Lupercalia, la bacanal romana de la fertilidad que algunos sitúan como el origen de San Valentín

Es San Valentín, el día para celebrar el amor. Hay quien aprovecha para una escapada en pareja, hacerse regalos o al menos ver una peli romántica juntos en el sillón. Flores, corazones y flechas abundan por doquier.

Aunque para muchos esta festividad sea considerada un invento capitalista, lo cierto es que sus orígenes aún hoy permanecen inciertos. ¿De dónde viene San Valentín? La historia del sacerdote romano que desafió la ley celebrando matrimonios entre jóvenes en secreto es la que se ha popularizado.

Aunque esto también parece ser la confluencia de 2 personajes diferentes: la de un sacerdote romano al que se la atribuyen curaciones milagrosas ejecutado por Claudio y la del obispo de Terni martirizado. Ambos murieron el 14 de febrero y se llamaban Valentín. Con el transcurrir del tiempo, no solo las historias se fusionarían, sino que la conmemoración de esta figura pasaría a vincularse con la primavera y el amor.

Para otros sin embargo, el día de los enamorados podría tener un origen más salvaje, lujurioso y pagano al señalar las lupercales como el inicio ancestral de San Valentín.

Las lupercales: las salvajes fiestas romanas de febrero en homenaje a la fertilidad

"¿A qué esperas, desposada? No serás tú madre por el poder de las hierbas ni por las plegarias ni por encantamientos mágicos. Recibe pacientemente los latigazos de la diestra fecundadora y el suegro tendrá entonces el ansiado nombre de abuelo".

Así canta Ovidio en sus Fastos a las Lupercalias o fiestas Lupercales, festividad que recorrió las calles de Roma cada 15 de febrero durante más de un milenio. En ella los hombres sacrificaban una cabra y un perro, para después correr casi desnudos azotando a las mujeres con las pieles de los animales que acababan de matar.

La deidad a la que los romanos consagraban esta fiesta se cree que ya era incierto para la mayoría de ciudadanos en tiempos de Ciceron. Lupercus —protector de los pastores y sus rebaños—, Faunus,  Februus, Pan y Juno son los dioses a los que se cree que podrían haber rendido tributo.

El ritual comenzaba con el sacrificio matutino de una cabra y un perro en la cueva del lupercal, donde  Rómulo y Remo habían sido amamantados por la loba. Era llevado a cabo por los lupercos, una congregación de sacerdotes adoradores de Fauno, que únicamente iban vestidos con una piel de cabra a modo de taparrabos. Ya en esa época  estos eran asociados por los propios romanos como algo anárquico, salvaje y precívico.

Tras la matanza, 2 jóvenes lupercos eran llevados al altar para ser ungidos en sus frentes con la sangre del sacrificio. La piel de los animales era cortada en forma de látigos o correas. 

Con ellas en la mano salían a correr casi desnudos por los montes de Palatino golpeando a los asistentes en un acto de purificación. Las mujeres se agolpaban para recibir los latigazos, los cuales aseguraban la fertilidad y evitaba los dolores de parto.

"Hoy en día muchos de los jóvenes nobles y de los magistrados corren desnudos a través de la ciudad, por diversión y con alegría golpeando a aquellos a los que se encuentran con correas velludas. Y muchas mujeres de rango se colocan deliberadamente en su camino, y al igual que los niños en la escuela, presentan sus manos para ser golpeadas, en la creencia de que el embarazo terminará en un parto ayudados en la entrega, y la esterilidad en un embarazo”, describió Plutarco.

Según Noel Lenski, historiador de Yale, el festival, conocido por su libertinaje y desnudez, pasó a ser una fiesta cristiana en el siglo V por el Papa Gelasio "Era más bien una juerga de borrachos, pero los cristianos volvieron a ponerle ropa. Eso no impidió que fuera un día de fertilidad y amor".