De un verano sin taquillazos a un otoño de peliculones: Hollywood vira hacia el canal digital para dar salida a sus producciones y anticipa una nueva era para los estrenos en los cines

Gal Gadot en 'Wonder Woman 1984'.
Gal Gadot en 'Wonder Woman 1984'.
  • El entretenimiento es, ahora mismo, un gigantesco castillo de naipes que se tambalea. Y en el centro de todas las miradas está el streaming.

  • Con la suspensión de otras actividades de ocio, el vídeo bajo demanda se ha convertido en la estrella indiscutible de los salones. Pero es de esperar que este pico de consumo se modere una vez que la situación vuelva a algo parecido a la normalidad.

  • La producción y distribución de contenidos se transformará para siempre debido a la crisis. Empresarialmente, las mejores posicionadas serán las compañías 100% digitales —como Netflix o Amazon— o con una estrategia digital clara.

  • A nivel hábitos de consumo, la aceleración hacia el modelo del streaming y la reconfiguración de las ventanas digitales
    —más flexibles y próximas a la ventana de cines, como lleva años reclamando la industria— también se dan por hecho.

  • La incógnita gira en torno a qué estrenos se mantendrán en las salas de cine: las grandes superproducciones necesitan del theatrical no sólo para amortizar los gastos. También necesitan exposición para impulsar otras fuentes de ingresos.

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Es pronto para saber si estos meses de parón acabarán provocando una disrupción en el audiovisual más profunda que la que, en su momento, supuso la llegada de internet a nuestras vidas. Pero, de entrada, se están produciendo movimientos que auguran cambios profundos en un sector que llevaba décadas funcionando con las mismas dinámicas. Los expertos coinciden en que el confinamiento no ha hecho sino acelerar tendencias que ya se venían observando en la economía del entretenimiento. La balanza de las predicciones se inclina hacia escenarios poco optimistas. 

Las primeras consecuencias del COVID-19 se han producido a gran velocidad. Las televisiones han registrado caídas significativas en la inversión publicitaria y se preparan para el impacto que supondrá, a medio plazo, la cancelación de la temporada de pilotos y de las retransmisiones deportivas. Las grandes cadenas de exhibición, ahora cerradas, buscan la ayuda financiera necesaria para superar el cese de actividad y poder subir la persiana cuando la situación se normalice. Las distribuidoras se han visto obligadas a aplazar a finales de año —o sine die— sus grandes estrenos. Los festivales y mercados, palanca de producción, promoción y circulación de contenidos, se han cancelado o, en el mejor de los casos, aplazado.

El entretenimiento es, ahora mismo, un gigantesco castillo de naipes que se tambalea. Y en el centro de todas las miradas se encuentra el streaming. Probablemente porque no ha sido uno de los sectores más afectados. Muy al contrario. Con la suspensión de otras actividades de ocio, el vídeo bajo demanda se ha convertido en la estrella indiscutible de los salones. Altas en servicios que antes no se tenían contratados, registros para hacer uso de los períodos de prueba gratuitos o de ofertas free-access de algunas plataformas, alquiler y compra digital de películas de estreno… Las cifras del home entertainment digital, en sus distintas fórmulas, no paran de crecer.

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Según el panel de Nielsen, durante la última semana de marzo, los hogares de Estados Unidos vieron 165.000 millones de minutos de vídeo online, un 36% más que la semana anterior y más del doble de los minutos registrados en el mismo período del año previo. Una tendencia que también se desprende de los últimos datos publicados por Comscore, que revela un aumento medio de un 30% en los hogares suscritos a una plataforma de vídeo bajo demanda (VOD), tanto en su modalidad de suscripción como de compra o alquiler. 

Es de esperar que este pico de consumo se modere una vez la situación vuelva a algo parecido a la normalidad. Y será entonces cuando el VOD tenga que gestionar los problemas que, sin ninguna duda, se va a encontrar por el camino. 

El vídeo bajo demanda tiene sus propios problemas

El COVID-19 ha puesto en suspenso nuestras vidas… y también los rodajes. A finales de marzo, Ted Sarandos, director de Contenido de Netflix, confirmaba, en declaraciones a CNN, que todas sus producciones habían quedado interrumpidas. La incertidumbre les ha obligado a prepararse para dicha contingencia de la única manera posible: avanzando la parte creativa de las producciones de forma virtual hasta que se pueda reanudar la parte técnica. Aunque se encontraban en un estado tan avanzado que no se esperan retrasos a medio plazo, es de esperar que la paralización de los rodajes y las condiciones de seguridad que estos requerirán una vez se reanuden produzcan una ralentización de la parrilla de salida de contenido original a finales de este año y principios del que viene.

