La utopía de emanciparte cuando eres joven: los menores de 34 años sólo pueden permitirse un alquiler de 320 euros al mes, cuando el precio medio de un piso está en 850 euros

Una chica joven cocina en vitrocerámica

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Los jóvenes de hoy en día no pueden comprarse una casa porque, en lugar de ahorrar como sus abuelos, se lo gastan todo en cerveza

Con esta reflexión, la periodista Elisa Beni abría la caja de los truenos esta semana. Un debate tan trasnochado y reduccionista como la frase pronunciada en 2017 por el entonces presidente del Eurogrupo y exministro de Finanzas de Países Bajos: "Los países del sur no pueden gastar en alcohol y mujeres y después pedir ayuda".

La realidad es que, por muchos bares que dejaran de pisar y dinero ahorrado de cervezas sin tomar, los jóvenes de hoy en día están muy lejos de poder pagarse una vivienda. Por no poder, la gran mayoría ni siquiera es capaz de emanciparse.

"Con el sueldo que tengo, no me puedo emancipar. Podría plantearme compartir piso, pero si le sumas la compra y las facturas, que no dejan de subir... No podría pagar el alquiler", cuenta Irene, que trabaja como teleoperadora en atención al cliente de un banco online. 

Ni siquiera un contrato de trabajo garantiza que los jóvenes puedan pagar un alquiler. A sus 25 años, Irene trabaja a jornada parcial, por lo que su salario apenas pasa de los 800 euros. En esas condiciones, no le queda más remedio que seguir viviendo con su familia en Madrid.

En 2008, el 26% de los menores de 29 años podía independizarse. Ahora, 13 años después, sólo un 15,6% reside de manera independiente, según el último Observatorio de Emancipación publicado por el Consejo de la Juventud de España (CJE). O lo que es lo mismo, el 84,4% de los jóvenes menores de 29 años no podía emanciparse en 2021.

Pero, entre los afortunados que logran independizarse, el panorama no mejora mucho más. 

El alquiler máximo que podría pagar un joven de entre 16 y 34 años son 321 euros al mes. Todo bien, si no llega a ser porque es casi una utopía encontrar una vivienda a ese precio (al menos en una capital de provincia, que es donde están las oportunidades de empleo, primer paso para poder emanciparse).

Lejos de esos 321 euros al mes, el coste medio real de una vivienda en alquiler ronda los 850 euros. Lo que significa que un joven que quisiera vivir solo tendría que ganar 530 euros más al mes (o 6.360 euros más al año), para poder permitírselo. 

La situación no mejora para los jóvenes de entre 30 y 34 años. A pesar de contar con mayor experiencia como población activa en el mercado laboral, los treintañeros sólo pueden permitirse pagar unos 400 euros al mes.

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"Con estas magnitudes tan antagónicas, entre lo que una persona joven podía asumir individualmente y lo que ofrecía el mercado libre, no era de extrañar que la mayoría de las personas jóvenes no se emancipara en solitario", señala el informe.

Así, la única alternativa es vivir con familiares, en pareja, o compartir piso. Mientras que para una persona joven sufragar el alquiler en solitario supone dedicar el 79,2% del sueldo, compartiendo piso esa cantidad se reduce hasta el 25%. Dada la diferencia sustancial de esfuerzo económico que supone una y otra forma de emancipación, no es de extrañar que el 34,5% de los jóvenes emancipados lo hagan compartiendo piso con amigos o desconocidos.

El problema no es la cerveza, sino la precariedad

Buscando las causas que imposibilitan el acceso a la vivienda por parte de los jóvenes, siquiera para emanciparse, el CJE resume: "Lograr establecerse en una vivienda independiente es un hito en las transiciones hacia la vida adulta que suele estar muy vinculado a la plena incorporación al mercado laboral, la finalización de la etapa educativa, la capacidad de apoyo de las redes familiares, la movilización del capital social o la estructura del mercado de la vivienda".

La realidad es que los jóvenes lo tienen crudo para entrar en la rueda del trabajo. La tasa de paro joven está en el 29,6%, a años luz del 12,5% de la media nacional.

