Erica, la robot entrenada para reírse como un humano

Erica

wocomoDOCS/YouTube

La inteligencia artificial es, valga la redundancia, cada vez más inteligente y sobre todo, cada vez más humana. Miles de científicos trabajan para que los robots dialoguen de forma más natural, argumenten mejor, adquieran sentido común o incluso tengan conciencia de sí mismos

El nuevo paso es que las máquinas y algoritmos conecten con el humor humano y aprendan a reírse en el momento más adecuado: es el proyecto de una nueva investigación de la Universidad de Kioto publicada en la revista Frontiers in Robotics and AI. Estos científicos están usando para ello a Erica, el robot que ríe. Su sistema podría mejorar las conversaciones naturales entre las personas y los sistemas de IA.

Erica fue fabricada en Japón. Fue creada para ser la androide completamente autónoma más avanzada y hermosa del mundo, según relata este vídeo en el canal de YouTube wocomoDOCS. Esta robot humanoide fue desarrollada en 2015 por Kohei Ogawa e Hiroshi Ishiguro en la Universidad de Osaka para estudiar la comunicación entre humanos e inteligencias artificiales. 

Entre sus habilidades, es capaz de entender oraciones complejas y mantener conversaciones. También puede parpadear, mover la boca, los ojos y la cabeza como un interlocutor humano. Y ahora, por muy siniestro que parezca en el vídeo... también puede reír. 

“Creemos que una de las funciones importantes de la IA conversacional es la empatía”, explica Koji Inoue, autor principal de la investigación. Los investigadores quieren enseñar a su algoritmo el arte de la risa conversacional. Para ello tomaron 80 diálogos de citas rápidas entre estudiantes universitarios varones y el robot, que inicialmente fue teleoperado por 4 actrices amateur.

Los datos del diálogo se anotaron para las risas en solitario, las risas sociales (donde el humor no está involucrado, como en la risa cortés o avergonzada) y la risa de alegría. La información se destinó al entrenamiento de un sofisticado sistema de aprendizaje automático para decidir si reírse y elegir el tipo apropiado.

 

Dicho de otro modo, el fin es que Erica sepa la diferencia entre los diferentes tipos de risa y en qué contextos utilizar cada una. Aprendiendo a través de los archivos de audio, Erica supo discernir entre las risas sociales, de carácter más tenue, y las carcajadas de alegría, con el objetivo de reflejarlas en las situaciones apropiadas.

“Tuvimos que categorizar cuidadosamente exactamente qué risas podíamos usar para nuestro análisis y no simplemente asumir que se puede responder a cualquier risa”, apunta Inoue.

Los expertos de la Universidad de Tokio tantearon si Erica había ganado sentido del humor creando 4 diálogos cortos para que charlase con un ser humano, e integrando el nuevo algoritmo de risa compartida en el software conversacional. Después, se compararon con escenarios donde la robot no se reía nada o emitía una risa social cada vez que detectaba una rosa.

130 voluntarios que escucharon los clips calificaron el algoritmo de risa compartida de forma más favorable debido a una mayor empatía, naturalidad, semejanza humana y comprensión.

¿Entiende el robot el significado de la risa?

Erica, la robot que sabe reír

 Frontiers in Robotics and AI

Tal y como declaró a The Guardian Sandra Wachter, profesora del Instituto de Internet de Oxford en la Universidad de Oxford, los autómatas no comprenden realmente el significado de la risa. "Un robot o algoritmo nunca podrá entenderte. No te conoce, no te entiende y no entiende el significado de la risa", señala.

“No son conscientes, pero pueden ser muy buenos haciéndote creer que entienden lo que está pasando”, agregó. Este tipo de experimentos capacitan a las máquinas para imitar comportamientos y reacciones tan humanas como la risa. 

El equipo cree que incorporar la risa podría ayudar a crear robots con su propio carácter diferencial, brindándoles algo así como personalidad propia. "Aunque podrían pasar más de 20 años antes de charlar con un robot como lo haríamos con un amigo", matiza Inoue. 

Mientras, una IA de Google también fue señalada por un ingeniero despedido por la compañía, que aseguró que había desarrollado sentimientos. 7 expertos desmintieron que fuese cierto, asegurando que el gran problema siguen siendo los sesgos discriminatorios. Por ahora, las máquinas siguen sin tener alma. 

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