Harper&Neyer o cómo pasar de vender camisetas de imitación y rozar el concurso de acreedores a ser el Ralph Lauren malagueño

Nabil Salah, fundador de Harper&Neyer.
Nabil Salah, fundador de Harper&Neyer.

Harper&Neyer

  • Los cimientos sobre los que nace la firma masculina Harper&Neyer no son los habituales: un garaje sin licencia en la ciudad malagueña de Fuengirola y la exportación de camisetas de imitación que acababan en mercadillos.
  • Tras rozar el concurso de acreedores y superar el COVID, Nabil Salah, su fundador, admite que ahora están el momento soñado: sus 250 puntos de venta y una facturación superior a los 7 millones lo confirman. 

Hay empresarios que comienzan su andadura profesional dándose de alta como autónomo y alzando el cierre de su local, y otros —para ser justos, no muchos—, hacen lo propio pero en un garaje sin licencia en la ciudad malagueña de Fuengirola y con una tabla de planchar como escritorio. 

Unas particularidades que son, sin embargo, la razón de ser de Harper&Neyer, una firma de moda masculina con más escollos a su espalda de los que le hubiera gustado pero que, como admiten, son la prueba irrefutable de cuán fuertes son sus cimientos. 

Tras un largo paso por el desierto –con conato de concurso de acreedores incluido–, la empresa se ha convertido en una de las marcas españolas de crecimiento más rápido y está dispuesta a mirar de frente a otras firmas nacionales de la talla de El Ganso o Scalpers.

"Quisimos correr antes que andar", admite su fundador, Nabil Salah Mohamed. Ahora, están en el camino correcto y no tienen intención de salirse de él. Así lo confirman sus 250 puntos de venta y una facturación superior a los 7 millones de euros. 

Del estilo 'British' a la exportación de camisetas de imitación en mercadillos 

Nabil Salah, de origen marroquí aunque nacido y criado en la costa malagueña, tenía claro que quería ser emprendedor y por ello, estudió Administración y Dirección de Empresas. Hasta aquí, nada fuera de lo normal. 

No tardaría, sin embargo, en ahondar, a su manera, sobre el sector comercio. Un día entró al despacho de su profesor para preguntarle cómo se podía aprender a comprar y a vender. Este resolvió diciéndole que el sitio indicado era la calle, no la universidad: “Aquello se me quedó grabado”, señala Salah.

Después llegaría Londres, donde se sintió cautivado por el elegante estilo British. Sería tiempo después el target al que dirigiría su atención, pero antes llegaría su vuelta a Málaga y su paso por el fabricante japonés TDK, donde comenzó a dar sus primeros aleteos en el departamento de importación.

Málaga, vista desde el mirador de Gibralfaro.
Málaga, vista desde el mirador de Gibralfaro.

REUTERS/Jon Nazca

Después llegó la nada, el paro. "De pronto, frenas. Estamos programados para hacer algo y algo tenía que hacer". Y lo hizo. Se convirtió, por hobby, en una suerte de distribuidor de camisetas de imitación de diversos equipos de fútbol que acababan en mercadillos y en la venta ambulante. 

La cruz del mapa de Blue Banana: de vender sudaderas por Instagram a facturar más de 12 millones de euros y atrapar a toda una generación

"Primero se las traje a unos chicos que jugaban en una liguilla de fútbol, uno de ellos tenía un puesto en un mercadillo y di el salto a varias tiendas de la zona. Fue un grano que se hizo una bola", relata con humor. 

La producción, claro, era china, pero las indicaciones sobre el material y los detalles del diseño los daba Nabil. Se trataba de un negocio ilegal pero que, sin darse cuenta, supuso el germen de lo que estaba por llegar: "Me hice un loco del textil".

Nabil ya no podía mirar para otro lado.Tenía las ganas y la técnica: "Estaba claro. Necesitaba montar mi propia empresa".

"Si Ralph Lauren pudo, yo también": todas las metamorfosis de Harper & Neyer...

