El Gatsby de Silicon Valley: el empleado de Google de 27 años que organiza las fiestas más divertidas del sector tecnológico

Darius Rafieyan
| Traducido por: 
Andrew Yeung, responsable de algunas de las mejores fiestas tecnológicas, tiene el don de encontrar el rincón más tranquilo de cualquier fiesta.
Andrew Yeung, responsable de algunas de las mejores fiestas tecnológicas, tiene el don de encontrar el rincón más tranquilo de cualquier fiesta.

Connor Roach

  • Lo que empezó como una reunión en un parque en la época de la pandemia se ha convertido en un imperio de eventos en expansión.
  • A pesar de organizar eventos a los que asisten miles de personas, Andrew Yeung nunca ha ganado un céntimo con sus fiestas.
  • Sus fiestas han calado hondo entre los jóvenes tecnólogos que se mueren por tener contacto humano. 

El sol se pone en una multitud que, incluso para los estándares de una fiesta en una azotea de Brooklyn, se consideraría ecléctica. Entre los invitados hay un cineasta argentino muy aficionado al misticismo judío, un escritor fantasma para altos directivos, una supermodelo que abandonó la universidad y se convirtió en tecnóloga de IA, un consultor político que tramita visados para altos cargos del sector tecnológico, un empresario de blockchain con un negocio de jabones innovadores, un bielorruso expatriado responsable de la primera incubadora tecnológica de Minsk, el fundador de una aplicación de citas sólo para sexo oral y un prometedor marchante de arte que presume de tener una envidiable colección de Basquiats.

Todos ellos se han reunido por invitación personal de un jefe de producto de Google de 27 años llamado Andrew Yeung.  Por supuesto, Yeung no aparece entre la multitud de jóvenes profesionales sedientos que se agolpan en el bar ni entre los montones de juerguistas libidinosos que se ponen cachondos en las hamacas de la piscina.

No le está ofreciendo bombones de champiñones un diseñador de UX con cara de niño ni le está hablando de una fiesta sexual sin sexo que se celebrará en Gowanus el mes que viene. Tampoco está en la esquina con las estrellas del mundo del arte fumando con el director de marketing de una agencia de branding internacional que, por lo que parece, no se ha colocado en décadas.  Todo eso me pasó a mí esa noche.

Está por encima de todo, literalmente. Inclinado sobre la barandilla de una torre de agua, contemplando a los cerca de 1.000 asistentes a la fiesta que ha reunido con una expresión que podría describirse como de satisfacción, pero no necesariamente de felicidad. "Prefiero mirar desde aquí arriba", dice. "No me gusta ser el centro de atención". 

A pesar de ello, la atención parece ser todo lo que Yeung recibe estos días. Es un empresario sin pretensiones que ha convertido su afición de organizar reuniones tecnológicas por las noches y los fines de semana en un gran imperio de eventos, y de paso se ha convertido en una pequeña celebridad en Twitter. Dice que hace poco le "reconocieron" en un vestuario de Equinox, una conocida cadena de gimnasios de lujo en Estados Unidos. "Es muy extraño conocer a alguien que sólo lleva una toalla", dice. 

"No lo entiendes hasta que vas, hay un ambiente diferente", dice un asiduo a las fiestas de Andrew.
"No lo entiendes hasta que vas, hay un ambiente diferente", dice un asiduo a las fiestas de Andrew.

Connor Roach

"Un ambiente diferente"

En los últimos tres años, Yeung, que vive en Nueva York, ha organizado casi 200 eventos, a los que han asistido más de 15.000 personas. Los eventos van desde la fiesta mensual en una azotea de Brooklyn hasta el Junto Club, más íntimo y exclusivo para invitados (llamado así por una sociedad secreta fundada por Benjamin Franklin), pasando por una fiesta en el exterior del SXSW en Austin, una fiesta Beyond Basel en Miami, una reunión social sobre tecnología en Los Ángeles y un variopinto surtido de recorridos por bares, noches de club, charlas junto a la chimenea, salidas en barco, clases de spinning y búsquedas del tesoro.

A veces convence al local para que le deje utilizarlo gratis, otras consigue unos cientos de dólares de un patrocinador para cubrir los gastos. A veces consigue que le donen alcohol, otras veces hay barra libre. A veces hay bailarines de fuego, otras veces un hombre con un disfraz de plátano bailarín. 

