Samantha Antekeier, conocida como Sam, afirma que ya de niña se sentía diferente de los demás. Desde muy pequeña tuvo problemas de salud mental, como ansiedad.

"Cada vez que estaba en clase, teníamos unas hojas de ejercicios y si cometía un error, no lo borraba, sino que pedía una hoja nueva", comenta. 

Antekeier, que ahora tiene 22 años y estudia psicobiología en la UCLA, fue diagnosticada oficialmente de trastorno del espectro autista (TEA) en abril de 2022. Considera que, mirando hacia atrás, cree que hubo signos tempranos de su autismo que pasaron desapercibidos para ella y sus médicos.

El trastorno del espectro autista es una afección neurológica y del desarrollo que afecta al comportamiento, la comunicación y la experiencia sensorial de una persona, según el Instituto Estadounidense de Salud Mental.

Aunque los signos más comunes del autismo suelen ser la dificultad para las interacciones sociales, los comportamientos repetitivos y los problemas de comunicación, la mayoría de las investigaciones se han realizado en niños y hombres. 

Según los investigadores, las mujeres suelen pasar por alto algunos aspectos. Además, el autismo se diagnostica dentro de un espectro, por lo que los síntomas y su gravedad varían de una persona a otra.

Antekeier ha revelado a Business Insider algunas de sus dificultades en la adolescencia y en los primeros años de la edad adulta que ahora entiende como signos de TEA.

Signo 1: Dificultad para mantener amigos y crisis nerviosas

De niña, Antekeier decía que luchaba constantemente por entender a los demás y sus emociones. Aunque era capaz de hacer amigos, mantenerlos era más difícil.

También sufría lo que ahora entiende como crisis autistas, en las que gritaba y lloraba durante horas. Estas crisis asustaban especialmente a sus padres, que la llevaron al psiquiatra cuando tenía unos 10 años. Le diagnosticaron oficialmente un trastorno depresivo mayor y le recetaron una medicación que sigue tomando desde entonces. 

Antekeier señala que, desde que le diagnosticaron la enfermedad, sus médicos le han dicho que los problemas de socialización, las crisis y la depresión son comunes en los autistas, aunque ella los consideraba comportamientos distintos en aquel momento.

Signo 2: Comportamiento similar al TDAH

Aunque le iba bien en la escuela, Antekeier dice que siempre ha tenido dificultades para concentrarse. Cuando era pequeña, a menudo corría por la casa haciendo el pino y hablaba increíblemente rápido.

Sin embargo, también tenía un gran interés por determinados temas en los que podía concentrarse durante horas. Cuando era más joven se interesaba por la gimnasia.

"Me sabía los nombres de todas las gimnastas. Yo misma hacía gimnasia, me sabía los nombres de todos los movimientos. Conocía los sistemas de puntuación, la veía todo el tiempo, me compraba varios maillots. Pero ni siquiera se me daba bien la gimnasia, simplemente estaba obsesionada con ella", relata Antekeier. 

Hoy en día ha desarrollado lo que ella llamaría una obsesión por la genética y la medicina. Siempre que lee sobre el tema se tranquiliza.

Un psiquiatra diagnosticó a Antekeier trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH) en la escuela secundaria y sospechó que también era autista, dijo. Según WebMD, el TDAH y el autismo pueden parecerse mucho, y las personas con TEA a menudo presentan signos de TDAH.

Antekeier afirma que la medicación para el TDAH que toma le ha ayudado enormemente en clase y a socializar, y ahora lo acepta como parte de su autismo. En su biografía en TikTok, donde publica defensa e información sobre su diagnóstico, se autodescribe como "audhd".

Signo 3: Enmascarar las interacciones sociales 

Según Antekeier, lo más difícil de verse a sí misma como una persona autista era la imagen introvertida y tímida que tenía de alguien con TEA. Aunque tenía problemas con las amistades, siempre había sido una persona extrovertida y sociable.

Mirando atrás, cree que gran parte de esa extroversión era un comportamiento aprendido. Sus padres le dieron clases de habilidades sociales en el instituto, sospechando que podía tener autismo. Dice que su medicación para el TDAH también le dio la concentración suficiente para generar interacciones sociales.

"Me volví muy, muy buena fingiendo cosas. Así que acabé haciendo un montón de amigos. No necesariamente conservándolos, sino que era capaz de hacerlos y fingir hasta el punto de que incluso ahora ya no tengo que pensar en la interacción social. 

En la comunidad autista, esto se denomina enmascaramiento: las personas con autismo imitan comportamientos sociales y superan las incomodidades sensoriales para poder encajar.

Un diagnóstico oficial le permitió sentir menos vergüenza

Aunque se ha identificado como autista durante los últimos años, Sam asegura que fue su lucha reciente contra la depresión lo que la empujó a conseguir un diagnóstico oficial. Aunque hay cosas que le resultan increíblemente frustrantes sobre su condición, confiesa que la comunidad que ha encontrado ha sido increíblemente satisfactoria y le ha ayudado a sentir menos vergüenza sobre quién es.

Dice que espera que más gente busque un diagnóstico de TEA, especialmente aquellos que normalmente no se considera que tengan esta enfermedad. 

"No tienes por qué cumplir todos los requisitos. No tienes que jugar con trenes, no tienes que ser un chico, no tienes que ser un empollón para ser autista. A mucha gente la ves en la vida cotidiana y no tienes ni idea", recalca.