Cambié mi iPhone por un 'móvil tonto': me ha hecho mejor madre y persona

Carmella de los Angeles Guiol
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Carmella de los Angeles Guiol

Courtesy of Carmella de los Angeles Guiol

  • El móvil me quitaba la atención que debería haber dedicado a mis hijos. 
  • Tenía menos paciencia y descubrí que la multitarea creaba situaciones inseguras para mis hijos. 

Soy madre de dos niños de tres y dos años. Tienen mucha energía y requieren mucha atención. Por supuesto, no siempre puedo prestarles toda la atención que necesitan; también tengo que hacer la comida y mantener mi casa.

Pero la verdad es que mi smartphone también exigía gran parte de mi atención.

Por ejemplo, mientras intentaba dar de desayunar a los niños por la mañana, a menudo caía en una madriguera digital con la ayuda de mi iPhone, que dejaba cargando en la encimera junto al rincón del desayuno. No, no dormía con el smartphone al lado de la cama, pero lo miraba en cuanto bajaba las escaleras y, una vez que me volvía hacia él, me costaba apartarme.

Cuando me quejé a mi marido de lo difíciles que eran las mañanas con los niños, me señaló que quizá mis hábitos con el móvil no estaban ayudando a mejorar la situación.

Fue entonces cuando decidí hacer algo al respecto.

Mi smartphone me estaba robando la atención de las personas que más la necesitaban: mis hijos

Empecé a notar un patrón. Cuando cogía el iPhone, mi capacidad para mantener la calma ante las incesantes demandas y peticiones de atención de mis hijos saltaba por los aires. Inmediatamente tenía menos paciencia y menos atención para mis hijos.

Hiciera lo que hiciera en mi smartphone, lo sentía como una necesidad urgente, algo que está integrado en el diseño del dispositivo. La verdad es que estaba enfadada con mis hijos por distraerme de mi distracción.

A veces, esta distracción podía ser peligrosa, como la multitarea al volante del coche o incluso en el parque infantil. En una ocasión, saqué el móvil para enviar un mensaje de texto a otra madre que había quedado con nosotros en el parque y caí en una espiral. Una notificación o "tarea digital" se convirtió en una frenética búsqueda de dopamina. 

Cuando levanté la vista uno o dos minutos después, no encontraba a mi hijo. Me entró el pánico y empecé a correr. Por suerte, lo vi al otro lado del parque, deslizándose alegremente por el tobogán de otro parque infantil. Estaba a salvo, pero yo estaba conmocionada.

Cambié mi iPhone por un móvil tonto

Después de darle muchas vueltas, di el paso y dejé mi smartphone. Resulta que las cosas sin las que pensaba que no podía vivir no eran indispensables. Mi teléfono tiene todas las funciones básicas: llamadas, mensajes de texto e incluso GPS. 

Aparte de eso, no hay aplicaciones diseñadas específicamente para robarme la atención, ni espirales en las que caer sin darte cuenta. La urgencia que a menudo sentía por buscar en Google cada pregunta absurda que se me pasaba por la cabeza se ha desvanecido. Ya no tengo internet al alcance de la mano, y no pasa nada. 

Aunque entiendo racionalmente mi cambio a un móvil tonto, estaba segura de que mis hijos se rebelarían, sobre todo en el coche. Estaban acostumbrados a que DJ Mama pusiera sus canciones favoritas a la carta, pero sin mi smartphone, ya no tenía acceso a servicios de música en streaming. A pesar de mis temores sobre su reacción, apenas pestañearon. Parecían felices escuchando canciones de moda en la radio o mirando por la ventana, perdidos en su propio mundo. 

Hace poco, cuando mi hijo pequeño me pidió la canción del patito, le expliqué que no podía ponerla en el coche. Rápidamente encontró la solución perfecta: cantar la canción a pleno pulmón.

Ya no tengo que organizar cada momento para que sea lo más entretenido posible, y creo que es un regalo para mí y para mis hijos.

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Un móvil tonto permite disfrutar del aburrimiento y la presencia

Sin un smartphone que me robe todos los momentos libres, tengo tiempo para otras cosas: pasear sola (sin ningún dispositivo en la mano), escribir un diario en lugar de hacer scroll antes de acostarme y aprender a bordar con el único propósito de hacer algo bonito. Estos pasatiempos me llenan. Gracias a estas prácticas, tengo acceso a más sensación de presencia, serenidad y gratitud.

Me di cuenta de que ser madre es un trabajo duro y, a menudo, recurría a mi smartphone cuando lo pasaba mal. Sin embargo, descubrí que el tiempo que pasaba en mi dispositivo no me ayudaba a sentirme restaurada o rejuvenecida. Al contrario, me sentía agotada.

Sin la muleta del smartphone para calmarme cuando estoy estresada, he tenido que aprender otras formas de recuperar la cordura. En cierto modo, estoy aprendiendo junto a mis hijos a estar presente con los sentimientos difíciles y a regular mis emociones, sin la solución fácil pero temporal de hacer scroll o desaparecer en un dispositivo.

Mis hijos no deberían competir por mi atención con un objeto inanimado. Ahora ya no tienen que hacerlo.

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