He durado menos de un año como asistente en Hollywood: ser el blanco constante de un comportamiento terrible simplemente no vale 15 dólares la hora

Eboni Boykin-Patterson
| Traducido por: 
Qaleb Pillai.
Qaleb Pillai.

Cortesía de Qaleb Pillai.

  • Qaleb Pillai ha sido asistente de los mejores agentes de Hollywood durante casi un año.
  • Pero afirma que el ambiente de trabajo era duro para su salud mental y que el sueldo en ese momento era de solo 15 dólares la hora (unos 13,95 euros).
  • Al final, Pillai acabó dejando la agencia y se fue de Los Ángeles para emprender un nuevo camino.

Este artículo se basa en una conversación con Qaleb Pillai. El texto ha sido editado por motivos de extensión y claridad.

En 2019, ejercí durante 8 meses de asistente en una importante agencia de talentos de Hollywood, ICM.

Empecé como flotante, es decir, como una de las personas que están en la categoría inferior de la empresa: básicamente trabajaba como asistente temporal para diferentes agentes cada vez que un compañero con puesto permanente estaba fuera. El resto del tiempo trabajaba en la sala de correo, haciendo recados y clasificando documentos. 

Lo haces todo con la esperanza de que al final te contrate un agente como su asistente personal, lo que llamamos "conseguir un escritorio". 

Siempre había querido trabajar en la industria del entretenimiento como guionista: quería contar diferentes historias. Fui a la USC para estudiar empresariales y guion, y en mis 4 años allí, todo el mundo me decía lo mismo: la mejor manera de aprender la industria es trabajar en una agencia. Así que ese fue mi objetivo. 

Muchas de las personas que conocí mientras estudiaba guion en la facultad también acabaron yendo a diferentes agencias, ya fuera una de las 4 grandes (en aquella época) de Hollywood —CAA, ICM Partners, UTA o WME— o una agencia más pequeña, como Verve

Todos teníamos el mismo plan: trabajar un año o 2, hacer algunos contactos y luego irnos a uno de los codiciados puestos creativos a los que solo tienen acceso los antiguos asistentes de agentes de Hollywood.

No tenía ni idea de que un año acabaría siendo demasiado tiempo para mí.

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Ser asistente de Hollywood significa ser el blanco de comportamientos terribles

Tanto mis compañeros más directos (las personas con las que me uní al grupo de flotantes), como los asistentes que se sentaron cerca de mí una vez que conseguí un escritorio, fueron geniales y me apoyaron. Fue como si sufriéramos juntos y eso realmente creó un vínculo muy fuerte. 

Durante las comidas y las copas después del trabajo, nos desahogábamos y nos apoyábamos mutuamente. Uno decía que había llorado en el baño, otro que su agente le había humillado delante de un montón de personas. Nos reíamos juntos y se creaba un ambiente de colegueo.

La mayoría de los agentes de Hollywood son conocidos por ser despiadados, mezquinos e incluso implacables. Uno de los agentes incluso afirmó que eran duros con sus ayudantes para prepararlos para el puesto, porque los clientes te tratan mal y tienes que ser fuerte en las negociaciones. Esa explicación me pareció injustificable.

Me rompí la clavícula fuera del trabajo una semana después de que me contrataran en la agencia. Un par de semanas más tarde me asignaron mi segundo proyecto y el agente con el que me tocó trabajar me gritó por moverme demasiado lento y por no saberme las respuestas de las preguntas que me hacía. 

También opinó de lo mal asistente que era mientras hablaba con alguien (escuchamos todas las llamadas de los agentes). Hacía todo el trabajo con un solo brazo y con dolor, pero no le importaba.

Cuando por fin me contrataron permanentemente en un despacho, me sentí como la excepción entre la mayoría de mis compañeros porque me tocó un jefe simpático. A día de hoy solo tengo cosas buenas que decir de él: era un gran tipo. Pero 2 semanas después de contratarme, dejó la empresa. 

Fue entonces cuando mi experiencia cambió drásticamente y acabó convirtiéndose el principio del fin para mí.

Me encontré de nuevo en la sala de correo y los compañeros con los que compartía las penas se habían ido, ya que todos habías sido contratados también. 

Ser un trabajador flotante con experiencia en la sala de correo era un bien codiciable para los agentes, es decir, que me tocaban los puestos más difíciles. Estaba con los socios y los jefes de departamento, quizás el grupo de personas más desagradables.

 

El ambiente de trabajo no era para mí, así que decidí que era hora de marcharme

Llegados a este punto, los aspectos positivos que me habían hecho seguir adelante desaparecieron y las frustraciones empezaron a ser más fuertes y constantes, una de ellas es que me movía en un sector predominantemente blanco. 

Los que están en el poder son blancos y contratan a gente que les recuerda a ellos mismos, normalmente otros blancos. Ya lo sabía, pero vivirlo de cerca afectó mucho a mi salud mental. 

Además, en un grupo de Facebook de asistentes de Hollywood en el que participaba, veía a gente de entre 30 y 40 años hablando de intentar casarse o formar una familia, y de cómo no podían. El estilo de vida de los asistentes de Hollywood no favorece nada de eso. 

El sueldo de asistente era de solo 15 dólares la hora (unos 13,95 euros) –lo que correspondía al salario mínimo legal en California en aquella época–, y vivir en Los Ángeles, una ciudad increíblemente cara, con ese sueldo era muy difícil.

También me contaron la historia de un asistente que cogió vacaciones para su boda y que por una confusión en la sala de correo no había nadie cubriéndola. Ante esa situación alguien acabó llamándole mientras se casaba. 

Esto también me sirvió para darme cuenta de que no quería estar en mi boda recibiendo una llamada de recursos humanos o mi jefe. Quería autonomía y necesitaba encontrar una manera diferente de encontrarla.

Fui a RRHH y presenté mi dimisión. A la semana siguiente, dejé la agencia y Los Ángeles.

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Encontré un camino diferente para dejar huella en Hollywood

Volví a Texas y acepté un trabajo en la recepción de un gimnasio local. Posiblemente, era el momento más bajo de mi vida porque no tenía ni idea de lo que quería hacer y sentía que había fracasado. Pero no me di por vencido, decidí coger el dinero que había conseguido ahorrar y viajar unos meses por mi cuenta.

Me di cuenta de que todavía quería cambiar el sector y ver cómo se hacían historias sobre gente que se parecía a mí. Al final, escogí una carrera diferente para dedicarme a las finanzas. La idea era poder financiar los proyectos que quería ver. Me saqué un máster en Finanzas y me trasladé a Nueva York para trabajar como analista financiero. 

Mi objetivo es el mismo que antes de entrar en la agencia, pero la forma de conseguirlo es distinta. 

Nota del editor: Los hechos descritos tuvieron lugar antes de la fusión de ICM con CAA en 2022. CAA ha declinado hacer comentarios para este artículo.

Nota: El reportero de esta historia es un antiguo asistente de ICM Partners.

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