran que se falsearon deliberadamente sus números para que pareciesen mejores, lo que dio una imagen mucho más amable de las condiciones en las que se encontraban ambas compañías y facilitó la votación a favor de la fusión

Con independencia de que prospere, el motivo de la demanda pone de manifiesto uno de los aspectos más criticados del negocio del streaming (su falta de transparencia) y expone los efectos colaterales que la ausencia de información objetiva y completa tiene sobre todos los agentes que operan en este complejo mercado. 

Ponerle “filtro” a la foto de resultados 

La demanda ha sido interpuesta por el comité de pensionistas de la Policía de Collinsville (Illinois, Estados Unidos), un grupo de inversores de Discovery que han visto su capital severamente comprometido tras la fusión. En 31 páginas de querella acusan a la actual Warner Bros. Discovery de "haber cocinado las cifras de suscriptores, confundiendo a los accionistas". 

El dato de la discordia son los 10 millones de suscriptores que la compañía contó como clientes de HBO Max porque lo eran de AT&T y, en base a ello, se les había dado acceso automático a la nueva plataforma. Pero nunca se habían dado de alta en el servicio. Añaden que todas las negociaciones previas a la fusión estuvieron plagadas de declaraciones públicas de sus ejecutivos con falsedades y omisiones de hechos de los que hay constancia documental. 

La buena foto de esos resultados, aseguran los demandantes, motivó que votasen a favor de la integración de ambas compañías, intercambiando sus acciones de origen (de Discovery) por acciones de la nueva (Warner Bros. Discovery). 

Durante la primera declaración de resultados posterior a la fusión, esos clientes con acceso pero que no habían tramitado alta habían desaparecido del paraguas de “suscriptor” en el lenguaje de la compañía… pero el daño ya estaba hecho. Los accionistas se encontraron con una plataforma de streaming lastrada por una elevada tasa de cancelación y, en general, poco rentable. Esto, unido a la monumental deuda a consolidar, provocó una caída del 50% en el valor de sus acciones. 

Es imposible saber si, de haber tenido toda la información, los accionistas que ahora demandan a la compañía habrían cambiado el sentido de su voto o la codicia financiera les habría llevado a apostar igualmente por la fusión. Pero ya se ha convertido en un nuevo cuento aleccionador de grandes corporaciones del streaming haciendo de lobos con piel de cordero. 

 

Lo de Warner Bros. Discovery no es un caso aislado. En su última declaración de resultados, Disney ofreció otro ejemplo de cómo de maleables pueden ser las cifras a la hora de determinar qué se entiende por suscriptor. El famoso titular "Disney ya tiene más suscriptores en streaming que Netflix" omitía un matiz importante: en esa cifra se había considerado que los hogares que tenían contratado el bundle Hulu, Disney+ y ESPN+ como tres suscripciones. 

El cómputo, per se, no constituía una falsedad, pero sí que distorsionaba la imagen con la que Disney se presentaba ante inversores y público, consciente de que la confianza del mercado y el prestigio de la marca van de la mano de titulares rotundos.  

La presión por quedar bien cuando se presentan resultados y las decisiones en torno a qué información se pone en valor (y cuál relega a un segundo plano) ha sido, en gran medida, algo que Wall Street ha fomentado. Se ha pasado años haciendo la vista gorda con respecto a los beneficios y considerando aceptable cierto nivel de endeudamiento mientras siguiesen creciendo las bases de clientes. 

Pero las cosas han cambiado. El crecimiento se ha estancado. En algunos servicios, incluso, se están contrayendo. Por eso el indicador de salud de una compañía ya no puede sustentarse en el número de suscriptores. El nuevo foco de interés está en lo saneadas que están sus cuentas y en los beneficios que son capaces de generar. 

La veracidad y la transparencia no son cuestiones menores. El mercado necesita información para hacer predicciones, definir posiciones estratégicas y decidir líneas de actuación. Aceptar su ausencia como algo normal y cotidiano, sin embargo, no hace otra cosa que impedir que la guerra del streaming se libre en igualdad de condiciones para todos. 

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