Este gráfico refleja el 'boom' de los trabajadores indefinidos en España: se disparan un 225% por encima de la última década

Un trabajador coloca paquetes con una carretilla montacargas en un almacén logístico

En septiembre de 2012 se firmaron 117.683 contratos indefinidos en España. Hoy, una década más tarde, se han firmado 775.856 contratos fijos.

Los contratos indefinidos experimentan un boomen España desde la aprobación de la reforma laboral. En lo que va de año, se han cerrado de media más de medio millón de contratos fijos cada mes. En los primeros 9 meses de 2019, en cambio, no llegaban a los 180.000 de media al mes.

La meta de la nueva normativa estaba en popularizar los contratos indefinidos y limitar los temporales y, por el momento, los resultados son más que patentes. Los datos no sólo son históricos, sino que superan de largo la media de contratos fijos firmados en los últimos años.

Si en septiembre de 2019 los fijos no llegaban a suponer el 12% del total de contratos ese mes, frente a un 88,6% de temporales, en septiembre de 2022 el porcentaje de indefinidos se dispara al 46,7% y casi iguala al 53,3% de temporales.

Es más, tomando como referencia los últimos 10 años, resulta que en España se firmaron de media 179.408 contratos al mes, frente a los 583.382 al mes de media en 2022. Se trata de una subida del 225%.

Buena parte de esa explosión de contratos fijos, sin embargo, le debe el mérito a la popularización de los llamados fijos-discontinuos, el contrato estrella de la reforma laboral. Del total de contratos indefinidos firmados en septiembre, 281.253 fueron fijos-discontinuos, es decir, un 36%.

Los fijos-discontinuos son la modalidad de contratación que el Gobierno quiere fomentar para aquellas actividades más estacionales, como el turismo, donde las empresas recurrían a los contratos temporales. 

La trampa de la nueva reforma laboral: por qué no acaba con la temporalidad, sólo la maquilla

Se trata de contratos que, aunque son fijos, esconden algún tipo de temporalidad. Por ejemplo, el empleado de un hotel que sólo trabaja en temporada alta. Con este contrato formaría parte de la plantilla de forma fija, pese a no trabajar todo el año, y la empresa estaría obligada a llamarle cada vez que inicie su actividad.

Ese vínculo con la empresa se traduce en que, aunque los fijos-discontinuos sean una modalidad a caballo entre lo temporal y lo indefinido, implican mejores condiciones laborales que las de un contrato temporal.

Mientras tanto, los contratos temporales han caído con fuerza: de suponer un 88,6% de los contratos firmados en septiembre de 2019, antes de la pandemia, a sólo un 53,3% ahora. En 2011, el porcentaje de indefinidos apenas suponía el 8% de los contratos firmados, frente a un 92% de los temporales.

La reforma laboral nació con el objetivo de ampliar la duración de los contratos y poner coto a la temporalidad, y la realidad es que los contratos temporales caen, y los indefinidos suben. Lo corrobora el Banco de España, y casas de análisis como BBVA Research o Fedea. 

Que parte de ese empleo indefinido sea de peor calidad no tiene tanto que ver con los defectos de la regulación, cuanto con el propio carácter estacional intrínseco a determinados sectores y actividades, y la estructura productiva no puede cambiarse con una ley.

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