"El chiringuito se cayó", relata sobre el fin de la venta de camisetas de imitación, y en estas estaba cuando una tarde dio con el documental sobre la vida de Ralph Lauren: “¿Si un hijo de emigrantes ha conseguido crear una marca de ropa para la clase media-alta americana, por qué no lo voy a poder hacer yo?".

Se puso a desarrollar la idea de negocio y la marca, pero había que elegir nombre de la misma: "Tenía que tener vocación internacional, estaba claro". Y aprovechando la comunidad británica que reside en Málaga, fue la dueña de una cafetería inglesa que Nabil frecuentaba la que hizo de jurado. "Me dijo me suena bien el oído y pensé... pues vamos pa'lante".

Así, Harper&Neyer veía la luz en 2013, en plena crisis económica, y lo hacía con el apoyo de 2 socios, hermanos y entonces amigos de Nabil.

Había que pensar en un local y lograron que una mujer les alquilará uno en Fuengirola, donde realizarían sus primeras ventas y llamarían la atención del público. Todo bien iba hasta dar con una salvedad: el local había sido cedido como almacén y no tenía licencia comercial.

Tocaba rearmarse, pidieron un crédito y abrieron su primera tienda física mientras pusieron en marcha su canal online. 

Pero en el empuje de ir un paso por delante, Nabil se recorrió España buscando tiendas multimarca que incluyesen su producto. "Cuando tú creces de forma descontrolada, te la pegas". Así fue, abrieron 7 franquicias en muy poco tiempo y, admite, no cumplieron las expectativas. 

...Hasta recuperar el pulso y vender más de 7 millones euros

Harper&Neyer

Harper&Neyer

"Si tú corres sin saber andar pues te vas cayendo, tropezando", y así aguantaron hasta la llegada de la crisis del coronavirus que supuso, como para gran parte del sector, un antes y un después.

Acumularon una deuda de 300.000 euros y llegó el momento: había que plantearse entrar en concurso de acreedores. Los socios, antes que endeudarse, optaron por regalar a Salah su participación que volvía a quedarse solo ante la empresa. 

El único punto de apoyo que tenía para encarar la crisis era, precisamente, haber enfrentado otras: “La gente es buen marinero con el mar en calma, mientras que yo llevaba navegando con el mar encrespado desde 2014. Esto es lo que me devolvió la confianza en mí mismo”.

Preguntó qué estaba haciendo mal a gigantes malagueños como Mayoral o Primor y dieron con la clave: "Por mucho que yo quiera tener tiendas propias, si no estoy preparado tengo que usar otras vías comerciales para crecer que no me exijan tanta inversión y me den pulmón financiero". 

Ahora, basan su crecimiento –por orden ingreso– en agentes comerciales que mueven su marca, seguido de su presencia en hasta 19 puntos El Corte Inglés, su propia web, las franquicias y el outlet

Todo ello ha hecho elevar su presencia a 250 puntos de venta en España y han empujado a la enseña, compuesta ya por 50 personas, a desembarcar en Puerto Rico; buscar su expansión por Italia y poner el foco en su colaboración con otros grandes, como Tendam, la dueña de Cortefiel o Women's Secret.

"Hemos pasado de ser una empresa que vivía en deuda a ser una capaz de crecer con fondos propios", cuenta Nabil y no miente. Los mismos números que, en 2019, le hicieron plantearse el concurso de acreedores se elevan ahora a los 7,5 millones de euros al cierre de 2022. Solo en la pasada Navidad vendieron unas 40.000 sudaderas

La previsión pasa ahora por llegar a los 10 millones y soñar,–esta vez en suelo firme– con su primera tienda propia, que pasa tanto por su Málaga natal como por la mesura: "Arrancaremos con una y hasta que no sea rentable no abrimos la segunda".

A pesar de la prudencia aprendida, admite Nabil, ahora todo está a favor. "Se han dado una serie de condicionantes que nos hacen pasar al siguiente estadio". Antes, claro, les ha tocado jugar más de un partido difícil.

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