Más peregrinos que camas: así cambió la pandemia la manera de hacer el Camino de Santiago, según sus protagonistas

Camino de Santiago

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  • El cierre por el COVID de muchos albergues públicos ha dificultado este verano el alojamiento en el Camino de Santiago y supone un gasto más para los bolsillos de los peregrinos.
  • Una de las grandes diferencias con otros años ha sido la casi obligatoriedad de tener que reservar alojamiento si se quería tener una cama asegurada esa noche.
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Este 2021, Año Xacobeo, se esperaba batir récords de peregrinos que llegan a Santiago, una cifra que de por sí ya aumenta año tras año.

Pero la pandemia lo cambió todo, incluso la tradicional manera de hacer esta peregrinación que impacta en la vida de muchas personas que año tras año vuelven a ponerse las botas para repetir la experiencia.

Sin embargo, los meses de parón por las restricciones no han conseguido frenar esta tradición y el Camino va recuperando poco a poco su pulso

La llegada del verano devolvió a esta ruta el aspecto al que tenía acostumbrados a todos los peregrinos con ganas de llegar a Compostela, aunque algunos cambios sí que se han notado.

Pasito a pasito, el Camino ha ido trayendo de vuelta a los caminantes: a principios de año apenas llegaban un centenar de peregrinos al mes. En mayo se sellaron 5.000 Compostelas, en junio la cifra se triplicó, en julio se superaron los 34.000 y en agosto llegaron a Santiago 43.500, la mayor parte de ellos, nacionales.

La Xunta mantiene la previsión de cerrar el año con 140.000 peregrinos que sellan su credencial, aunque se calcula que un 30% más recorre parte del Camino. 

Pese a ello, lejos quedan los números logrados antes de la pandemia, cuando tan solo en el mes de julio llegaron a Santiago más de 50.000 peregrinos y otros casi 63.000 en agosto.

En 2019, el número 100.000 selló su credencial el 9 de junio, cuando este año fue el 2 de septiembre, casi 3 meses después.

Más peregrinos que camas por las restricciones del COVID-19

La llegada del coronavirus trajo consigo muchas restricciones que afectaron de lleno al sector turístico y, con ello, a los alojamientos del Camino.

El COVID supuso el cierre de muchos albergues públicos o municipales, lo que ha dificultado en estos meses el alojamiento en la travesía, elevando además el gasto de los peregrinos.

Este cierre fue un traspiés para todas las personas que han querido completar la ruta con un presupuesto más ajustado o sin preocupaciones, ya que los públicos sobreviven a base de donativos y los privados rondan los 15 euros la noche. 

A ello se suma la reducción del aforo a distintos niveles que ha provocado que muchos de los caminantes se queden sin plazas y tengan que optar por otro tipo de alojamientos, como hoteles o apartamentos turísticos.

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Manu Arenas lleva muchas etapas del camino a sus espaldas. El año pasado salió de Madrid a Segovia para empezar de nuevo la aventura y, al llegar a la ciudad, se dio cuenta de que era muy complicado encontrar alojamiento. 

Su idea era llegar a León, pero se encontró con que el albergue religioso que iba buscando, el de las Descalzas, estaba cerrado a causa del COVID.

"Con el coronavirus casi todos los albergues religiosos cerraron, al igual que los municipales, por lo que solo quedaba opciones privadas que eran más difíciles de conseguir y requerían de mayor organización", asegura Arenas en una entrevista con Business Insider España

Dichos obstáculos le llevaron a desistir y dejar el Camino para el año siguiente. "Me dije: 'Si está cerrado este, malo'. Y pasé de hacerlo".

Antes, Arenas, como tantos otros, se alojaba en el albergue que encontrara al final del día, sin reservas. Esto es, como él explica, el "peregrinaje clásico", el que no consiste en habitaciones individuales como sí se podría encontrar en un hotel.

El mayor problema se encontraba de Sarria a Santiago, la última etapa del Camino, donde se acumula un mayor número de peregrinos y que este año tuvo más afluencia de gente, comenta Arenas.

"Ahí se notaba que poca gente se estaba arriesgando. Además, este año iban con ánimo de gastarse más dinero por una habitación individual. Se nota que el precio medio ha subido un poco", apunta.

Arenas matiza que esta subida no es algo que critique, ya que lo ve como algo normal teniendo en cuenta el límite de aforo al que se han enfrentado los albergues.

Para cumplir con las medidas de seguridad, las literas tenían que ocuparse alternando un peregrino arriba y otro en la parte de abajo de la siguiente. Así se evita el contacto cercano y se guarda distancia. 

"Entre los que compartíamos alojamiento no había problemas y apenas se hablaba del coronavirus. No había esa consciencia de riesgo o peligro. La gente que tiene miedo no iría al Camino y si lo hacían se quedaban en habitaciones individuales", añade.

En líneas generales, Arenas asegura no haber visto que se incumpliesen las norman ni que se superase dicho aforo. En cuanto a las mascarillas, señala que, por el tipo de lugar, se ha usado poco.

"El ambiente hasta Sarria era como si no hubiese pandemia, salvo al llegar a los sitios cerrados. De allí en adelante, sí. Había muchos más peregrinos y muchos venían de ambientes urbanitas", apunta.

Por el camino, Arenas dice haber encontrado muchos pequeños comercios cerrados que otros años sí estaban abiertos. "Me encontré con algún pueblo muy fantasma, con bares también cerrados".

