La IA tiene un grave y sucio problema que está empañando la imagen ecológica de las big tech

Monica Melton
| Traducido por: 
Contaminación del planeta

Getty

  • La capacidad de procesamiento que necesita la inteligencia artificial genera un grave problema de sostenibilidad.
  • Los inversores siguen considerando que la tecnología es respetuosa con el medioambiente, pero la realidad parece mucho más turbia: una profesora de la Universidad de Washington plantea algunas posibles soluciones.
Análisis Faldón

Las grandes empresas tecnológicas y su reputación como organizaciones concienciadas con el medioambiente han sido una apuesta segura para los inversores que tienen en cuenta cuestiones como la sostenibilidad ambiental, social y de gobernanza, así como para los consumidores que también se preocupan por esos temas. 

Sin embargo, esa reputación se está dando de frente con una nueva realidad, a medida que gigantes tecnológicos como Microsoft, Amazon, Google o Meta (la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp), desarrollan y despliegan su apuesta por la inteligencia artificial generativa.

La IA se está convirtiendo en un peligro para el medioambiente, empezando por las tarjetas gráficas de alto consumo energético —GPU, por sus siglas en inglés— que son utilizadas para entrenar los grandes modelos lingüísticos que se encuentran detrás de herramientas como ChatGPT y pasando por los nuevos centros de datos que se necesitan y que consumen enormes cantidades de agua y electricidad.

El imperio de centros de datos de Amazon al norte de Virginia, Estados Unidos, consume más electricidad que toda la red que gestiona la ciudad en la que la compañía tiene su sede, Seattle. Los centros de datos de Google consumieron 19.700 millones de litros de agua en 2022, un 20% más que en el año anterior. El modelo de inteligencia artificial de Meta, Llama 2, parece que también tiene sed.

Un centro de datos en Islandia.

Los principales actores en la carrera por la IA se dedican a pregonar las formas en las que están compensando este aumento del impacto medioambiental, con programas como el compromiso de Microsoft de que sus centros de datos de Arizona no utilicen agua durante más de la mitad del año. 

O Google, que acaba de anunciar una asociación con Nvidia, el mayor fabricante de microchips de inteligencia artificial, con el objetivo de reponer el 120% del agua dulce que utilizan sus oficinas y centros de datos para 2030.

Según Adrienne Russell, codirectora del centro de Periodismo, Medios de Comunicación y Democracia de la Universidad de Washington (EEUU), estos esfuerzos podrían ser más que nada marketing ingenioso: "La industria tecnológica ha hecho un esfuerzo prolongado y coordinado para que la innovación digital parezca compatible con la sostenibilidad, pero no lo es".

Russell pone como ejemplo el cambio que supuso la computación en nube y la forma en la que se comercializan y presentan las ofertas de Apple como ejemplos en los que las empresas tecnológicas intentan asociarse con la contracultura, la libertad, la innovación digital y la sostenibilidad.

Este giro comercial se está utilizando ya para anunciar la IA como una mejora desde el punto de vista medioambiental.

En agosto, durante la presentación de resultados económicos de Nvidia, Jensen Huang, CEO de la compañía, anunció la "informática acelerada", una tecnología basada en inteligencia artificial (que comercializa la propia Nvidia), más eficiente a nivel de costes y de energía, y que se contrapone con la "informática de propósito general", que sería más cara y relativamente peor para el medioambiente.

 

Los datos sugieren lo contrario. Un informe reciente de la firma de análisis Cowen calculaba que los centros de datos de IA podrían necesitar más de cinco veces la potencia de las instalaciones tradicionales. 

Las GPU —que normalmente suministra Nvidia— consumen hasta 400 vatios cada una, por lo que un servidor de inteligencia artificial puede consumir 2 kilovatios. Mientras que un servidor de computación en la nube normal utiliza entre 300 y 500 vatios, según Shaolei Ren, investigador de la Universidad de California, Riverside que ha estudiado cómo utilizan los recursos los nuevos modelos de IA.

"Hay estudios que vienen cargados de esto, información no verdadera de que la sostenibilidad y la innovación digital van de la mano, como que 'se puede seguir creciendo' y 'todo se puede escalar masivamente, y sigue estando bien', y que un tipo de tecnología sirve para todos", asegura Russell, la profesora de la Universidad de Washington.

Es probable que el impulso en torno a la inteligencia artificial y su huella medioambiental crezca a medida que las empresas traten de integrar grandes modelos lingüísticos en un mayor volumen de sus operaciones. 

Russell cree que sería mejor centrarse en otras innovaciones más sostenibles, como las redes wifi mesh o las iniciativas autóctonas de privacidad de datos. Las comunidades están estableciendo controles de privacidad de datos y conectividad a Internet en sus propios términos y de formas que no dependen tanto de las grandes empresas tecnológicas.

"Si somos capaces de identificar ejemplos, por pequeños que sean, de personas que diseñan tecnologías sostenibles, podremos empezar a imaginar y criticar esas enormes tecnologías que no son sostenibles ni desde el punto de vista medioambiental ni social", defiende la profesora universitaria.

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