¡No os preocupéis, generación Z! Yo también odiaba tener que trabajar 40 horas a la semana, pero este sencillo cambio de mentalidad lo cambió todo

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Yo también odiaba la jornada de 8 horas: tener otra mentalidad lo cambió todo.

Tim Knox; iStock; Rebecca Zisser/Business Insider

  • La generación Z se queja de la falta motivación y el agotamiento que supone el trabajo en las empresas.
  • ¡Lo entiendo! Yo también lo odiaba.
  • Con el tiempo, cambié de opinión, y puede que tú también lo hagas. Pero si no, ¡no te preocupes! Hay otros trabajos...

Estoy escribiendo una serie sobre cómo tener éxito en el mundo laboral. Está dirigida especialmente a la generación Z, quienes se encuentran al principio de su carrera profesional, pero espero que también ayude a otras personas. Aquí encontrarás una introducción sobre la serie y mis antecedentes.

Algunos miembros de la generación Z se han hecho virales en las redes sociales por compartir sus frustraciones respecto a la jornada de 40 horas y los puestos "sin alma" del mundo corporativo. Entiendo perfectamente sus argumentos.

Cuando empecé mi primer trabajo en un programa de formación de banca de inversión a principios de los 90, estaba tan deprimido por el ambiente y la cultura que básicamente tuve que encadenarme a mi escritorio para evitar salir corriendo por la puerta.

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Por razones que ya explicaré, aguanté y al final me fue bien. Sin embargo, algunos de mis amigos de la universidad abandonaron el sector empresarial para siempre a los 20 años y también les fue bien.

Así que no hay un camino único.

Lo que sí puedo decir es que los trabajos de oficina con jornadas de 40 horas semanales —al menos algunos— pueden llegar a ser menos desalmados y más gratificantes cuando llevas un tiempo en ellos. Por eso, antes de renunciar para siempre, te sugiero que consideres que puede que no sea el trabajo lo que te esté arruinando tu vida, sino el propio choque de dejar la vida de estudiante en la universidad y empezar un trabajo real, lo cual puede ser bastante duro.

También puede ser que aún no estés preparado para el trabajo de oficina y que debas dedicar tus primeros años postuniversitarios a trabajos que parezcan más aventureros mientras decides qué estilo de vida es el que te gustaría llevar.

A los veintipocos años, yo no estaba preparado para una vida de oficina. De hecho, si hubiera aceptado ese trabajo de banca de inversión antes, a los 22 años en lugar de a los 27, casi seguro que lo habría dejado.

¿Qué es lo que odiaba?

  • Odiaba tener que trabajar todo el día todos los días —incluidos, a veces, los fines de semana— en un cubículo con luz fluorescente, herméticamente cerrado, sin aire acondicionado ni calefacción.
  • Odiaba tener que llevar zapatos de vestir, traje y corbata.
  • Odiaba estar en lo más bajo de una jerarquía de tipo militar.
  • Odiaba que mis jefes esperaran que estuviera disponible 24 horas al día, 7 días a la semana (¿cuándo se suponía que iba a tener vida?).
  • Odiaba que todas las cosas que había hecho y conseguido antes y que me importaban en ese momento fueran irrelevantes.

En resumen, lo odiaba casi todo. Pero, afortunadamente, no renuncié.

¿Por qué?

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Porque había cosas del trabajo que no odiaba. Y, por aquel entonces, ya había aprendido lo suficiente sobre lo horribles que son algunos trabajos y sobre lo desafiantes que pueden llegar a ser las aventuras y los desafíos de "hazlo tú mismo", como para que las cosas que no odiaba compensaran con creces las que sí.

Por un lado —y era un factor importante— trabajar en esa empresa hacía que tuviese un buen sueldo, además de otros beneficios. Después de tres años de "trabajos por encargo" como tenista profesional y periodista autónomo, tener un sueldo y prestaciones me daba una estabilidad que antes no había experimentado

Para entonces, me había dado cuenta de que algún día querría tener una casa y una familia. El sueldo fijo y esos beneficios me ayudarían a conseguirlo. 

En segundo lugar, me di cuenta de que había otra forma de ver mi "trabajo corporativo", es decir, cambié el enfoque: empecé a pensar que alguien me pagaba para que aprendiera habilidades comerciales y, en ocasiones, incluso me presentaba a personas y actividades que me resultaban interesantes. (Una empresa cliente, por ejemplo, estaba construyendo algo llamado "internet". ¡Imaginaos!)

En tercer lugar, aprendí que había puestos dentro del sector que se adaptaban mejor a mi forma de trabajar (más independiente y emprendedora) y al tipo de trabajo que me gustaba hacer (investigar, escribir y hablar) que los trabajos en finanzas corporativas. Cuando me di cuenta y cambié a un puesto más adecuado para mí (analista de investigación), mi carrera despegó.

En ese momento de mi carrera, los trajes y las corbatas me parecían un uniforme al que hacía tiempo que me había acostumbrado a llevar. La mayoría de mis amigos trabajaban todo el día o estaban ocupados con sus parejas e hijos, así que no me perdía mucha "vida". 

También me había acostumbrado a las oficinas, que, incluso en su estado más aséptico, eran más agradables y seguras que muchos otros lugares de trabajo, como las plantas de procesamiento de carne, por ejemplo, o las minas de carbón.

Y lo que es más importante, ahora que tenía más habilidades y conocimientos, el trabajo empezó a resultarme fascinante y empecé a disfrutar de él. De repente, quería trabajar los fines de semana.

Así que yo, como otros muchos y como la generación Z ahora, tuvimos un comienzo difícil en el que nos costó hacernos al desalmado horario de 40 horas (o de 45 o 50 horas, dependiendo del sector), pero acabó funcionando.

Pero también puede que no sea para todo el mundo. 

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 Como me pasó a mí, muchos a los veintipocos años no están preparados para meterse de cabeza al mundo corporativo y necesitan recorrer otro camino, aunque luego puedan acabar en una oficina.

Este es mi consejo:

Si el trabajo corporativo te parece abominable, no lo fuerces. Busca otras aventuras. Haz cosas que te parezcan emocionantes y geniales. Nunca tendrás que trabajar para una gran empresa si no quieres. Hay muchos otros trabajos interesantes.

Pero no renuncies a la jornada de 40 horas para siempre ni tan rápido. Hay muchas cosas que no apestan, sobre todo ahora que algunas empresas te permiten trabajar a distancia, al menos parte del tiempo.

Con el tiempo, puede que cambien tus prioridades y que el trabajo corporativo y sus horarios te parezcan menos agobiantes y más gratificantes. Y esos trabajos seguirán estando aquí cuando tú quieras.

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