Auge y caída de la 'reina de Airbnb': la increíble historia de Dani Widell

Dan Latu
| Traducido por: 
Reina de Airbnb.

Dominic Bugatto para Business Insider

  • Prometió a los inversores que ganarían dinero fácilmente. Después, todo se vino abajo.
  • Esta es la historia de Dani Widell, una inversora inmobiliaria que inició un negocio para administrar alojamientos de Airbnb y se autodenominó 'la reina de Airbnb'.

En una apacible tarde de martes de principios de 2022, unas 150 personas llenaron la sala VFW de Tulsa (Oklahoma, Estados Unidos) para escuchar a la reina del Airbnb.

Después de la pandemia, con los tipos de interés por los suelos y la reactivación de los viajes, los anuncios de Airbnb habían aparecido por toda la ciudad. Para el inversor medio, la rentabilidad aproximada era irresistible. En Tulsa, se podía comprar una casa de estilo suburbano por menos de 75.000 dólares (unos 70.000 euros) y alquilarla por 117 dólares la noche (unos 110 euros). Si se reservaba tres cuartas partes de cada mes, que era la media en ese momento, se podían obtener hasta 30.000 dólares al año (unos 28.000 euros).

Tulsa parecía la fiebre del oro del alquiler. Y Dani Widell era la autodenominada reina de Airbnb.

Widell, una inversora inmobiliaria de poca monta que pasó a administrar propiedades de Airbnb, afirmaba estar a punto de alcanzar un total de 100 alojamientos, más que nadie en Tulsa. Las declaraciones de impuestos mostrarían más tarde que Widell Renovations generaba más de un millón de dólares en reservas anuales. Publicaba habitualmente en Facebook, donde repartía consejos en grupos de alquileres vacacionales y ofrecía sus servicios para convertir viviendas en máquinas de hacer dinero. Prometía dar a las propiedades el aspecto de un hotel boutique, ocuparse de los huéspedes y asegurarse de que hubiera sábanas limpias y papel higiénico de sobra. Los inversores podían invertir y olvidarse.

Tras su presentación en el VFW Hall, los asistentes se agolpaban alrededor de Widell, deseosos de que gestionara sus alquileres de Airbnb. "En aquel momento, la sensación era que si no estabas ya en el sector, era demasiado tarde", recuerda Kathy Portley, presidenta de la Asociación de Inversores Inmobiliarios de Tulsa, que patrocinó el evento.

Para Widell, sin embargo, sí que era demasiado tarde. En menos de un año, su imperio Airbnb se había venido abajo. Los anfitriones no cobraban el alquiler. Los empleados no cobraban. Los acreedores llamaban a la puerta. Su matrimonio se desmoronó. El repentino colapso y el entramado de acusaciones que lo acompañaron, ofrecen un cuento con moraleja sobre lo que ocurre cuando se confía demasiado en un mercado volátil, en una supuesta gurú y en la promesa de dinero fácil. El reinado Widell en Tulsa había terminado y los afectados tuvieron que coger los pedazos de su fracaso.

Ilustración comprar casa 2024

Airbnb fue una de las grandes historias de cambio de rumbo de la pandemia.

En los primeros meses de 2020, la compañía perdió casi el 80% de su negocio, despidió a 1.900 empleados y vio bajar su valoración de 31.000 a 18.000 millones de dólares. Los expertos pensaron que la pandemia hizo que los viajeros dejasen de estar dispuestos a compartir casa.

No obstante, cuando acabó el confinamiento y el trabajo a distancia se convirtió en la nueva normalidad, la gente mostró un ansia sin precedentes por viajar, suponiendo que pudiera hacerse a una distancia segura. Muchos encontraron en Airbnb el espacio y la seguridad que buscaban. Cuando la empresa salió a bolsa a finales de 2020, fue la mayor OPV del año en Estados Unidos. El primer día de cotización, el precio de las acciones de Airbnb se duplicó. Al dispararse las reservas, los primeros inversores inmobiliarios se apresuraron a entrar en acción, transformando viviendas residenciales en vacacionales. En poco tiempo, se habían añadido 260.000 nuevos anuncios de Airbnb y Vrbo en todo Estados Unidos, según la empresa de análisis AirDNA.