Un parón que no solo afectará a servicios como el suyo, que nos tiene acostumbrados a una elevada rotación de estrenos. La situación también es complicada en el caso de empresas como Disney. Sus estrenos MTU (Marvel Television Universe) necesitan del MCU (Marvel Cinematic Universe) no solo para ser financieramente sostenibles sino también para hacer crecer la base fan —y de clientes— de Disney+. No hay que olvidar que Disney trabaja creando un ecosistema de dependencias, impliquen comprar una entrada de cine, un funkopop o pagar una suscripción mensual para no perder tu contacto como fan con ese universo.

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Con independencia de que las historias se puedan consumir de manera independiente, la seña de identidad de la casa, lo que hace verdaderamente rentable el producto y atractivo el universo es la interconexión: el final de Avengers: Endgame con el primer original de Marvel para Disney+, Falcon and the Winter Soldier, y de esta, a su vez, con la precuela cinematográfica sobre Viuda Negra. Y lo único que ahora parece estar interconectado es el retraso de ambos estrenos: el de Viuda Negra ha pasado de mayo a noviembre y Falcon and the Winter Soldier, inicialmente prevista para agosto, también podría aplazarse porque el COVID-19 les pilló a punto de terminar la producción.  

Si tenemos en cuenta que el contenido original es la gasolina que hace funcionar estos servicios, conseguir nuevos clientes y mantener los que ya tienen en ausencia de algunos de los títulos más esperados no será tarea fácil.

¿Ayudará el vídeo bajo demanda a sobrevivir al primer verano sin blockbusters?  

Hollywood se prepara para un verano el primer verano sin blockbusters. Decir adiós a una de las épocas del año más rentables ha impulsado un replanteamiento de las estrategias de lanzamiento, cargándose las famosas ventanas de distribución por el camino. Ya sea adelantando la ventana de la suscripción digital (Frozen 2 o Star Wars: el ascenso de Skywalker) o saltándose la ventana de cines para estrenar directamente en alquiler digital (Trolls World Tour, cuyo éxito en esta ventana ha hecho historia) o en vídeo bajo demanda por suscripción (Artemis Fowl), las majors están tensando las cuerdas de la exclusividad con una lógica muy clara. El estreno en digital en confinamiento puede ser más rentable que la incierta promesa de un taquillazo más adelante. 

Evidentemente, no todas las películas —al menos no de momento— son susceptibles de someterse a la misma disciplina. Las grandes superproducciones necesitan del theatrical no solo para amortizar los gastos. También necesitan la exposición que les da un estreno en salas para impulsar otras fuentes de generación de ingresos —incluidas el resto de las ventanas—. Ni los precios del vídeo bajo demanda —que, además, es unitario por producto frente al pago de entrada por persona— ni su notoriedad sirven a este propósito.

El aplazamiento de los grandes estrenos (Viuda Negra, The Eternals, Bond o Maverick, entre otros) plantea una cuestión adicional: pasaremos de un verano sin taquillazos a un otoño lleno de peliculones. Esto va a convertir la promoción en una auténtica batalla por la atención del espectador de blockbusters

Entonces, ¿le decimos adiós a Hollywood?

Como decíamos al principio, es pronto para augurar cuándo se recuperará el sector de las devastadoras consecuencias del confinamiento y si tendrá el mismo aspecto que hasta ahora. La gran incógnita sigue siendo cómo quedará reconfigurada la economía del audiovisual ante los previsibles trasvases de públicos de las distintas ventanas.

En su último informe de MoffetNathanson, Say goobye to Hollywood, Michael Nathanson asegura que la producción y distribución de contenidos va a cambiar para siempre debido a la crisis. Empresarialmente las mejores posicionadas serán las compañías 100% digitales —como Netflix o Amazon— o con una estrategia digital clara y/o una adecuada combinación de medios que les permita dar salida a sus producciones. Los ganadores parecen claros: Disney —con Disney+ y Hulu—, AT&T/WarnerMedia —con HBOMax—, Universal —con Peacock— y Lionsgate —con Starz—. 

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A nivel de hábitos de consumo, la aceleración hacia el modelo del streaming y la reconfiguración de las ventanas digitales (más flexibles y próximas a la ventana de cines, como lleva años reclamando la industria) también se da por hecha. Sobre todo en un escenario post COVID-19 con una más que previsible crisis económica, que no animará precisamente el gasto en ocio, especialmente si se trata de transacciones individuales.

La incógnita parece estar en qué fórmula de estrenos en cine sobrevive. Parece claro que la ventana de theatrical seguirá siendo clave para la generación de fenómenos que permitan una larga explotación económica. Es en el ámbito de las películas de presupuesto medio-bajo en donde la estrategia de los estrenos en cines será más cuestionable. Una cosa es que una película sea "estrenable" y otra cosa muy distinta es que deba estrenarse. La delgada línea que separa ambos supuestos es algo que los productores, probablemente, tendrán cada vez más en cuenta. Y si seguimos acumulando experiencias de éxito —y rentables— en el consumo bajo demanda, la suerte podría estar echada. 

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