Pero a pesar de organizar eventos a los que asisten miles de personas, Yeung nunca ha ganado un céntimo con sus fiestas. Nunca ha cobrado una comisión por las innumerables presentaciones que ha hecho, ni por su newsletter, que llega a más de 20.000 suscriptores.

Una de las principales razones por las que Yeung no gana dinero con este hobby es porque no puede. Las condiciones de su visado estipulan que sólo puede obtener ingresos de su trabajo diario en Google. Y la falta de una estrategia de comercialización puede ser parte de lo que hace que sus fiestas sean tan especiales. El hecho de que la gente se reúna simplemente para divertirse resulta extrañamente radical para la industria tecnológica; un oasis de autenticidad en un desierto de falsedad.

"No lo entiendes hasta que vas, hay un ambiente diferente", dice Cliff Lerner, un antiguo miembro de la junta de Bumble que actualmente está creando una aplicación de conexiones sociales. "La mejor manera de decirlo es que nadie era un gilipollas". 

"Me demostró que esto puede ser algo a lo que vas y no es sólo un frío apretón de manos e intercambio de tarjetas de visita", afirma Melissa Glazar, especialista en marketing de crecimiento. "Puede ser algo auténtico, útil y divertido".

"Vas a un montón de estos eventos y todo resulta muy transaccional", dice Lior Cole, un desertor de la Universidad de Cornell que está trabajando en una aplicación de moda impulsada por IA.  "Todo el mundo quiere algo de ti. Pero en sus eventos he conocido a gente que se ha convertido en amigos para el resto de mi vida".

Por supuesto, los eventos son inevitablemente transaccionales en cierto nivel. Al fin y al cabo, Cole dice que la mayor parte de su cartera está formada por gente que conoció en las fiestas de Yeung, Glazar encontró su trabajo actual en una fiesta y Lerner utiliza los eventos como campo de pruebas para las nuevas funciones de su aplicación. 

Pero hay algo innegable en las fiestas de Yeung. He asistido a seis y cada vez conozco a más gente. El público está lleno de caras conocidas que me emociona ver. Empieza a parecer una comunidad, una palabra que se usa mucho en Silicon Valley, aunque rara vez con sentido. 

Yeung es muy consciente del riesgo de perder lo que hace que sus fiestas sean especiales. En octubre del año pasado, en un club nocturno de San Francisco, un asistente sacó su portátil a la pista de baile e intentó introducir a la gente en su nueva aplicación. Yeung se puso furioso, según los asistentes.

"O lo cierras o te vas, ése no es el ambiente aquí", le dijo. 

Silicon Valley y la inteligencia artificial.

El moderno Gran Gatsby

A pesar de la atención, Yeung sigue siendo una figura enigmática. Suele marcharse sobre las 21.30, justo cuando la fiesta empieza a animarse y antes de que nadie se dé cuenta de que se ha ido. Uno de los asistentes con los que he hablado lo califica de "Gran Gatsby moderno". Otro dice que es el Keyser Soze de la tecnología porque "todo el mundo ha oído hablar de él, pero pocos le conocen". Aunque, por supuesto, Yeung, al haber nacido en 1995, no entiende esa referencia. He oído teorías de que es un misterioso inversor ángel multimillonario, el vástago de una poderosa familia con estrechos lazos con el Partido Comunista Chino, o incluso un chatbot de inteligencia artificial que en realidad no existe.

Invitados viendo una actuación en la Garden Party de Yeung en el SXSW de Austin.
Invitados viendo una actuación en la Garden Party de Yeung en el SXSW de Austin.

Connor Roach

Yeung nació en Hong Kong, hijo único de Monica y Sunny Yeung. Monica trabajaba en casa y adoraba a Andrew; Sunny fue durante 30 años directivo de la corporación Levi's. 

La familia se mudaba a menudo y a Yeung, a pesar de ser un extrovertido nato, le costaba hacer amigos. Como era de naturaleza obsesiva, dedicó más de 5.000 horas a Runescape, un juego multijugador de fantasía online en el que podía construir una comunidad virtual que no tuviera que desmantelarse cada vez que se desarraigaba.  

Sunny inculcó a su hijo desde pequeño la importancia del éxito material, advirtiéndole constantemente que "construyera algo para sí mismo, que pensara siempre en grande".