Y, cuando lo consiguen, es en condiciones precarias: "la recuperación de puestos de trabajo en 2021 se cimentó en la precariedad laboral de la juventud, denotando que el crecimiento económico pospandémico proseguía la senda de fragilidad de la anterior crisis económica", explican desde el CEJ. 

"Los jóvenes son el colectivo que afronta las peores condiciones laborales relativas, sufren niveles de precariedad insoportablemente altos", señala CCOO en un estudio sobre precariedad laboral.

Esto se refleja, por ejemplo, en la temporalidad: casi 2 de cada 3 jóvenes con trabajo tienen un contrato temporal

Es más, en 2022, el número de jóvenes ocupados con contratos de un día se ha disparado a máximos históricos. En el primer semestre del año hubo 19.600 jóvenes de entre 20 y 24 años con contratos de 1 día. El dato más alto jamás registrado en la serie del INE.

Otro indicador de la debilidad del empleo joven se encuentra en la parcialidad, que alcanza el 25,4 % de los contratos. Cuando no trabajas a jornada completa, por mucho que subas el salario mínimo, seguirás siendo pobre.

Es el caso de Belén. Tiene 28 años y vive con sus padres en Murcia. Hace un año trabajaba cubriendo una plaza de profesora en un instituto, pero el contrato de interinidad se acabó. Ahora, mientras espera que le llamen, alterna varios trabajos como repartidora y camarera. 

“Como camarera son unas 15 horas al mes, y gano 400 pavos”, cuenta, así que de vez en cuando intenta ganar un extra cubriendo vacantes en bodas. Aún así, no llega al salario mínimo.

Al mirar el sueldo de los jóvenes, todo encaja. Para empezar, según el informe del CJE, "el 60% del total de jóvenes no tiene salario". En cuanto al resto, el sueldo medio de los menores de 30 está en 12.850 euros netos al año.

"Los contratos a tiempo parcial han generado pobreza laboral. Cuando miras la retribución anual, muchas personas no llegan a salir del umbral de pobreza", lamenta Florentino Felgueroso, investigador asociado de Fedea.

Según datos de la Agencia Tributaria, en España hay 3,3 millones de jóvenes que cobran menos del salario mínimo. En 2001, sólo el 52% de los menores de 25 cobraba por debajo del salario mínimo. 20 años después, ese 52% se ha convertido en un 82%. De poco más de la mitad, a la gran mayoría.

"El mercado laboral de los jóvenes está peor que antes. Llevamos 30 años de continuo deterioro de las condiciones laborales para los jóvenes en España", lamenta Marcel Jansen, profesor titular de Economía en la Universidad Autónoma de Madrid e investigador asociado en Fedea.

Cada vez que hay una crisis, el mercado laboral se lleva un golpe del que luego tarda en levantarse. Y llevamos 3 crisis en poco más de una década. "Ya tenemos generaciones con 2 crisis a sus espaldas, y ahora podría llegar la tercera", añade.

Jansen explica cómo entonces se produce un efecto cicatriz: "cuando entras en un mercado laboral en crisis tienes peores condiciones laborales, pero las cohortes que entran después, siguen entrando en peores condiciones. Esto lleva a un proceso de continuo deterioro de la situación para los jóvenes".

Es cierto que en los últimos 3 años, el Gobierno ha subido el salario mínimo sustancialmente (en 2019 era de 736 euros al mes, y ahora llega a 1.000), y que España se ha convertido en el tercer país europeo donde más ha crecido desde 2012. 

Esta subida ha beneficiado necesariamente a los jóvenes. Según cálculos de CCOO, el 40% de  los trabajadores con subida del SMI tiene menos de 34 años. Si en 2017 el salario medio bruto de los menores de 36 era de 10.730 euros al año, en 2020 ha aumentado hasta los 11.700.

Altas tasas de temporalidad y de paro, salarios bajos e inestabilidad, escalada de precios... La generación más joven sufre todos los problemas que golpean a la economía, pero al cuadrado, y, sin embargo, lamenta Jansen, "en política económica no son una prioridad". Algo preocupante, advierte, porque un país sin futuro para los jóvenes es un país sin futuro.

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