Me gano la vida buscando joyas perdidas en las playas: tengo una tasa de éxito del 90% y la mayoría de las búsquedas me llevan menos de 2 horas

Michael Oliver después de haber encontrado un anillo.
Michael Oliver después de haber encontrado un anillo.

Michael Oliver

Gary Nunn,

| Traducido por: 
  • Michael Oliver buscaba metales perdidos como pasatiempo mientras trabajaba como conductor de carretillas elevadoras en almacenes.
  • Pero cuando empezó a encontrar joyas valiosas, se dio cuenta de que podía ganarse la vida con ello.
  • Ahora trabaja en las playas de Sídney y sus océanos circundantes recuperando los objetos preciosos.

Este artículo se basa en una conversación con Michael Oliver, que utiliza equipos de detección de metales para recuperar objetos perdidos en Sídney, Australia. El texto se ha editado para una mejor extensión y claridad.

Cuando cumplí 10 años me regalaron un detector de metales y nació en mí una nueva afición. Nunca habría imaginado que 2 décadas después se convertiría en mi trabajo.

Antes era conductor de carretillas elevadoras en almacenes. Tenía lesiones de espalda y estaba harto de trabajar en un sitio que parecía no preocuparse por los empleados ni por el esfuerzo que realizaban. En mi tiempo libre me distraía y entretenía detectando metales. 

Cuando el volumen de joyas que encontraba en las playas empezó a aumentar significativamente, me di cuenta de que podía convertir mi pasión en mi profesión

Llevo 7 años dedicándome a ello profesionalmente. Llamé a mi negocio Lost Jewelry Recovery (Recuperación de joyas perdidas) en lugar de denominarlo simplemente servicio de detección de metales, porque las joyas son los artículos que más me piden los clientes que recupere.

Dispongo de un equipo especial, no solo de detección de metales en tierra, sino también de equipos de submarinismo y detectores subacuáticos.

Las búsquedas no solo se realizan en la arena, sino también en el mar. Puedo buscar en la orilla en aguas poco profundas o sumergirme literalmente en las profundidades del océano; lo que sea necesario para recuperar el tesoro perdido del cliente.

El punto de partida siempre depende de dónde recuerde la persona haber visto el objeto por última vez, de la marea que haga y del clima.

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La tecnología de los equipos que uso me informa exactamente dónde excavar y a qué profundidad

A veces encuentro joyas perdidas en 5 minutos o menos, pero otras veces, puedo tardar 2 horas. Todo depende de las condiciones meteorológicas, las mareas y si el propietario sintió que el objeto se le escapaba en un lugar concreto, lo que me da un radio estimado de dónde puede estar. 

Todos los socorristas de Sídney tienen mi número. Mi servicio cuesta casi 100 euros por 2 horas de búsqueda, ya que tengo una tasa de éxito del 90%.

Hay montones de anillos perdidos: anillos de compromiso, anillos de boda, reliquias familiares... de todo. Todas las piezas son muy sentimentales, y a veces también de gran valor monetario. 

Una vez, un hombre me contó que su anillo de boda le había costado más de 3.000 euros. Lo perdió nadando en el océano. Me llamó en secreto, esperando que yo lo encontrara antes de que su mujer se diera cuenta. En una hora ya lo había encontrado y él lo tenía otra vez en su mano. 

Hace poco encontré un anillo que una madre le había regalado a su hija antes de morir. También recibo peticiones repetidas. Un hombre me llamó 2 veces para encontrar su anillo de boda perdido. 

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También una viuda perdió la alianza de su difunto marido mientras practicaba paddle surf. Estuvieron casados 25 años y, desde su muerte hace 19, nunca se había quitado su alianza, con la palabra "siempre" inscrita. Fue un reencuentro muy emotivo.

Los reencuentros suelen ser emotivos

A veces, los curiosos de la playa que han presenciado la angustiosa búsqueda estallan en aplausos espontáneos cuando encuentro el objeto perdido. Otras veces, el propietario rompe a llorar. Recibo muchos abrazos de alivio.

No son solo anillos. He recuperado un reloj Rolex de oro y diamantes cuya dueña me explicó que valía unos 6.500 euros. Recuerdo que una mujer perdió un brazalete muy caro que le habían regalado y que tenía una piedra muy rara y preciosa. Después de que las olas me golpearan y me sacaran varias veces, oí esos gritos mágicos.

Ella lo describió como un milagro y su pareja se emocionó tanto que me agarró y me abrazó tan fuerte que el brazalete se rompió: se partió limpiamente por la mitad.

No todo son joyas, hay cosas mucho más raras

Una vez me llamaron para ayudar a un hombre que llevaba las cenizas de su padre colgadas del cuello en un crucifijo, pero que lo había perdido tras meterse en una pelea en una fiesta en su casa.

Ahora estamos en pleno verano en Sídney y todo el mundo está en las playas, así que estoy más ocupado que nunca: recibo hasta 6 llamadas al día, sobre todo de playas muy concurridas.

Estoy tan ocupado que me llevo a mi madre conmigo a las misiones de recuperación de objetos. A ella también le encanta buscar metales y es capaz de pasarse horas arrodillada, decidida a encontrar el artículo perdido. Trabaja en un hospital 18 horas al día, pero a veces puedes verla en la playa a las 4 de la mañana.

Pero eso es en verano. En invierno es otra historia. Puedo pasar un mes entero sin una sola llamada. Me gusta tanto la detección de metales que en los ratos muertos voy a cazar por afición y hago vídeos de las cosas interesantes que encuentro.

Todo está bajo llave, pero no en mi casa, porque ahora demasiada gente sabe dónde vivo. Allí hay miles de joyas sin reclamar. Nunca he vendido nada porque no son mis joyas, son las de otras personas y estoy orgulloso de ello.

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Por suerte, encontré un negocio secundario relacionado al que también le dedico tiempo: publicar vídeos de mis misiones de recuperación y los reencuentros emocionales en mi canal de YouTube. Ahora tengo 309.000 suscriptores y obtengo ingresos gracias a los anuncios. En un día lluvioso, aprovecho para editar los vídeos, lo que me lleva mucho tiempo, pero me ayuda a pagar las facturas.

Lo mejor de mi trabajo es el subidón de adrenalina que siento cuando un propietario ha afirmado previamente: "Nunca lo encontrarán". Creen que ya está en Nueva Zelanda, pero nunca es así. Tengo cientos de vídeos que demuestran una y otra vez que sus joyas se pueden recuperar, normalmente para su gran sorpresa.

Ayudo a otros a encontrar sus tesoros perdidos. Por eso me levanto cada mañana: por esos reencuentros. Vivo para ellos.

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