¿Quién gana con la decisión de Francia de reducir de 36 a 15 meses la espera entre el estreno en cines y el lanzamiento en plataformas? El cine francés y Netflix, mucho; Disney+, no tanto

Elena Neira
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Fotograma de 'A través de mi ventana'.
Fotograma de 'A través de mi ventana'.

Netflix

El Gobierno francés acaba de firmar un acuerdo histórico que supondrá una reducción significativa de las ventanas de distribución cinematográficas. A partir de febrero, el plazo que deberá transcurrir entre el estreno de una película en cines y su disponibilidad en otras ventanas será de 6 meses para el alquiler y de 15 a 17 meses para las plataformas de suscripción, que se colocan por delante de la televisión en abierto. Esta última que tendrá que esperar 22 meses. 

Francia, uno de los países con la legislación más estricta en lo que a la protección de sus salas se refiere, ha decidido ceder algo de terreno para convivir con las plataformas. A cambio del sacrificio, eso sí, obtiene algo que le interesa mucho: financiación para su filmografía. La jugada, no obstante, no es beneficiosa para todas las partes implicadas.

El acuerdo, aunque aplicable a todos los servicios bajo demanda basados en un modelo de suscripción, beneficia especialmente Netflix, la única plataforma representada en el momento de la firma con la ministra francesa de Cultura, Roselyne Bachelot. La compañía solo tendrá que esperar 15 meses (y no los 36 actuales) para incorporar a su plataforma las películas que decida estrenar en cines. A cambio de esa reducción Netflix se compromete a invertir unos 40 millones de euros anuales en producciones cinematográficas francesas, cuyos derechos se repartirán entre productores y creadores. La medida, además, incluye una cláusula de diversidad, para que se tengan en cuenta proyectos pequeños (por debajo de los 4 millones de euros).

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Otras plataformas, como Prime Video o Disney+, no han firmado un acuerdo con plazos de ventaneo específicos como el de Netflix, lo que extiende a 17 meses la espera para los estrenos en plataforma. 

En el caso de Disney+ existe un escollo adicional. Las negociaciones con esta plataforma llegaron a un punto muerto porque las normas francesas obligan a que la ventana de la televisión en abierto tenga exclusividad. Ello les obligaría a retirar de su Disney+ los títulos para no concurrir con las cadenas francesas. Eso supone un gran problema, sobre todo teniendo en cuenta la actual estrategia cinematográfica de Disney, articulada en torno a 3 ejes: la flexibilidad en cuanto al modelo de estreno, una ventana de exclusividad corta para los cines (45 días) y su plataforma de suscripción como primera ventana de pago. Un acuerdo en los términos impuestos por Francia podría fácilmente provocar que la balanza se incline hacia el estreno directo en Disney+, lo que privaría a las salas de unos títulos muy necesarios para atraer a un segmento de población importantísimo para el sector: fans y familias.

Netflixha declarado que este acuerdo supone "un primer paso significativo hacia la modernización de la cronología de los medios". También hay otras lecturas importantes. La primera y más evidente, la voluntad de Francia de integrar a los grandes operadores globales dentro de la estructura audiovisual francesa, tras años en los que el discurso era de abierto enfrentamiento hacia el negocio de Internet. 

La última gran polémica fue la protesta de la asociación de cines franceses tras la aceptación de 2 películas de Netflix a competición en el Festival de Cannes de 2018. Eso tuvo como resultado que el festival decidiese excluir de la lista de películas seleccionadas todas aquellas cintas que no estuviesen dispuestas a cumplir la moratoria legal de 36 meses entre el estreno y la llegada al servicio de suscripción.

Puede que para un audiovisual post-pandémico cada vez más habituado a ventanas cortas e, incluso, a estrenos simultáneos, la medida no sea gran cosa. Francia, de hecho, sigue siendo la resistencia en un entorno europeo cada vez más permeable a la revolución del streaming. Pero, sin dud,a supone un doble reconocimiento por parte de una de las legislaciones más arcaicas de todo el mundo: el dramático cambio en los hábitos de consumo y la creciente penetración de las plataformas en el país, cuyo peso sobre la producción local no para de crecer.

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Ahora todas las miradas están puestas en Netflix, que desde el año del boicot ha llevado una campaña muy clara de presencia en los festivales de cine Premium y en los premios más prestigiosos de la industria. Si su actitud frente a Cannes cambia en esta edición, tras años de haberle dado la espalda al festival, quedará sellada una nueva línea estratégica: ir de la mano de la industria, aunque suponga hacer concesiones, en lugar de hacer tambalear sus cimientos y que todos cierren filas contra ella.

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