No tan rápido, Google: Bard llega a Europa pero Bruselas todavía puede aguarle la fiesta a nivel de normas de privacidad e IA

Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, junto a Joe Biden, presidente de Estados Unidos

Reuters / Google

  • Google ha lanzado este jueves en Europa su IA generativa Bard después de sufrir retrasos por las leyes de privacidad europeas.
  • El rival de ChatGPT llega solo unas días después de que Bruselas haya vuelto a legalizar las transferencias de datos a Estados Unidos, una puerta abierta que Google no ha tardado en usar.
  • Pese a que el marco legal empieza a sonreír a la IA generativa, estas herramientas pueden enfrentarse a retos importantes en el corto plazo por las leyes de privacidad e IA comunitarias.

Bard es una de las principales apuestas de cara a futuro de Google para no quedarse atrás frente a ChatGPT en el estratégico mercado de la inteligencia artificial, pero hasta esta semana no podía utilizarse en Europa, uno de los mercados más importantes del mundo.

Esta anomalía que ha durado 4 meses ha terminado esta semana, con el lanzamiento el jueves de Bard en toda Europa, incluyendo a España y el español como uno de sus 40 idiomas, en la que hasta el momento es la mayor expansión de la herramienta de IA generativa de Google.

La llegada de Bard a Europa no ha estado exenta de polémica, porque al igual que le está sucediendo a ChatGPT, Bard ha tenido problemas para adecuarse a la legislación de la Unión Europea, en especial en materia de privacidad y de uso de datos.

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Este problema ha sido el responsable de que el lanzamiento de Bard haya tardado más de lo esperado en la Unión Europea, ya que Google planeaba que llegase hace un mes, pero las dudas del regulador sobre el cumplimiento de las normas de privacidad le hicieron posponer su decisión.

La oportunidad: el acuerdo de transferencia de datos entre Europa y EEUU anunciado esta misma semana

Google Bard, de la misma manera que otras herramientas similares como ChatGPT, requiere de una enorme cantidad de datos para entrenar su algoritmo, una técnica conocida como aprendizaje automático. 

OpenAI es conocida por sus bases de datos GPT, con GPT-4 como el modelo más reciente para entrenar a la IA, mientras que Google tiene su base propia PaLM 2, que alimenta a Bard.

Estas bases de datos masivas son fundamentales porque son las responsables de la calidad de las respuestas con lenguaje natural, pero también son sensibles por varios motivos, ya que pueden introducir sesgos en la IA y porque se teme que entre los datos utilizados puedan ser personales o confidenciales. 

De hecho, muchas empresas ya desaconsejan a sus empleados usar ChatGPT para evitar filtraciones de datos corporativos, como Apple, Deloitte o incluso la propia Microsoft, inversora en OpenAI, entre otras.

En esto entra en juego otro aspecto especialmente importante en el Viejo Continente: Google es una empresa estadounidense, pero cuando opera en Europa tiene que respetar las leyes comunitarias de privacidad, que hasta ahora prohibían las transferencias de datos de ciudadanos europeos a Estados Unidos.

Esto es así desde el año 2020, cuando lo decidió el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), tras la denuncia de la asociación activista austriaca Noyb, que prohibía las transferencias pese a lo firmado en el acuerdo Privacy Shield entre Bruselas y Washington en 2016. Antes había pasado lo mismo con el acuerdo Safe Harbor, de principios de los 2000 pero bloqueado por el Alto Tribunal.

No obstante, la situación ha cambiado radicalmente esta misma semana y ha abierto la puerta a que Google pueda lanzar Bard con mayores garantías. 

Solo 3 días antes del lanzamiento de Bard en Europa, la Comisión Europea firmó un nuevo acuerdo de transferencia de datos con Estados Unidos. Tras los cambios anunciados por Biden en su legislación en octubre de 2022, Bruselas ahora considera como puerto seguro al país norteamericano.

Resulta inevitable pensar que el anuncio de este acuerdo ha influido positivamente en la decisión de Google de lanzar Bard en Europa.

"Google y también otras empresas como OpenAI se han aprovechado la situación del acuerdo, que se ha presentado pero no se ha llegado a publicar en diario oficial", ha asegurado Gonzalo Oliver, miembro de la Asociación Española de Delegados de Protección de Datos (aeDPD).

Primer reto: que la transferencia de datos vuelva a bloquearla la justicia

Pese a la alegría a Google en forma de transferencia de datos a Estados Unidos, el gigante tecnológico aún no puede dormir del todo tranquilo por cuanto respecto a Bard en Europa.