Tulsa, una ciudad de 400.000 habitantes conocida desde hace tiempo como la "capital mundial del petróleo", parecía una buena ubicación para Airbnb. La ciudad, con su centro Art Decó y sus espaciosos bungalows, se convirtió en un destino de interés para inversores inmobiliarios. Además, Tulsa estaba atrayendo activamente a los trabajadores a distancia, ofreciendo 10.000 dólares (casi 9.400 euros) a cualquiera que estuviera dispuesto a trasladarse a la ciudad. En ese momento, los inversores más avispados ganaban dinero comprando casas y vendiéndolas a la repentina afluencia de forasteros.

"En aquella época no dormía. Me levantaba a las dos o las tres de la mañana atendiendo llamadas telefónicas y revisando propiedades", cuenta Emily Burke, administradora de Airbnb en Tulsa.

Widell se situó en el centro del boom. Excontable licenciada por la Universidad Estatal de Oklahoma, desprendía elegancia y confianza. En 2017, apareció en la portada de la revista People de Tulsa, mostrando la casa de Brady Heights que compartía con su marido, Will Widell, un funcionario. La habían comprado después de vender otra casa calle arriba, y Widell había pasado cientos de horas "rescatando cada pedacito de la artesanía original, manteniendo la funcionalidad del siglo XXI".

A medida que el mercado de Airbnb se aceleraba, se abrió una brecha entre la pareja: Will, que se considera ahorrador y reacio al riesgo, quería hacer caja y jubilarse, mientras que Widell se sentía consumida por la nueva oportunidad de hacer crecer su negocio. "Cuanto más difícil era la cosa, más posibilidades había de que fracasara, y ahí es donde ella parecía brillar. No iba a ser feliz si hacía un proyecto que no fuera arriesgado", dice Will. (Widell no ha aceptado ser entrevistada para este reportaje).

Widell empezó a canalizar su experiencia de la compraventa de casas hacia la gestión de alquileres turísticos. Por unos pocos miles de dólares, decoraba una unidad de Airbnb en elegantes tonos beige, colgaba algunas obras de arte abstracto e instalaba cerraduras de seguridad. A cambio de una comisión del 25%, se encargaba de todo, desde las reservas hasta las llamadas nocturnas de huéspedes que se habían quedado fuera. "Logan Haskett, uno de los primeros clientes de Widell, dijo: "Para alguien que acaba de entrar en Airbnb, esto era un sueño".

Widell daba a sus alojamientos el aspecto de un hotel boutique y los tenía siempre llenos con todo lo necesario. 'Quizá sí sea la reina de Airbnb. Parece que lo está petando", pensó un rival.
Widell daba a sus alojamientos el aspecto de un hotel boutique y los tenía siempre llenos con todo lo necesario. 'Quizá sí sea la reina de Airbnb. Parece que lo está petando", pensó un rival.

Dominic Bugatto para Business Insider

La coletilla "reina de Airbnb", que empezó siendo el nombre de la cuenta de Airbnb de Widell, ayudó a crear un aura de omnipotencia. "Quizá sí sea la reina de Airbnb. Parece que lo está petando", recuerda haber pensado Burke.

Según todas las apariencias, Widell parecía estar triunfando. Tenía reuniones de negocios en Mahogany Prime Steakhouse, uno de los principales restaurantes de Tulsa. Era miembro del Summit Club, el único club social privado del centro de Tulsa. Se codeaba con la élite local y afirmaba tener más anuncios de Airbnb que nadie en la ciudad. Se cortó el pelo y, para disgusto de su marido, cambió su estilo conservador por grandes gafas de sol y una moda más "extravagante".

