La dieta que mantiene el cerebro joven es la que no esperarías: vino, queso y cordero

Mariella Bussolati,
Una mujer bebe de su copa de vino
  • Una nueva investigación sugiere que hay una conexión entre la comida y el cerebro en relación a la capacidad de pensar coherentemente.
  • Lo sorprendente es que se da con el vino, el queso y el cordero; alimentos que, apuntan, ayudan a estar más lúcido.
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La alimentación que llevamos puede afectar enormemente a nuestra salud, tanto en un sentido negativo como en un sentido positivo.

Una nueva investigación de la Universidad de Iowa (EEUU) sugiere que justo cuando estamos a punto de dar comienzo a un banquete se da una conexión clave entre la comida y la mente, particularmente en la capacidad de pensar coherentemente. Y la sorpresa es que no se trata de la habitual fruta o verdura, sino de algo que a veces miramos con recelo, aunque nos dé mucho placer: el vino y el queso, dos alimentos que ya solemos asociar con el placer.

De hecho, los investigadores han descubierto que comer queso de forma regular, beber un poco de vino con cada comida e incluso comer cordero una vez a la semana (esto no se aplica a otras carnes), ayuda a estar más lúcido y a evitar cualquier declive cognitivo, incluyendo el alzheimer.

Estudios anteriores ya habían demostrado que los quesos bajos en grasa, como la mozzarella y otros productos lácteos como el yogur, ayudan a nuestro cerebro. Mientras que la crema y los quesos más procesados e industriales pueden llevar al resultado opuesto.

El efecto del queso es más notable en las personas que no tienen antecedentes familiares de demencia. Lo que significa que probablemente no pueda prevenirlo en aquellos que están genéticamente predispuestos.

Los académicos, por ahora, no han investigado las causas. En el caso del queso, podría ser el contenido de calcio, vitamina B12 y algunos lactopéptidos que ya se ha comprobado que tienen un efecto positivo en los adultos. También contiene muchos tipos diferentes de bacterias que pueden afectar a la flora intestinal, que se ha demostrado que afectan tanto al estado de ánimo como a la capacidad cognitiva.

En el caso del vino podría ser debido a los flavonoides o al hecho de que, como argumenta Gordon Shepherd de la Universidad de Yale en su libro Neuroenología, cuando bebemos un vaso de vino no sólo lo bebemos, sino que lo probamos, lo olemos, lo miramos, involucrando numerosos sentidos y activando diferentes procesos neuronales y motores. Por lo tanto, involucramos al cerebro en una actividad mucho más compleja de lo que parece, y esto lo obliga a mantenerse activo.

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Para llevar a cabo el estudio, se recogieron los datos de 1.787 adultos a través del Biobanco Británico, una base de datos pública que puede ser consultada por todos, que almacena información genética y sanitaria de 500.000 británicos. A los participantes seleccionados se les ofrecieron 2 cuestionarios. El primero era sobre la dieta y preguntaba sobre la ingesta diaria de alimentos y bebidas, incluyendo frutas, verduras crudas y cocidas, pescado, carne como la de pollo, cerdo, vaca y cordero, pan, cereales, té, café y alcohol. El examen se realizó durante 10 años. El segundo cuestionario, por otra parte, se refería a la inteligencia. Se llevó a cabo en 3 periodos diferentes, con tres 3 de diferencia, y tenía como objetivo comprender la rapidez del pensamiento.

Los científicos, sin embargo, también han verificado el daño de la sal. Consumir demasiado no es bueno para la salud, pero en particular los que corren el riesgo de padecer Alzheimer deberían evitarlo en la medida de lo posible.

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