Después de que me despidieran de un trabajo y casi me despidieran de otro, finalmente aprendí la diferencia clave entre el trabajo y la universidad

| Traducido por: 
Un tío que todavía tenía mucho que aprender sobre el mundo profesional al acabar la universidad.
Un tío que todavía tenía mucho que aprender sobre el mundo profesional al acabar la universidad.

Will Wei, Business Insider

  • Cuando tenía 20 años me costó mucho pasar de la universidad al trabajo.
  • ¿Por qué? Porque no apreciaba la diferencia clave entre ambos.
  • La diferencia es que el dinero va en dirección contraria cuando tienes trabajo.
  • Estás leyendo una columna de opinión. Los pensamientos expresados aquí corresponden únicamente a su autor.

Al principio de mi carrera, tuve una dura transición del mundo educativo al laboral, sobre todo en el trabajo de oficina.

Estas complicaciones tenían más que ver con mi propia inmadurez y arrogancia: después de un par de décadas estudiando, me había vuelto bastante bueno en ello, y confundí eso con una forma de medir mi valor de cara al mundo.

No me gustaba el día a día del trabajo de oficina: los trajes, la política, el cara a cara, los cubículos o los días que pasaba encerrado en altísimos rascacielos repletos de fluorescentes.

Pero, más que nada, no me apasionaba el trabajo. Me parecía aburrido, indigno de mí. Me parecía un insulto a mi inteligencia y a mis habilidades, sobre todo en comparación con los "temas importantes" a los que había dedicado mi tiempo educándome. 

Soy de la generación Z y el horario de 8 horas fue lo que más me chocó de mi primer trabajo.

Mi actitud, y la "falta de conocimientos profesionales" que se derivaba de ella, me dificultaron el trabajo durante un tiempo. Me despidieron de un trabajo y luego casi de otro.

Afortunadamente, después del despido, empecé a darme cuenta de que el problema no eran mis jefes, como yo pensaba —cómo se atrevían a darme esas tareas sin sentido—, sino yo.

Y eso desencadenó un proceso durante el cual, a lo largo de un par de años, por fin conseguí poner en orden mi vida profesional.

Cuando lo recuerdo ahora, me avergüenzo de mi propia ingenuidad. En las décadas posteriores a este evento, he tenido la suerte de que, como jefe, no he tenido que lidiar con demasiados empleados que fuesen tan poco profesionales como yo. Y, por suerte, ¡No me he encontrado a ninguno de ellos en Business Insider! 

Pero sí que me topo con ellos de vez en cuando.

De vez en cuando la gente me pide consejo profesional, sobre todo aquellos que acaban de graduarse o siguen estudiando.

Yo también odiaba la jornada de 8 horas: tener otra mentalidad lo cambió todo.

Así que, con la esperanza de salvar a los que piden consejo de su propio sabotaje profesional autoinfligido, a veces les pregunto lo siguiente:

"¿Cuál es la mayor diferencia entre la escuela y el trabajo?".

Y aquí va mi respuesta:

"El dinero va en el otro sentido".

En la facultad, en el colegio, y en el propio ámbito educativo, tú eres el cliente.

Pagas a una institución para que te proporcione un servicio —una educación— y, en última instancia, una credencial —un título—. Estás comprando algo a la escuela. Y eso te da derecho a evaluar la calidad, el valor, la idoneidad y la pertinencia de lo que estás comprando, así como el entorno y la forma en que la institución proporciona ese servicio. También te da derecho, si así quieres, a coger tu dinero e irte a otro sitio.

En el trabajo, sin embargo, tú eres el proveedor del servicio.

Repetir errores

Cuando aceptas un trabajo, es tu empleador —o tu cliente— quien te paga por prestar un servicio o suministrar un producto. Y es tu empleador o cliente, no tú, quien tiene derecho a decidir qué servicio o producto prestas, su calidad y puntualidad y, en última instancia, si quiere seguir comprándotelo.

En mis primeros años de trabajo, no aprecié esa diferencia y por eso me despidieron. Mi jefe decidió que el servicio que yo les prestaba no merecía la pena y pagó a otro para que se lo prestara.

En la vida, por supuesto, puedes y debes elegir qué productos o servicios quieres ofrecer y a qué empleadores o clientes quieres ofrecérselos.

Y puedes y debes aprender lo antes posible, qué productos o servicios te gusta ofrecer y para cuáles tienes un talento especial, otras dos claves del éxito en un mundo tan competitivo como el nuestro.

Y, si tienes la suerte de poder elegir, puedes y debes optar por ofrecer un producto o servicio que te pague lo suficiente —o al menos te proporcione otros beneficios dignos como satisfacción personal, tiempo, flexibilidad, ubicación, etc.— para ayudarte a crear un estilo de vida que te haga feliz.

Pero cuando hagas la transición de escuela a trabajo, recuerda en qué dirección va el dinero.

Conoce cómo trabajamos en Business Insider.