Además, Widell proyectaba también una imagen de bondad y compromiso social. Contrataba a personas con antecedentes penales para trabajar en su almacén y hablaba de comprar una iglesia que acababa de salir al mercado y convertirla en un refugio para mujeres. Una de las primeras empleadas de Widell, Knikki Nash, recuerda que estaba dejando huella.

Pero entonces los inversores empezaron a hacer preguntas. Y muy pronto, Widell se volvería contra las mismas personas a las que había prometido una segunda oportunidad.

Airbnb

En mayo de 2022, tres meses después de que Widell hiciera su presentación en el VFW, el mercado de Airbnb en Tulsa estaba en su apogeo. Ese mes, unos 50.000 aficionados al golf acudieron a Tulsa para asistir a un torneo del circuito de golf de la PGA, del que la ciudad era anfitriona. Los alquileres de Airbnb alcanzaban los 1.000 dólares por noche (unos 940 euros). Ese mes de mayo, según las declaraciones fiscales, Widell Renovations ingresó 166.000 dólares de Airbnb, su mejor mes del año.

Y no era solo en Tulsa. En todo Estados Unidos, el mercado de Airbnb estaba saturado. La demanda seguía creciendo, pero a medida que más y más personas ponían sus casas en la plataforma, la tasa media de ocupación se desplomaba hasta el 55%. Burke, que gestionaba 25 propiedades, intuyó que el mercado podría estar inflándose demasiado, y decidió no aceptar nuevas propiedades. "Tulsa pasó de 600 a 1.500 inmuebles en muy poco tiempo. Solo quería ver cómo se resolvían las cosas", explica.

Widell, por el contrario, no mostró señales de recular, ni siquiera cuando el dinero de los alquileres de Airbnb desapareció.

Los inversores empezaron a quejarse de que había menores beneficios de los esperados. Cuando se le presionaba, Widell achacaba la caída de ingresos a costes de limpieza de última hora o decía que un huésped había cambiado repentinamente de alquiler.

Pero algunos inversores empezaron a sospechar, entre ellos Mallory Massey, una inversora inmobiliaria local, había cedido nueve de sus propiedades a Widell en otoño de 2021 para que las anunciara como airbnbs. La más grande, una casa de cinco dormitorios, se anunciaba a 249 dólares por noche. Entonces, Massey empezó a notar que las reservas desaparecían misteriosamente de su calendario de alojamientos de Airbnb. Empezó a mirar los registros de mensajes entre Widell y los posibles inquilinos, y se sorprendió por lo que encontró. Widell ofrecía "mejoras" a otras propiedades, desviando a los inquilinos de las unidades de Massey a otros airbnbs que ella gestionaba, según una demanda que Massey presentó en 2022. Massey ha presentado un embargo sobre 11 de las propiedades de Widell para recuperar sus pérdidas en caso de que se vendan.

"No me fío de las palabras que salen de su boca. Creo que exagera las cosas demasiado", advirtió la esposa de un inversor

Otro inversor, David Brunson, empezó a trabajar con Widell en julio de 2022. Recuerda que le impresionaron su entusiasmo y su experiencia. Su mujer, sin embargo, se mostró más escéptica. "No me fío de las palabras que salen de su boca. Creo que exagera las cosas demasiado", señaló.

Pero la promesa de una fuente fácil de ingresos pasivos era demasiado buena para dejarla pasar. Brunson empezó anunciando una de sus propiedades, una casa de dos dormitorios, con Widell. Entonces, una noche, se dio cuenta de que una de las reservas para tres semanas, por un total de 2.200 dólares, había desaparecido de su calendario de alojamiento. Después de discutir con Widell sobre quién era el culpable de la cancelación, retiró su reserva con ella.

Otros inversores también se quejaron de que Widell les estaba estafando. Renee Brummett, que trabajó con Widell como jefa de administración, había ascendido hasta convertirse en su mano derecha, empezó a recibir llamadas alarmadas de inversores en 2022. "Tenemos un Airbnb desde hace dos meses y Dani no nos ha pagado nada", comenta Brummett que le decían. "Se está quedando con nuestro dinero o directamente dice que nosotros le debemos a ella", recuerda que comentaban.

