Reírle siempre las bromas tontas a tu jefe puede perjudicar tu salud y trabajo, advierte un estudio

Sawdah Bhaimiya
| Traducido por: 
Jefe gasta broma sin gracia a empleados en oficina

Tim Garcha/Getty Images

  • Los jefes que hacen demasiadas bromas pueden perjudicar el bienestar de los empleados, según un nuevo estudio.
  • La investigación, realizada por académicos de tres universidades de élite, analiza el impacto de las falsas reacciones positivas de los trabajadores a las bromas.
  • El estudio sugiere que los jefes deben reflexionar sobre cómo expresan el humor.

Los jefes y jefas divertidos pueden aliviar una reunión seria o distender el ambiente, pero un nuevo estudio ha descubierto que gastar demasiadas bromas puede perjudicar el bienestar de las personas empleadas.

El estudio, publicado recientemente en la revista Academy of Management Journal, examina cómo el "humor del líder" —cuando alguien en una posición de liderazgo expresa humor— presiona a los subordinados para que actúen "superficialmente", lo que incluye fingir o exagerar reacciones emocionales positivas.

Randall Peterson, catedrático de Comportamiento Organizativo de London Business School; Xiaoran Hu, profesora adjunta de Gestión de London School of Economics (Reino Unido), y Michael Parke y Grace Simon, de la Universidad de Pensilvania (EEUU), son los autores del estudio, que incluye un experimento de campo, otro de laboratorio y un estudio de campo de varias olas.

El estudio concluye que los jefes que hacen demasiadas bromas aumentan la cantidad de trabajo superficial que realizan los empleados, lo que puede provocar agotamiento emocional o burnout y reducir los niveles de satisfacción laboral.

"Cuando el jefe cuenta un chiste que no es hilarante, el empleado tiene que decidir si finge la risa o no. Esa decisión requiere energía, sea cual sea. Si fingen reírse, es un trabajo emocional adicional que resta energía al trabajo", explica Peterson a Business Insider por correo electrónico. 

En uno de los estudios, 212 participantes de un laboratorio de comportamiento de una escuela de negocios del noreste de Estados Unidos han participado en lo que se les ha dicho que era un grupo de discusión de una hora en la librería de la universidad, en grupos de tres a cinco personas. Después rellenarían una encuesta.

Los participantes entraban en una sala de descanso y eran recibidos por un jefe de grupo que se presentaba como vicepresidente de ventas de la librería de la universidad. En realidad eran actores profesionales de entre 50 y 60 años.

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Había dos versiones diferentes de la tarea: una en la que había una gran distancia de poder entre los participantes y los líderes y otra en la que había una distancia de poder baja.

Las personas investigadoras incluso han dado instrucciones a los líderes de los grupos de discusión para que se presentaran de dos formas diferentes. A uno se le indica que vista ropa formal de negocios, incluido un traje azul marino y una corbata, y que se presente como "Sr. [Apellido]".

Este comenta a los participantes que está "dirigiendo la sesión" y que deben hablar con él como si fuera un "representante formal" de la librería.

El segundo viste ropa informal de negocios, como un polo azul marino, y se presenta con su nombre de pila. Cuenta a los participantes que "aquí todos somos iguales" y que hablen con él como si fuera un "amigo".

Los investigadores también indican a algunos líderes que hagan bromas como juegos de palabras y a otros, que no realicen ninguna.

El estudio ha descubierto que los líderes que hacían bromas con frecuencia aumentaban la actuación superficial en los seguidores, lo que posteriormente se traducía en malos resultados de bienestar, incluido el agotamiento emocional. 

Estos resultados negativos eran más pronunciados cuando había una mayor diferencia de poder entre el líder y el seguidor. Las personas subordinadas se sentían más presionadas a fingir emociones cuando la diferencia era mayor.

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Parte de la razón por la que los seguidores sienten esta presión es porque mostrar la emoción correcta puede ser decisivo para sus objetivos personales y su progresión.

"Incluso cuando los seguidores perciben a un líder como genuinamente divertido, la expresión frecuente del humor del líder aumenta las expectativas positivas de exhibición que impulsan la actuación superficial y agravan el bienestar, especialmente para los seguidores con mayor distancia de poder", escriben los autores.

La actuación superficial puede desencadenar un ciclo de resultados negativos para el bienestar de los empleados, según el estudio. Los jefes graciosos tienden a bromear más y, si reciben una reacción positiva, ya sea una actuación superficial o auténtica diversión, esto podría animarles a contar aún más chistes, provocando más actuación superficial.

Sin embargo, esto no significa que los jefes dejen de hacer bromas en la oficina. De hecho, el estudio concluye que "menos intentos, más gratificantes" de hacer humor de calidad tienen en realidad un resultado positivo en el bienestar de los empleados, a diferencia de hacer demasiadas bromas.

Cuando los líderes son más reflexivos sobre su humor, en realidad alivian la presión de la actuación superficial. Peterson aconseja a los líderes que utilicen el humor "con moderación". 

"Como dicen en el ejército de Estados Unidos: recuerda que, cuando estás en una posición de liderazgo, no eres tan gracioso como crees. La gente se ríe porque tú eres el jefe", afirma. 

"Sobre todo, controla cuánto humor utilizas. Un poco de humor aporta mucho porque indica que apruebas el alivio de [no tener que] estar serio todo el tiempo". La investigación apoya firmemente la noción de que reír un poco nos hace más productivos en nuestro trabajo. 

"Sin embargo, se puede tener demasiado de algo bueno. Más no siempre es mejor. O piensa en el humor como en la marmita: un poco da para mucho, y no a todo el mundo le gusta".

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