Por qué las cárceles de Japón se llenan de ancianos en uno de los países más seguros del mundo

Las cárceles nipones se llenan de ancianos
  • Japón es uno de los países más seguros del mundo, así que sorprende que sus cárceles sean noticia y más por la gran presencia de ancianos.
  • Este extraño fenómeno tiene que ver con el envejecimiento de la población nipona, y la falta de recursos y vida social de este colectivo.
  • Japón es ya el país más envejecido del mundo, pero las previsiones para 2050 son aún más inquietantes.  

Japón es uno de los países con los índices de criminalidad más bajos del mundo, incluso en las grandes ciudades, pero se está dando un fenómeno social sorprendente y poco conocido: el incremento notable de la población carcelaria anciana. ¿Por qué esta contradicción o rareza? Pues la respuesta te va a sorprender. 

Este extraño fenómeno que hace las delicias de los sociólogos está detrás de los desafíos socioeconómicos y culturales profundos en la sociedad japonesa, con una población envejecida y en rápido proceso de envejecimiento paulatino, sumado a que es también uno de los países con mayor longevidad (86 años) y con menor tasa de natalidad (1,43 hijos por mujer) y población inmigrante (1,4% de la población total). Una tormenta perfecta para el colapso asistencial.

La desesperación económica de los ancianos en Japón

El impacto de la pobreza y la soledad en los ancianos japoneses les está llevando en muchos casos a tomar decisiones que podrían parecer más propias de películas dramáticas: delinquir para tener una cama y comida gratis en las cárceles niponas en vez de malvivir con una pensión insuficiente y tener que trabajar en uno o más empleos para poder llegar a fin de mes. 

Una realidad creciente en uno de los países más ricos y admirados del mundo, que suele copar la actualidad mucho más por sus virtudes que por sus defectos. 

En un artículo de XLSemanal se dan nombres y apellidos de ancianos en esta situación y tomando estas decisiones, fruto del alto costo del envejecimiento.

Japón es el país más longevo del mundo y se enfrenta a un rápido e inexorable envejecimiento de su población. En 1975, solo el 8% de la población tenía más de 65 años; hoy, esa cifra es del 27% y se espera que alcance casi el 40% en 2050. Otro dato significativo: de los 126 millones de japoneses, la cuarta parte de los trabajadores tienen más de 65 años, ya que en promedio allí la edad de jubilación se sitúan en los 69 años. 

Esta dinámica pone una presión enorme sobre los recursos económicos del país, tanto en términos de pensiones como de atención médica y social.

La cárcel como refugio ante la desolación

Muchos ancianos, como casos concretos del que se ocupa el reportaje, ven en la cárcel un refugio ante la desolación de la vida en soledad. Casos donde gran parte de la jubilación la pasan en prisiones como la de Onomichi, una cárcel que aloja principalmente a ancianos. La cárcel les proporciona comida, techo y cuidado, recursos que son difíciles de asegurar en libertad para muchos ancianos con recursos limitados.

El deseo de comunidad y estructura

La soledad de los ancianos en Japón

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Como explica Akiko Sasaki, trabajadora social en Onomichi, muchos ancianos cometen delitos menores intencionadamente para ser encarcelados. En prisión no solo encuentran sus necesidades básicas cubiertas, sino también una comunidad y una rutina que les devuelve una sensación de pertenencia y estructura en sus vidas, es decir, que además socializan y encuentran paradójicamente en el encierro una riqueza social y de contacto humano que no tenían en libertad. 

Por eso, desde 2013 las cifras de delincuencia entre los ancianos han superado a las de la delincuencia juvenil, un indicador claro de la magnitud del problema. Es un parámetro tan extraño y anti intuitivo, que debía de tener razones muy profundas. 

¿Tiene este problema solución?

El aumento de la población carcelaria anciana es un síntoma de problemas más profundos que requieren soluciones integrales. Las políticas públicas necesitan abordar no solo la atención médica y el apoyo económico adecuados, sino también crear más oportunidades de integración social para los ancianos. Mientras, más de medio millón están en lista de espera para una plaza en una residencia.

Japón es un ejemplo en muchas cosas, pero el reto y los problemas derivados de su situación demográfica presente y futura requerirá de medidas que van más allá de la creciente robotización del país para servicios y asistencia. La situación es tan grave, que se ve como muy humano que un robot acompañe a un anciano, mejor que esté solo o desatendido. 

Algo es algo, porque el kodokushi o muerte solitaria, donde se descubren ancianos muertos hace semanas o meses sin que nadie avisara o se preocupara, superan los 30.000 casos cada año.

Cuando las barbas de tu vecino... 

Pero el caso de Japón no es algo aislado, sino más bien un problema donde ellos llevan la delantera, pero que sufrirán, en mayor o menor medida, casi todos los países occidentales, con muy bajas tasas de natalidad, alta longevidad y creciente aumento de la población anciana. España es uno de los países con peor perspectiva, aunque por ahora no está en los primeros puestos de ciertas listas como las de tasas de natalidad más bajas o porcentaje de ancianos. 

En el primer caso, ni siquiera Japón está ahora en los primeros puestos: Singapur, Corea del Sur, Macao, Hong Kong y Taiwán están peor, sin llegar siquiera al hijo por mujer, cuando el mínimo para mantener una población estable y la sustitución generacional es de 2,1 hijos por mujer. Salvo en países africanos, casi en ningún país del resto del mundo se llega a tal cifra. 

En cuanto a la segunda estadística, en proyecciones que hace la ONU para 2050, Japón seguiría liderando el ranking, pasando del 27% actual al 39,2% de población anciana, seguido de Italia, Portugal, Bulgaria y Finlandia, todas superando ampliamente el 30%. 

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