Cartera de inversión

Una cartera de inversión es una combinación de activos financieros en los que invierte una persona o institución.

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  • Una cartera de inversión es una combinación de activos financieros en los que invierte una persona o una institución con el fin de obtener rentabilidad.
  • La diversificación es un principio fundamental a la hora de diseñar una cartera, cuya composición suele estar condicionada por el grado de aversión al riesgo del inversor.
  • Si quieres entender cómo funciona la economía, la tecnología, el mundo empresarial y descubrir el significado de la mayoría de conceptos que escuchas cada día, no te pierdas nuestra sección Qué es.
  1. Qué es una cartera de inversión
  2. Qué factores influyen en la composición de una cartera
  3. Pasos para crear una cartera de inversión
  4. Cómo se gestiona una cartera de inversión

Qué es una cartera de inversión

Una cartera de inversión o portfolio es una combinación de activos financieros en los que invierte una persona o una institución. Se trata de una especie de cesta que contiene distintos activos y que se diseña con el propósito de generar una rentabilidad.

El abanico de inversiones que puede incorporar una cartera es muy amplio. Puede estar compuesta por instrumentos de renta fija y de renta variable, con activos en diferentes áreas geográficas y de diferentes sectores e incluso con productos e instrumentos diferentes.

Por lo tanto, una cartera no sólo está formada por acciones que cotizan en Bolsa, sino que puede incluir materias primas, obligaciones, liquidez, fondos de inversión e incluso propiedades como obras de arte u otras inversiones privadas.

La diversificación es una regla de oro que debe contemplarse a la hora de diseñar una cartera, con el fin de reducir los riesgos asociados a la inversión y lograr que sea robusta ante crisis y situaciones de incertidumbre. Como se suele decir de forma coloquial, no debes poner todos los huevos en la misma cesta y tampoco debes invertir sólo en una única clase de activo.

Qué factores influyen en la composición de una cartera

En esencia, una cartera es el reflejo de la inclinación al riesgo del inversor. Según el grado de volatilidad que esté dispuesto a aceptar, su enfoque puede ser conservador, arriesgado o intermedio. La denominada asignación de activos, que hace referencia al valor monetario y el paso de cada uno de los instrumentos que forman la cartera, determina esa relación entre rentabilidad y riesgo.

Por norma general, cuanta más volatilidad asume un inversor, mayor será la plusvalía que podrá generar.

Asimismo, otros factores como el horizonte temporal y los objetivos específicos de la inversión también deben tenerse en cuenta a la hora de abordar la composición de una cartera.

Pasos para crear una cartera de inversión

A modo de guía para confeccionar una cartera de inversión, se suele identificar los siguientes pasos básicos:

  • Definir los objetivos financieros. El primer paso es determinar para qué inviertes. Esto incidirá directamente sobre el horizonte temporal, que es el periodo de tiempo durante el que no necesitarás ese dinero. Por ejemplo, no es lo mismo invertir para comprar una vivienda a medio plazo que para ganar en tranquilidad durante la jubilación dentro de algunas décadas.
  • Establecer el perfil de riesgo. El nivel de tolerancia al riesgo marcará la composición de la cartera, que vendrá marcado por ese binomio de rentabilidad y riesgo. En este punto influyen aspectos como la edad y el patrimonio del inversor. Un perfil más agresivo permite asumir más riesgos a cambio de generar mayores rentabilidades, mientras que otro más conservador preferirá minimizar las posibles pérdidas aunque sacrifique potenciales beneficios.
  • Diversificar y seleccionar los activos. Al margen del perfil definido, uno de los puntos de partida de cualquier cartera es alcanzar el equilibrio, y diversificar es la mejor fórmula para conseguirlo. Para ello, se debe elegir la proporción entre renta fija y variable que mejor se ajuste a las necesidades, además de tener en cuenta aspectos geográficos y sectoriales. La diversidad de activos es enorme: fondos de inversión, ETFs, depósitos a plazo, bonos y bienes raíces, entre otros.
  • Adaptarse al contexto. Los mercados tienen un comportamiento cíclico y atraviesan etapas alcistas y bajistas. La historia dice que los momentos alcistas se han prolongado más en el tiempo que los bajistas, así que invertir a largo plazo es una buena opción. No obstante, es importante anticipar posibles escenarios y adaptar la cartera a los cambios en el contexto macroeconómico para asegurar que tenga el mejor rendimiento.
  • Fiscalidad y costes. Por último, hay que contemplar la fiscalidad asociada a cada producto y las comisiones que recaerán sobre ellos, así como las posteriores operaciones que se realicen. Una pequeña diferencia en el coste de la cartera puede provocar grandes pérdidas de rentabilidad a largo plazo. Los principales costes a tener en cuenta son la fiscalidad sobre las plusvalías y comisiones como las de compraventa y custodia.

Cómo se gestiona una cartera de inversión

A grandes rasgos, la gestión de una cartera puede ser activa o pasiva. La primera estrategia es la más tradicional, en la que un gestor que cuenta con experiencia y formación especializada toma las decisiones de inversión. En el segundo caso, simplemente se replica la evolución de un determinado índice bursátil, que se convierte en la referencia a seguir.

Por lo tanto, la gestión activa implica un cambio constante en la asignación de los activos para obtener una rentabilidad que consiga batir al índice de referencia. En cambio, la gestión pasiva se limita a imitar el comportamiento del índice.

¿Cuál es la mejor opción? Cada una tiene sus particularidades, así que dependerá de tus objetivos y para qué quieres invertir. En cuanto a los beneficios, la gestión activa busca mejorar el comportamiento del mercado y dispone de más recursos para hacerlo, aunque esto no implica que vaya a conseguirlo necesariamente. Por su parte, la gestión pasiva tiene unas comisiones asociadas muy interiores, puesto que el trabajo del gestor se reduce a replicar el índice.

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