El plan de Moscú para convertirse en una de las ciudades más inteligentes del planeta

Moscú, capital de Rusia.
Moscú, capital de Rusia.

A pesar de que los focos normalmente apunten a Silicon Valley (San Francisco, Estados Unidos) como la meca del mundo tecnológico, a más de 10.000 kilómetros de distancia una megaciudad con más de 12 millones de habitantes y 870 años de historia tiene la firme intención de convertirse en una de las ciudades más inteligentes del planeta.

Moscú presume de contar con argumentos de sobra para pelearse de tú a tú a nivel tecnológico con urbes de la talla de Nueva York, Londres, París, Barcelona o Seúl. De hecho, aparece como la sexta ciudad europea del futuro, según el ránking de la revista especializada en inversión fDi Magazine, perteneciente al grupo del Financial Times.

La capital rusa comenzó en 2011 un profundo proceso de transformación digital que ha desembocado ya en enormes cambios a nivel institucional, burocrático y organizativo pero que, sobre todo, está comenzando a transformar las vidas de sus habitantes. Y pretende demostrárselo al mundo durante la celebración del próximo Mundial de Fútbol de 2018, con final en el estadio Olímpico de Luzhnikí en Moscú.

"El término de ciudad inteligente no está demasiado bien definido a nivel internacional. Por ejemplo todo el mundo sabe qué es Internet, pero nadie sabe exactamente qué es una smart city", reflexionaba hace unas semanas en una entrevista con Business Insider el consejero jefe de proyectos estratégicos e innovaciones del departamento de tecnología de la información de la ciudad de Moscú, Andrey Belozerov.

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"Yo diría que una ciudad inteligente es aquella que está asignando de una manera más eficaz sus recursos con el objetivo de conseguir cumplir el mayor porcentaje de los deseos de los ciudadanos alrededor de las nuevas tecnologías", explica Belozerov.

La apuesta de Moscú por la tecnología es palpable, por ejemplo, en el subsuelo: la ciudad presume de contar con una de las redes de metro más conectadas de todo el planeta (además de ser uno de los metros más extensos del mundo) al disponer de 330 kilómetros de conexión gratuita a través de Wi-Fi gracias a la tecnología de MaximaTelecom. "No solo en las estaciones, sino también en los túneles de la red", cuenta Belozerov.

Facilitar el acceso a internet se ha convertido en una filosofía para la ciudad, que ofrece Wi-Fi gratis también a nivel de la superficie con un radio de cobertura de 15 kilómetros cuadrados alrededor del centro histórico y más de 1.100 hotspots que facilitan la conectividad en zonas de alta densidad población, un problema muy común al que se enfrentan a diario habitantes de ciudades como Nueva York o durante eventos en los que se reúne una enorme cantidad de gente en la misma área como puede suceder con los partidos de un Mundial de fútbol.

Adiós al papel

Cuando hablamos de una ciudad inteligente el concepto debe ir mucho más allá de un puñado de zonas con acceso gratuito a internet ─cosa que en Madrid no salió muy bien con aquel experimento de Gowex─, algo que Moscú parece tomarse en serio con un proceso de digitalización que ha eliminado todo rastro del papel físico para cualquier trámite administrativa.

Esa decisión ha supuesto un ahorro de 700 millones de rublos al año (alrededor de 10 millones de euros) al tiempo que, según Belozerov, ha servido para facilitar la coordinación entre diferentes estamentos públicos, tomando decisiones de una manera más ágil y garantizando la seguridad de los documentos públicos.

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Claro que eso ha implicado uno de los mayores retos del proyecto. "Cambiar los hábitos de la gente", resume Belozerov. "Hace ocho o nueve años teníamos toneladas de papeles y algunos podían traspapelarse o ser robados: era un sistema ineficiente. Ahora no tenemos ningún tipo de documento en papel físico. No se trata solo de una cuestión de ahorro, sino que es mucho más efectivo a la hora de tomar decisiones y en la transparencia pública", sentencia. 

Moscú tiene además su propia plataforma en la que los habitantes pueden enviar quejas sobre la ciudad para que sean revisadas por los responsables, un sistema que tiene ya más de un millón de usuarios registrados y que, según los cálculos facilitados por la capital, ha resuelto más de 2,2 millones de problemas.

Sensores y cámaras por todas partes

La capital rusa cuenta con más de 300.000 sensores públicos que monitorizan en tiempo real todo lo que pasa en sus calles en un sistema ideado no solo por cuestiones de seguridad sino también de eficiencia. 

Belozerov destaca que Moscú tiene capacidad para analizar los datos de 32.000 vehículos de todo tipo de servicios (desde los camiones de bomberos a los quitanieves o la recogida de basuras), midiendo todo tipo de datos que van desde las rutas que recorren a su velocidad o el consumo de combustible. "Sabemos dónde está cada coche y, al transferir todas esas señales a nuestra unidad central podemos tomar decisiones en base a los datos", explica.

La infraestructura que sustenta todas estas conexiones es gigantesca. Y crecerá todavía más con el despliegue masivo del internet de las cosas (IoT) a lo largo de las próximas décadas, de ahí que sea tan importante para estas grandes ciudades la llegada del 5G.

