He sido consultor en McKinsey: esta es la frustrante forma en que me echaron

Lakshmi Varanasi
| Traducido por: 
Ezra Gershanok trabajaba en McKinsey & Company como analista de negocios.
Ezra Gershanok trabajaba en McKinsey & Company como analista de negocios.

Ezra Gershanok; Chelsea Jia Feng/BI

  • Ezra Gershanok ha sido analista empresarial en McKinsey & Company. 
  • En este artículo, explica que se vio obligado a abandonar la empresa porque la demanda de los clientes disminuía y había demasiadas contrataciones.
  • Tras su paso por McKinsey, Gershanok ha cofundado Ohana, una empresa de subarrendamiento respaldada por ejecutivos de Zillow y Airbnb.

Este artículo se basa en una conversación con Ezra Gershanok, exanalista de McKinsey & Company y cofundador de la startup de subarrendamiento Ohana.

En pocas palabras, no me arrepiento de mi paso por McKinsey & Company.

Me contrataron nada más salir de la universidad como analista de negocio, un puesto de consultor de nivel básico en la empresa. Me alegro de haber tenido esa oportunidad, aprecié las altas expectativas de la empresa y aprendí mucho de mis compañeros.

Sin embargo, varios aspectos de mi trabajo me frustraban.

Se esperaba que todo estuviera hecho de inmediato. Tenía una sensación constante de urgencia aunque no estuviéramos construyendo nada. El resultado de mi trabajo era siempre una presentación en PowerPoint, y su mayor impacto era hacer quedar bien a quien nos pagaba por estar allí.

En un entorno así, enseguida te das cuenta de que todo es política. Tu capacidad para entrar en buenos proyectos, e incluso tus objetivos de rendimiento, se reducen a lo bien que te quieran tus colegas. Todo el mundo en la empresa puede hacer el trabajo tan bien que los altos cargos acaban formando equipos de personas con las que les gusta trabajar.

La empresa había contratado en exceso

Mi mayor problema fue que McKinsey predijo en exceso la cantidad de trabajo que tendría.

Empecé a trabajar en la empresa en junio de 2021 como uno más de los contratados por pandemia. Me fui en marzo de 2023.

Durante ese tiempo, McKinsey consiguió muchos contratos públicos y del sector privado y contrató a muchas personas, suponiendo que habría un flujo de trabajo constante. Entonces empezaron a subir los tipos de interés, las empresas empezaron a ajustar sus presupuestos y varias se dieron cuenta de que podían automatizar gran parte de su trabajo. Así que la demanda de los clientes empezó a agotarse.

Para mí, el ritmo de trabajo empezó a ralentizarse en la segunda mitad de 2021 y en 2022. Varios puestos de trabajo de la empresa empezaron a considerarse redundantes. La presión para reducir la plantilla era palpable.

McKinsey no suele realizar despidos. En su lugar, echan a los empleados rebajando la puntuación de su rendimiento. Sin embargo, los canales de comunicación no están claros cuando eres un empleado de nivel básico. Así que es posible recibir comentarios positivos de los clientes con los que trabajas y de tu jefe directo, incluso cuando los superiores están intentando echarte.

Y eso no es una experiencia agradable.

Habría sido más fácil si me hubieran despedido

Recuerdo que recibí una llamada a mediados de febrero de 2023. Las cosas habían ido bastante bien en el proyecto en el que estaba trabajando esa semana, que era sobre semiconductores, un tema bastante competitivo para conseguir personal. 

El sábado recibí una llamada inesperada de un socio asociado que me dijo que ya no estaba en el proyecto, aunque se suponía que tenía que ir a Seattle (EEUU) ese lunes para seguir trabajando. El domingo recibí otra llamada y me dijeron que hablara con mi socio principal porque había alguna esperanza de que pudiera volver al proyecto. Pero él me respondió rotundamente que era imposible que volviera al proyecto.

Una semana más tarde me apuntaron una reunión en el calendario y me explicaron que asistirían altos directivos para decidir mi destino en la empresa. En los días previos a la reunión, no dejé de recibir advertencias de que no saldría bien y que lo mejor sería renunciar. Les dije que me negaba a dimitir antes de ir a la reunión.

En la reunión, se quejaron de mi rendimiento, aunque estaba claro que la verdadera razón por la que me querían fuera era porque la empresa había contratado de más. Habría sido más fácil si me hubieran dicho: "Te dejamos ir" o "Te despedimos". En lugar de eso, me dijeron que los socios principales se habían reunido y habían decidido que mi siguiente paso era "buscar". Me pagarían seis semanas y me pondrían en contacto con un orientador que me ayudaría a buscar otro puesto.

Podría haber luchado, pero ya estaba bastante frustrado con mi trabajo.

La vida después de McKinsey

Para entonces yo ya estaba pensando en resolver ese otro problema que había experimentado como becario: la lucha de los subarriendos. Así que un buen amigo mío, que entonces trabajaba en Apple, dejó su empleo y nos pusimos manos a la obra para crear una nueva empresa llamada Ohana.

Ohana llena el vacío existente entre las plataformas de alquiler a corto plazo como Airbnb y los sitios de vivienda a largo plazo como Zillow. Ofrecemos una forma eficiente de subarrendar en Nueva York (EEUU). Hemos descubierto que el anfitrión medio en Ohana ahorra 5.969 dólares (unos 5.608 euros, al cambio actual) por subarriendo, y en el último mes, Ohana ha ahorrado a los neoyorquinos más de 238.000 dólares (223.600 euros) en alquileres. También hemos conseguido algunos patrocinadores de peso, entre ellos el cofundador y ex-CEO de Zillow, Spencer Rascoff, y el ex director de Ingeniería de Airbnb, Surabhi Gupta.

Me apasiona el trabajo que hago ahora. En retrospectiva, la ironía de mi etapa en McKinsey es que no paran de dar consejos a sus clientes sobre el dimensionamiento adecuado, pero ellos mismos no aciertan en absoluto.

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