Otro experto en la ruta es Gonzalo (más conocido en redes como @peregrinoymochila), que lleva 30 años peregrinando a Santiago, antes y después de la pandemia. Es más, ya prepara su camino desde Roma para el año que viene. 

Desde marzo 2020 ha hecho 2 caminos largos: en el 2020 el Camino del Norte de Hendaya a Santiago y en 2021 la Vía Augusta y La Vía de La Plata, desde Cádiz a Santiago. 

Su experiencia le ha hecho ver diferencias muy claras en cómo ha afectado la pandemia en varios aspectos.

Aunque notó muy poca oferta de albergues en 2020, lo que le llevó a alojarse en pensiones, lo cierto es que sí que nota cierta vuelta a la normalidad este año, pese a las restricciones de aforo que afectan a la planificación del viaje.

Además, el COVID alteró el ambiente dentro de los albergues. Al estar cerradas las cocinas, las cenas comunitarias son menos comunes y el propio miedo al contagio hace que la relación entre peregrinos sea más distante, asegura.

Gonzalo también percibió la caída en las cifras de peregrinos: en su último camino de 1.200 kilómetros, asegura solo haber caminado acompañado por otros peregrinos en 9 de ellos.

El mix de nacionalidades en el Camino es otro de los grandes cambios. "Hay mucho más peregrino nacional frente a los internacionales. Los coreanos, japoneses, latinoamericanos y norteamericanos prácticamente han desaparecido", afirma.

Los primerizos planifican más

"Ha habido mucho 'turigrino', personas que hacen del Camino una especie de vacaciones a medio gas porque no cuentan con planes en otro sitio o que lo han visto como una opción más segura", comenta Arenas.

Mucha gente ha preferido llevarlo todo organizado antes de ponerse las botas. Una de estas personas es Celia Amorox, que decidió que esta era la mejor opción al tratarse de un regalo sorpresa para su marido.

"Salimos de Sarria el 15 de agosto e hicimos los últimos 5 días de etapa. Mi idea era organizarlo a través de una agencia, pero acabé haciéndolo yo sola mirando a través de Booking y fijándome en las valoraciones de la gente. Tenía claro que tenía que ser un viaje especial y tampoco quería compartir alojamiento debido al COVID", comenta Amorox.

Geno García, también primeriza, optó por llevar todo reservado este verano, aunque asegura que en alguna ocasión pudo cambiar de lugar sin problema para poder estar con el grupo que conoció en la ruta. 

"Sí es cierto que los que no llevaban nada tuvieron alguna complicación en las últimas etapas que son las más masificadas", señala a Business Insider España

"Yo empecé en Ribadeo y hasta la antepenúltima etapa no tuvimos problemas. Merecía la pena por unos 10 euros más reservar una habitación individual y cuando lo vuelva a hacer será de la misma manera", asegura.

Los albergues, estresados por tener que dejar a gente sin camas habiendo espacio 

Miguel Ángel Rodríguez Aira, presidente de la Asociación de Albergues Privados de Galicia (Agalber) y propietario del Albergue A Reboleira (Fonfría, Lugo) relata a Business Insider España cómo ha sido la evolución de la pandemia para ellos.

"Desde el principio participamos en la elaboración de los manuales para los protocolos y la normativa ha ido evolucionando mucho", explica Rodríguez en una entrevista para este medio.

Cuando no había vacunados, los aforos llegaron a ser del 75% y, según él, las cosas se hicieron bastante bien porque no les consta que hubiese casos positivos asociados al Camino.

"Hasta junio de 2021 no hubo problemas, pero luego empezó a haber mucha gente y los albergues son comunes, por lo que las restricciones fueron más severas y el aforo hasta agosto cayó al 30%", señala.

"Después de tanto tiempo cerrados y con restricciones, la realidad económica ha sido mala. Muchos albergues han estado muy precarios, cuando en el resto del sector ha ido mejor por la influencia del verano", expone. 

"A esto se sumó el agravante de que la gente se quedaba sin camas, durmiendo fuera, y acababan alojándose 10 personas en un piso y sin medidas. Hubo muchísima demanda y se buscaban alojamiento donde sea, incluso en casetas de obra", revela.

Según cuenta, aunque se ha subido la capacidad al 50% y no se da la afluencia de otros años, se puede alojar a casi todo el mundo pero sigue habiendo problemas de camas.

Para solventar este problema, con la ayuda de Turismo de Galicia han puesto en marcha una página (Bookalbergue.com) en la que es posible consultar todos los albergues asociados y reservar plaza.

"Estamos insistiendo en que tomamos muchas medidas y que los aforos se podrían haber aumentado. Seguimos siendo los más estrictos cuando prácticamente no hay problemas y casi todos están vacunados. Solo hubo grupos de jóvenes sin vacunar y los brotes fueron por eso", argumenta.

"Creemos que se ha hecho bien y con seguridad. Económicamente hemos sido los peor parados en el sector de alojamientos y no se nos ha compensado con ayudas", se queja Rodríguez.

En la asociación intentan apoyarse unos a otros, pero ha habido alguno que ha tenido que echar el cierre permanentemente. Para sobrevivir, solicitan cada semana a Sanidad que estudien la situación. 

“Ha sido muy estresante el tener que dejar a la gente fuera teniendo camas vacías”, concluye Rodríguez.

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