Moscú tiene además 160.000 cámaras repartidas a lo largo de toda la ciudad que graban más de 1.200 millones de horas al año. Belozerov insiste que la vigilancia no es el principal caso de uso del sistema, aunque explica que las fuerzas de seguridad tienen la máxima prioridad de acceso y apunta a que los ciudadanos también puede aprovechar la existencia de todas esas cámaras para denunciar, por ejemplo, el robo de un coche.

Una de las peculiaridades de esta extensa red de cámaras es que la mayor parte de la inversión corre a cuenta de las empresas de telecomunicaciones. "En lugar de comprar todas las cámaras y los cables para ponerlas en funcionamiento les dijimos a los operadores que realizaran ellos la inversión y colocaran las cámaras en los lugares que previamente les habíamos dicho", explica Belozerov.

Moscú paga a estas compañías por el servicio (siempre que reciban la señal de la cámara en la central de datos) y, además, estas operadoras pueden aprovechar la instalación de cámaras en diferentes puntos de la ciudad para extender su red de fibra óptica con el objetivo de llegar a más hogares.

Miedo al gran hermano

Las cámaras se utilizan además para controlar el tráfico, el estado de un edificio, la salud de los árboles o incluso para comprobar si se ha recogido la basura de los contenedores. Y, por supuesto, algunas de estas cámaras están equipadas con radares para imponer multas de tráfico, ya sea por exceso de velocidad o por otras infracciones como la invasión de un carril bus.

Belozerov reconoce que la privacidad derivada de este gigantesco sistema de videovigilancia es una "cuestión social delicada", pero asegura que la población ha entendido que la ciudad lo hace "con un buen propósito final".

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"Es necesario explicar a la gente que envía constantemente datos incluso sin saberlo a empresas como Google, Microsoft, Apple o Samsung. Como ciudad, nuestro papel es entender a qué tipo de datos podemos acceder, cuáles procesamos y de qué manera lo hacemos", explica Belozerov, que recuerda que empresas como Facebook utilizan los datos privados con fines comerciales sin que los usuarios se den cuenta y sin obtener beneficio alguno.

"Nosotros explicamos a la gente para qué utilizamos estos datos y cómo pueden ellos también utilizarlos. La gente ha entendido que no se trata de crear un gran hermano o que hay fines oscuros, pero digamos que han sido necesarios cuatro o cinco años para explicarlo", explica.

Las ventajas del blockchain

Otro de los aspectos clave de este proceso transformador digital ha sido el educativo. Moscú se vanagloria de contar con 1.840 escuelas conectadas o de tener un ratio del 100% de profesores y alumnos con ordenadores personales y tablets. Además de los dispositivos, las escuelas tienen sus plataformas online en las que los alumnos realizan sus deberes, pueden realizar tutorías y los padres reciben notificaciones y alertas sobre el desempeño educativo de sus hijos.

"Estamos haciendo probablemente las mayores inversiones del mundo desde el punto de vista educativo con un gasto de alrededor de 300 millones de dólares estadounidenses", explica Belozerov, que también reconoce que es fundamental seducir a los profesores para que no se "asusten" y utilicen estas nuevas tecnologías con el objetivo de incentivar el interés de los alumnos.

Algo parecido sucede con la salud. La ciudad ha creado un sistema unificado online a través del que se pueden solicitar citas online y los pacientes pueden descargarse sus recetas médicas, con el historial clínico accesible para los profesionales desde la nube en un sistema al que están adheridos más de 600 clínicas e instituciones médicas.

Belozerov repasa también algunos proyectos basados en blockchain, la tecnología sobre la que sustentan criptomonedas como el bitcoin. "Creemos que puede ayudar a mejorar la transparencia y a crear más confianza entre instituciones y los ciudadanos", explica, destacando que la tecnología que emplea el blockchain hace imposible que se puedan eliminar o falsificar los registros del pasado.

Retos de futuro

Moscú planea adoptar a lo largo de los próximos meses un nuevo plan tecnológico para la ciudad de cara al próximo lustro. Además de "completar el proceso de digitalización" Moscú se enfrenta al reto, en palabras de Belozerov, de dominar la inteligencia artificial. 

Las ciudades (como las empresas privadas) cada vez tienen una cantidad mayor de datos que son analizados por ordenadores, pero el ruso apunta a la importancia de encontrar el balance entre todos estos procesos basados en inteligencia artificial y aportarle el valor que supone la inteligencia humana.

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En este sentido, por ejemplo, la ciudad trabaja en un programa piloto para identificar automáticamente el cáncer en etapas tempranas. Para ello se ha "enseñado" a una red neuronal a identificar la enfermedad a través de miles de tomografías de pulmón, con el objetivo de que pueda servir como una segunda opinión para que los médicos tengan más herramientas para el diagnóstico.

Y es que las ciudades inteligentes del futuro no solo deberían ofrecer soluciones de conectividad a los ciudadanos, sino mejorar sus vidas en todos los sentidos.

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