“Se trabaja mejor, pero no hay horario ni fines de semana”, así ha cambiado la agricultura, según una trabajadora del campo

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Paqui Ruiz agricultora

Business Insider España

  • Paqui Ruiz ha crecido entre invernaderos, experimentando cómo la tecnología ha facilitado las tareas del día a día.
  • Explica que sí hay relevo generacional, pero el acceso a la tierra es demasiado elevado.

Mirar el mapa de El Ejido (Almería) desde el cielo es hallar un mar de plástico. Reúne el mayor número de explotaciones agrarias de España. Son algo más 13.100 hectáreas de invernaderos, según  un informe de 2021 elaborado por la Consejería de Agricultura de la Junta de Andalucía.

Son casi 33.000 hectáreas en la provincia de Almería. En 1985, cuando Paqui Ruiz Requena apenas tenía dos años, había 10.905 hectáreas. Un cambio que ha visto a través de sus ojos en métodos de regadío, control de plagas o modo de trabajo. Cada invernadero es una historia; la suya es la de una apasionada del campo que creció entre plantaciones, las de sus abuelos y su madre, como ahora su hijo crece viendo las suyas y la de su pareja.

Ruiz tiene 41 años y cumple media vida siendo agricultora autónoma. Su invernadero, de alquiler, es de 9.000 metros en el que actualmente planta pimientos. Cuenta que desde pequeña le llamó la atención la forma de cuidar las plantas y observar qué necesitaban en cada momento.

Menos carga y más maquinaria

El trabajo, por suerte, ha cambiado mucho. "Cuando yo empecé, hace 20 años, trabajaba a lo burro. Ahora en los invernaderos se trabaja muy a gusto", expone. Por ejemplo, ahora no tiene que sulfatar como antes, puesto que controla las plagas mediante la lucha integrada, que hace uso de los depredadores naturales.

Tampoco carga el mismo peso, puesto que ahora tiene un toro que le ahorra mucho esfuerzo. Dar estiércol, más de lo mismo. "Ahora se hace con máquinas, antes teníamos que apartar la arena nosotros y con carros echar el estiércol", apunta.

Lo mismo ocurre con el control del azúcar en las plantaciones de sandía o la carga a la cooperativa, mucho más cómoda. "En el invernadero se trabaja mucho mejor que en muchos sitios. Físicamente, tengo menos desgaste que antes. Lo único que es muy sacrificado", asegura.

El motivo lo tiene claro: el horario. "No tienes horario, no tienes sábados, ni domingos, ni puente. No te puedes ir cuatro días y no ver la planta porque puede haber un cambio brutal o si te dejas una banda del invernadero abierta y viene un levante y te rompe las matas", ejemplifica.

Y no es que el trabajo falte, ella tiene que organizar la cosecha, arrancar la hierba, poner guitas, meter cajas, recoger pimientos, regar, estar siempre pendiente de los vientos o de si hace falta blanquear los plásticos, además de triturar las plantas cuando la plantación acabe.

El crecimiento del negocio lento, pero se siente orgullosa de haber cambiado su furgoneta por un camión, tener un toro y máquinas de riego.

Los jóvenes quieren trabajar la tierra, pero es imposible

Estas mejoras, en su opinión, hacen que los jóvenes quieran trabajar en el campo. "Está de moda", asegura. Pero es muy complicado. Su invernadero es alquilado y cuenta que su madre también tiene tierra y que hasta que no la herede no podrá ser propietaria.

Estima que en la zona un invernadero de una hectárea en la zona ronda los 300.000 o 400.000 euros, según las características. "La gente se quiere incorporar, quiere acceder a la Tierra, pero no hay ayudas y hoy en día meterte en un invernadero es una locura, es hipotecarte de por vida, te hipotecas tú e hipotecas a tus hijos. Porque todo eso tiene que ir acompañado de que te venga una campaña buena y no vienen", afirma. 

Un problema que se suma a los precios a los que les pagan el producto o la competencia desleal que señala con otros países.

La digitalización del campo

Ruíz cuenta que cuando su abuelo regaba lo hacía por sistema de manta, mientras ella lo hace por goteo. El siguiente paso que se aventura en el sistema es el cuaderno digital, por el que controlar el riego. Algo ante lo que se opone, señalándolo como una traba más del sistema.

"¿A mí me va a venir a decir alguien lo que le hace falta a mis plantas? Lo tendré que saber yo que estoy todos los días con ellas. O me van a decir lo que puedo gastar en toda la campaña. No entiendo hasta dónde quieren llegar", critica.

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