Y no había nada más grande en la mente de su padre que un trabajo técnico en Estados Unidos. Andrew, a pesar de ser un estudiante mediocre en la Universidad de Toronto, tenía una mentalidad única. Envió miles de mensajes a LinkedIn, participó en 180 cafés virtuales y realizó 42 entrevistas antes de conseguir un trabajo en Facebook, lo que le permitió trasladarse a Nueva York. Su padre le preguntó por qué no era Google. 

Durante años, cuando alguien le preguntaba a Andrew "¿a qué te dedicas?", él respondía "trabajo en Google". "Ahora sólo les digo: 'Conecto a la gente'", explica.
Durante años, cuando alguien le preguntaba a Andrew "¿a qué te dedicas?", él respondía "trabajo en Google". "Ahora sólo les digo: 'Conecto a la gente'", explica.

Connor Roach

Finalmente dio el salto a Google, cuando Facebook decidió no avalar su tarjeta de residencia. Era el apogeo de la pandemia y Andrew se estaba volviendo loco poco a poco en un estudio de 90 metros cuadrados. El extrovertido que había en él seguía buscando la comunidad que nunca había tenido. 

Así que decidió aplicar su determinación a la tarea de hacer amigos. Envió mensajes a cientos de personas en Reddit, Fishbowl y Hinge. Y en septiembre de 2020, publicó que iba a organizar un encuentro en Central Park. Se presentaron unas cincuenta personas. Fue la primera fiesta de Andrew Yeung. Las fiestas se han trasladado del parque al bar de la azotea, pero en cierto modo conservan parte de la energía de aquella primera quedada espontánea en el parque.

Un individuo con una habilidad extraordinaria

La fiesta Beyond Basel de Andrew en Art Basel en Miami.
La fiesta Beyond Basel de Andrew en Art Basel en Miami.

Connor Roach

A pesar de la bacanal presente en sus eventos, Andrew no bebe. Hace tan sólo cuatro meses, decía que bebía unas 25 copas a la semana. Los chupitos de tequila eran un saludo habitual para él. Ahora nunca lo prueba.

"Pienso mucho en la marca personal", dice, "un titular que suena bien es este tipo, ha organizado cientos de fiestas y le encanta la vida nocturna, pero no bebe alcohol. Me parece que suena bien".

El hecho de que Andrew cultive su propia imagen no es sólo una cuestión de vanidad. También tiene que ver con los requisitos del visado O-1, que le permitiría ganar dinero con sus fiestas. Está en medio de un proceso de años para convencer al Departamento de Seguridad Nacional de que cumple los requisitos como "individuo de habilidad extraordinaria". Es parte de la razón por la que habló conmigo.

"La prensa no hace daño", dice con una sonrisa.

Hasta entonces, sigue siendo oficialmente un currante.  Nunca ha tenido una conversación formal con su empresa sobre sus actividades extracurriculares, aunque una vez se encontró con su jefe en una fiesta. Aunque Google puede disponer de su tiempo entre las 9 y las 5, el resto del tiempo que pasa despierto, dice, lo dedica a organizar fiestas. Durante años su identidad estuvo definida por la empresa para la que trabajaba. Cuando alguien le preguntaba a qué se dedicaba, respondía: "Trabajo en Google". "Ahora sólo les digo: 'Conecto a la gente'", explica. 

A pesar de la atención, Andrew sigue siendo una figura enigmática. Suele escabullirse hacia las 21.30, justo cuando la fiesta se anima.
A pesar de la atención, Andrew sigue siendo una figura enigmática. Suele escabullirse hacia las 21.30, justo cuando la fiesta se anima.

Connor Roach

Hace unas semanas, el decano de la Universidad de Toronto invitó a Andrew a celebrar un acto en su alma mater. Sus padres, que ahora viven en Canadá, acudieron a la fiesta. Andrew dice que su padre, que siempre le había dicho que construyera algo para sí mismo, se alegró de ver lo que su hijo había construido.

"Es la primera vez en los últimos 12 meses que me dice que está orgulloso de mí", dice Andrew. "Cree en mí, me dice: 'haz lo que quieras, deja tu trabajo, lo que construyas va a ser increíble'".

Sus padres permanecieron en la fiesta de Toronto unos 20 minutos. Su padre estrechó la mano del Decano y su madre charló con algunos inversores de capital riesgo. Cuando le preguntaron cuánto hacía que conocía a Andrew, se limitó a responder: "Mucho tiempo".

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