Según personas familiarizadas con el negocio, Widell parecía estar desviando su atención de los alquileres de Airbnb hacia el negocio de la puesta a punto de casas. Gastaba a manos llenas en muebles, llenando su almacén de piezas caras. "El gasto se volvió excesivo. Ese fue solo el principio del fin para ella", opina Brummett.

Entonces, en diciembre de 2022, el personal se volvió en contra de Widell. Al igual que los inversores de Airbnb cuyas propiedades gestionaba, no cobraban. Insatisfechos con la respuesta de Widell, algunos renunciaron en el acto. Al día siguiente, dos empleados abordaron a Widell en una de sus propiedades. Durante el encuentro, que fue grabado por las cámaras de seguridad, Widell ofreció una versión muy diferente de por qué había contratado a tantos empleados con antecedentes penales.

"Puedo utilizar el sistema legal a mi favor. ¿Sabes cuánta gente trabaja aquí que no quiere volver a la cárcel o a prisión? Que se jodan todos", llegó a decir.

Apartamentos turísticos

Mientras su reinado se desmoronaba, la reina de Airbnb tomó medidas para apuntalar su tambaleante negocio. Widell se puso en contacto con Nash, una antigua empleada que se había ido a trabajar para un manager rival de Airbnb, y le ofreció un puesto como directora de operaciones. Tras comprobar la cuenta de Instagram de Widell, Nash aceptó.

"Todo parecía estar bien, porque Dani no hacía más que gastar", señala Nash. "Si te fijabas en sus perfiles online, está viajando, comprando cosas y pagando anuncios. Todo parecía correcto", añade.

Pero cuando Nash se presentó en el almacén, se quedó sorprendida. Los empleados hacían el vago y fumaban marihuana. La hoja de cálculo de los trabajos de montaje no se había actualizado en semanas, y faltaban nombres y datos de contacto de los clientes. Además, el comportamiento de Widell parecía cada vez más errático. Se la veía preocupada por renovar los votos con su marido, Will, en lugar de ocuparse del negocio. Nash no podía entender a dónde había ido a parar todo el dinero de los alquileres, en un momento en el que muchos gestores de Airbnb seguían reportando fuertes beneficios. "No entiendo cómo no se está ganando un buen dinero con Airbnb", le dijo a Widell.

No tardó mucho en obtener respuesta. El 3 de febrero, el marido de Widell solicitó el divorcio.

En los últimos seis meses, afirmaba Will en su demanda, Widell había pedido 500.000 dólares en préstamos y había acumulado 350.000 dólares en deudas de tarjetas de crédito, la mayoría de ellas sin su conocimiento. Pocos días después, mientras Nash preparaba una casa de tres dormitorios en una tranquila calle de Tulsa, recibió una llamada urgente desde el almacén: Will estaba allí, llevándose documentos. Widell se había marchado de Tulsa en un Land Rover nuevo. Como le diría después a Nash, estaba "conduciendo hacia la puesta de sol".

"Ya no hay negocio. Ha despilfarrado hasta el último centavo", le dijo Will a Nash cuando le llamó por teléfono.

El matrimonio se había ido agriando desde el otoño anterior. Widell parecía trabajar constantemente. "Ella me decía: 'Ya no necesito dormir. Tengo mucha energía. Solo quiero trabajar'", recuerda Will. En enero, Will firmó un préstamo de 100.000 dólares avalado con su propiedad con la condición de que Widell empezara a llegar a casa a tiempo para cenar y aceptara ver a un psicólogo.

Con el tiempo, varias personas denunciaron que Widell había sacado tarjetas de crédito a su nombre y había acumulado facturas, algunas de hasta 6.000 dólares. Brummet dice que su jefa incluso sacó una tarjeta a nombre de la hija de Brummet, que había muerto un año antes.