El primer reto que puede encontrarse es que suceda lo mismo que en los últimos acuerdos de datos y que una denuncia al Alto Tribunal europeo pueda volver a salir adelante y que la justicia los bloquee las transferencias de nuevo

Noyb y el activista austriaco Max Schrems ya han confirmado que volverán a recurrir y que esperan una resolución en 2024, por lo que si por tercera vez vuelven a darle la razón, podría ser un obstáculo para Bard en Europa.

"El Privacy Shield 2 [nombre coloquial del acuerdo de transferencia de datos] va a caer porque, pese a los cambios menores, Estados Unidos no ha modificado la ley de seguridad nacional y las autoridades pueden seguir accediendo a los datos de las empresas y porque se ha creado un órgano pero no tiene capacidad sancionadora", añade Oliver.

El experto hace referencia al anuncio de la creación en Estados Unidos de un nuevo organismo regulador conocido como Tribunal de Revisión de Protección de Datos (DPRC) que hará la labor de mediación entre usuario y agencias de inteligencia cuando estas requieran acceder a bases de datos por motivos de seguridad nacional.

Google no ha dado detalles sobre si el tratamiento de los datos de usuarios europeos por parte de Bard será diferente a como ya se trata la información en Estados Unidos o si implica transferencias transatlánticas.

"Hemos tomado medidas para gestionar la información de las personas de forma responsable. Cuando se interactúa con Bard, Google recopila datos como conversaciones, ubicación, comentarios e información de uso para ayudarnos a proveer, mejorar y desarrollar nuestros productos, servicios y tecnologías de aprendizaje automático", ha asegurado Google en un comunicado remitido a Business Insider España.

Google almacena la actividad de Bard en las cuentas de Google durante un máximo de 18 meses, pero se puede cambiar a 3 o 36 meses. También se puede desactivar esta opción, solicitar la eliminación de contenidos o exportar los datos, los principales requisitos que establece el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) europeo.

Recientemente, Google Bard ha introducido una serie de cambios en su funcionamiento a nivel internacional que también pueden haber facilitado su lanzamiento en Europa.

La herramienta de IA generativa ha mejorado mucho recientemente en transparencia de la información. Ahora, los usuarios de Bard siempre tienen la opción de conocer la fuente de los datos que se muestran en las respuestas, algo que no siempre es posible en otros rivales.

Al mismo tiempo, otras condiciones con las que Google desarrolla la IA han generado cierta polémica. En sus términos de uso, la propia compañía avisa de que utiliza "información disponible públicamente" en Internet para desarrollar productos como Bard y sus modelos de IA. 

El uso sin consentimiento expreso de datos de millones de usuarios le ha valido a Google una denuncia en Estados Unidos esta misma semana, como ha informado CNN.

Jack Krawczyk, director de Gestión de Productos de Google, ha hablado sobre el tema en un encuentro con periodistas al que ha asistido este medio.

"En una región como Europa, en la que hay regulaciones como el RGPD, no creemos en adoptar una aproximación de pedir perdón, creemos en implicar a los reguladores de privacidad para asegurarnos de que nuestros principios están alineados con las normativas", según Krawczyk.

Segundo reto: la inminente aprobación del Reglamento de IA europeo

En este momento, la Unión Europea está preparando el conocido como Acta de Inteligencia Artificial, que contendrá las regulaciones para las IA de todo tipo, incluyendo las generativas como ChatGPT y Bard.

Aunque instituciones comunitarias como el Parlamento Europeo ya han preparado su propia versión del Reglamento de la IA, el texto definitivo aún tienen que decidirlo en los trílogos junto con la Comisión Europea y el Consejo, presidido por España en el segundo trimestre y que está impulsando las negociaciones.

De momento, las negociaciones han comenzado por los aspectos menos polémicos de la legislación, como las obligaciones para los proveedores de sistemas de IA con riesgo de causar daño, las obligaciones para los sistemas de identificación biométrica, entre otros aspectos en discusión, como recoge Euractiv.

No obstante, la Unión Europea aún puede sacarse de la manga novedades en los aspectos que sí son más polémicos que afecten a las herramientas de IA generativa, por lo que Google aún puede encontrarse sorpresas legislativas que afecten a Bard una vez entre en vigor el Acta de IA comunitario.

"Google se ha aprovechado del proceso legislativo de la inteligencia artificial, que de momento es una jungla", ha apostillado Oliver.

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