Me convertí en un adicto a Instagram sin darme cuenta: lo dejé un año y ahora tengo una relación más sana con las redes sociales

Guillermo Sebastián Ávila Recio.
Guillermo Sebastián Ávila Recio.

BI España

  • Guillermo ha mantenido una relación de amor y odio con redes sociales como Instagram, a la que se terminó enganchando. Logró dejarla durante todo un año y ahora explica que su relación con las redes sociales es mucho más sana.
  • Durante su gran abandono de Instagram, recuerda que escuchaba mucho más a las personas y estaba más presente en las conversaciones de la vida real.

Con el auge de las redes sociales, sobre todo durante los tiempos de confinamiento en la pandemia, muchos jóvenes se han enfrentado en los últimos años a problemas como pérdida de autoestima, adicción a las pantallas o aislamiento social.

No es raro ver a grupos de jóvenes —y no tan jóvenes— en los que el móvil se ha convertido en el centro de la conversación y la atención se desvía hacia contenidos virtuales, como las publicaciones o historias de Instagram, por ejemplo.

Como sucede con todas las adicciones, es posible salir del laberinto tal y como narran las personas que han abandonado Instagram u otras plataformas: solo después de salir de ese mundo se ve todo de una manera completamente diferente.

Eso es justo lo que le ha sucedido a Guillermo Sebastián Ávila Recio (1996), un joven que decidió dar la espalda a muchas redes sociales, especialmente Instagram, al ver que se había convertido en una herramienta que se comía demasiadas horas de su día.

Desde febrero de 2022, y tras varios episodios de uso compulsivo de Instagram, Guillermo abandonó la plataforma. Un tiempo que reconoce le ha servido para conseguir que su relación con las redes sociales sea ahora mucho más sana, según explica a Business Insider España.

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La importancia de educar desde la infancia

Varias investigaciones han demostrado que el uso temprano de las redes sociales está relacionado con la búsqueda de aprobación y la retroalimentación de compañeros entre adolescentes, lo que tiene una consecuencia directa sobre la autoestima y el aprendizaje.

La familia de Guillermo se vio obligada a abandonar primero Argentina a raíz de la situación socioeconómica derivada del corralito rumbo a Estados Unidos. Pero, después de los atentados del 11S —Guillermo confiesa que tiene grabado a fuego los avisos de bomba que se sucedían en los colegios y la militarización de aquella época— la familia decidió volver a coger las maletas.

Su padre decidió viajar a España para terminar en La Puebla de Montalbán. Durante esta época, Guillermo se acercó de forma muy sana a las tecnologías. Recuerda que su madre, gran apasionada de la lectura, compró en 2004 unos enormes tomos sobre Windows 98, adquirió un PC y educó a sus hijos para que cada uno lo usara una hora al día.

Guillermo relata que ha sido habitual que vivieran de 28 a 34 personas en su casa, con períodos realmente duros en los que ni siquiera era posible comer, lo que  conformó la que ahora es su personalidad.

Cuando Guillermo agotaba su hora de uso, salía a la calle a jugar al fútbol o con la bicicleta, un claro ejemplo de que existe tiempo para todo, una de las premisas que han guiado la vida del joven. "Yo siempre he sido el que ha estado apartado de la tecnología, por eso he conseguido alejarme ahora. Por ejemplo, mis hermanos no pueden", reconoce.

En aquel entonces, recuerda que usaba plataformas como Messenger —con sus zumbidos— o MetroFLOG, una red social que se hizo especialmente famosa en Argentina. Pero entonces el sector tecnológico comenzó a lanzar las herramientas que dominarían el futuro del ser humano, como el iPhone o Instagram, que Guillermo ya vio con recelo. A pesar de la educación recibida, él también acabó cayendo en ese "juego".

Las virtudes de Benjamin Franklin

Para Guillermo, el gran cambio llegó con el lanzamiento del iPhone 5. "Entendí que algo había cambiado. Los chavales estaban más pegados al móvil que con la BlackBerry", recuerda. "Pasamos de jugar a los tazos o a los cromos al iPhone. Era algo nuevo".

Aquello solo fue un primer paso: a partir de 2016 las redes sociales como Instagram —nacida en 2010— comenzaron a extenderse con fuerza entre las comunidades de usuarios más jóvenes, gracias en parte a una interfaz muy adaptada para ser usada en los teléfonos móviles. 

"En esa época, yo estuve metido en ese juego", reconoce Guillermo. Por aquel entonces residía en Londres y utilizó Instagram, como muchos otros usuarios, para aumentar su popularidad. Si veía un Lamborghini aparcado en la calle no dudaba en hacerse una foto para compartirla en Instagram. "Quería hacerme famoso", explica Guillermo.

Su padre le llamó hasta tres veces en cuatro años para avisarle de que tenía que cambiar de rumbo. Y, con el último aviso, Guillermo decidió volver a España.

Fue entonces cuando se fijó en dos grandes personalidades que le ayudaron a entender lo que estaba pasando. Por un lado el tesón de David Goggins, un atleta de élite que se lesionó dos veces cuando iba a pasar las pruebas para los Navy Seals de EEUU. A pesar de los contratiempos Goggins no se dio por vencida y, al tercer intento, también lesionado, consiguió aprobar.

El otro espejo en el que se miró Guillermo fue Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de lo que hoy entendemos por Estados Unidos, que promulgó la templanza, el orden, la determinación o la humildad para llevar una vida sana. Una lección que podía llevar al ámbito de las redes sociales.

"Cuando volví a España, cambió mucho mi mentalidad respecto a lo que subía y lo que no subía. Hacía mucho más deporte y usaba la plataforma para ayudar a los demás", explica. "Borraba las redes sociales durante 2 a 6 meses y, más tarde, volvía".

En febrero de 2022 decidió ir un paso más allá y abandonó Instagram durante un año —con conexiones intermitentes de 5 minutos en puntos muy concretos—. "Cuando veía que me volvía a enganchar, a los 3 o 4 meses las quitaba, y pasaba 2 o 3 meses descansando", destaca.

Esto provocó un gran cambio en la forma de relacionarse con los compañeros o familiares. Durante su gran abandono de Instagram, recuerda que escuchaba mucho más a las personas y estaba más presente en las conversaciones de la vida real.

"Yo estaba mucho más presente con las personas que realmente estaban enfrente de mí. Lo que pasa es que yo veía que ellos hablaban con alguien que ni siquiera estaba presente", lamenta.

Para él, el problema y la culpa de este uso compulsivo está compartido entre el Estado, "el gran culpable", y las empresas, que han mejorado las técnicas que tienen para captar la atención, incluso mediante la inteligencia artificial. Aunque es el usuario quien siempre tiene la última decisión.

"El individuo es el que elige ver una cosa u otra en su tiempo libre", reconoce.

Por eso mismo, él recomienda que los más jóvenes, o las personas que estén enganchadas a Instagram, lean algo sobre las virtudes de Franklin. Él es el ejemplo de que se puede usar Instagram sin que suponga una adicción.

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