Widell "se había metido en un montón de problemas", señala Brummett. "En diciembre, muchos propietarios estaban muy descontentos. En enero, hubo amenazas de demandas. Y en febrero, había huido del estado", añade.

Mientras Widell se alejaba cada vez más, como dijo a un antiguo empleado, los que creyeron en ella acabaron pagando un precio muy alto.
Mientras Widell se alejaba cada vez más, como dijo a un antiguo empleado, los que creyeron en ella acabaron pagando un precio muy alto.

Dominic Bugatto para Business Insider

En los días posteriores a que Widell abandonara Tulsa, Nash recibió un mensaje urgente de una inquilina de Airbnb que, al aceptar un pedido de DoorDash, se encontró con que no podía volver a entrar en la casa. Las cerraduras de la unidad, resultó, habían sido cambiadas por falta de pago. Widell, al parecer, había cogido el dinero y se había marchado.

Pero la espectacular caída del experto en alquileres de corta duración de Tulsa no apagó la pasión de la ciudad por Airbnb. Los inversores de Widell encontraron nuevos gestores de propiedades. Sus empleados encontraron otro trabajo, en algunos casos con antiguos rivales de Widell. Hoy, su "Tulsa Airbnb Group" en Facebook sigue activo, con unos 1.000 miembros.

Pero lo ocurrido con Widell ha hecho saltar las alarmas. "No creo que dé buen nombre al sector. Recuerdo que hablé con un contacto en la ciudad que me dijo: 'Sabes, es lamentable, porque a veces pagan justos por pecadores'", afirma Burke.

El ciclo de auge y caída de Airbnb también ha asustado a algunos "ingenuos y primerizos", según Meagan McCollum, profesora de finanzas inmobiliarias en la Universidad de Tulsa. "Se oyen historias de gente que lo ha pasado mal, en lugar de oír solo las historias de éxito cuando el mercado estaba en su punto álgido. A medida que esas historias penetran, que sin duda da pausa a la gente", afirma.

Los expertos que observan el mercado estadounidense de alquileres turísticos creen ahora que el auge de la era COVID fue un acontecimiento único en la vida. "No esperamos que los alquileres vacacionales vuelvan a tener una ocupación tan alta, salvo que se produzca otra pandemia", afirma Bram Gallagher, economista de AirDNA, que realiza un seguimiento del rendimiento y los precios de 10 millones de alquileres vacacionales. A nivel nacional, los ingresos por anuncio cayeron un 6,6% el año pasado, y el mercado se está asentando en un equilibrio más estable, que no será tan lucrativo como el que surgió durante una anomalía histórica. Pero eso no impedirá que la gente intente convertir su propiedad en un negocio.

"Es muy interesante todo lo que la pandemia reveló sobre la naturaleza humana. Supongo que es propio de la naturaleza humana sacar provecho de todo", opina Gallagher.

En cuanto a Widell, no ha comparecido ante el tribunal, ni siquiera para explicar lo sucedido. En febrero y de nuevo en marzo, se presentó en el edificio donde vivían su marido y Brummett y, según éste, les acosó con una pistola. Ambos han obtenido órdenes de alejamiento contra ella.

Los que creyeron en Widell, mientras tanto, acabaron pagando un alto precio por su fe en ella. Nash, que afirma que Widell le debe 8.200 dólares en sueldos atrasados, evitó por los pelos ser desahuciada de su casa. "Me sentí triste por ello. Lo pasé mal, así que supongo que tendré que arreglármelas de otra manera", cuenta.

Finalmente, Nash consiguió trabajo gestionando Airbnbs para otras empresas, pero no fue suficiente para pagar las facturas. Su casero la desahució finalmente por retrasarse en el pago del alquiler y se mudó de su apartamento con su hijo de 16 años y su nieto de 7 años. La única vivienda que encontraron estaba en el centro de la ciudad, a 16 minutos en coche del colegio de los niños.

Es un Airbnb de dos dormitorios.

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