La clave para ser feliz podría ser vivir cerca de una cafetería

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Circus Cooperative Cafe is an employee-owned coffee shop, at 31 Putnam Avenue in Cambridge, MA.

Pat Greenhouse/Getty Images

  • Quienes se oponen a la urbanización defienden que no quieren barrios tan densos.
  • Pero cierta densidad es necesaria para crear comunidades más asequibles e inclusivas. 
  • Según un estudio reciente, la densidad es necesaria, pero no suficiente, para maximizar el bienestar.

Mientras ciudades y pueblos de toda Norteamérica sufren una crisis de precios de la vivienda bastante parecida a la de España, causada en gran parte por la escasez de casas, los urbanistas y los defensores de la vivienda se están topando con una aversión a la alta densidad de población.

Vivir más cerca unos de otros es necesario para crear barrios más asequibles e inclusivos, aseguran los defensores de las viviendas. Pero muchos de los que se oponen a las nuevas construcciones dicen que les preocupa el aumento del tráfico, la sobrecarga de los colegios y los edificios de viviendas que proyectan sombras. Argumentan que una mayor densidad alterará el carácter de sus barrios y perjudicará su bienestar.

"Es evidente que tenemos que densificar más, sobre todo cerca de zonas de transporte público, para que haya suficientes viviendas para todos, pero existe una desconfianza muy arraigada desde hace mucho tiempo hacia el concepto de densidad", afirma Tristan Cleveland, urbanista e investigador de la empresa de diseño canadiense Happy Cities.

En un estudio reciente, Cleveland y sus colegas se han propuesto determinar cómo influye la densidad —y otros aspectos del mundo de la construcción— en el impacto individual de la felicidad y el bienestar de los residentes. La investigación, que ha consistido en encuestar a casi 1.900 personas residentes en 15 municipios de la región de Vancouver (Columbia Británica), no ha encontrado pruebas de que una mayor densidad de población se asocie a una menor felicidad, conexión social o bienestar. En cambio, se ha concluido que una cierta densidad es necesaria, pero no suficiente, para maximizar el bienestar de los residentes.

Una densidad bien diseñada —piensa en calles peatonales con fácil acceso al transporte público y a servicios como tiendas, restaurantes y parques— se correlaciona positivamente con el bienestar y la felicidad, según el estudio. En cambio, una densidad mal diseñada (apartamentos muy pequeños, escasos espacios verdes, y calles anchas) apunta a un menor bienestar.

"Si nos limitamos a juntar un montón de torres de apartamentos sin ofrecer las cosas que permite la densidad, como instalaciones locales, comercios, transporte público, en realidad no estamos aportando el beneficio de la densidad para el bienestar", afirma Cleveland.

Los estudios han descubierto que vivir en barrios peatonales, pasar menos tiempo conduciendo y desplazándose, y tener acceso a lugares como cafeterías y parques están asociados a un mayor bienestar y conexión social.

"Cuando tenemos todo lo que necesitamos cerca de casa, acabamos ahorrando mucho tiempo", explica Madeleine Hebert, especialista en vivienda de Happy Cities y coautora del informe de la empresa. "Cuando ahorramos ese tiempo, tenemos más para pasarlo con nuestras familias, para hacer ejercicio, para establecer vínculos sociales con nuestros vecinos".

Pero para que un barrio pueda soportar el peso del transporte público, y servicios como tiendas y restaurantes, necesita cierta densidad.

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La densidad es necesaria, pero no basta con ella

A los norteamericanos no solo les preocupa lo caros que se están volviendo sus barrios. También buscan un sentimiento de pertenencia. Después de la asequibilidad, los participantes en la encuesta Ciudades Felices señalan la proximidad a amigos y familiares y "la sensación de vecindad o comunidad" como los principales elementos que echan en falta en sus barrios.

Más del 40% de los encuestados aseguran que eligieron vivir en su barrio por su proximidad a servicios sociales y recreativos, como restaurantes, tiendas y parques. Una cifra superior al 28% que priorizó la proximidad al trabajo y el 19% que se decantó la proximidad al colegio.

Pero todo esto tiene un coste. Un análisis publicado el año pasado reveló que los compradores de vivienda de las 35 áreas metropolitanas estadounidenses más grandes pagaron un 34% más por vivir en barrios transitables, y los que vivían en alquiler en esas zonas también pagaban un 41% más.

La investigación no detectó ninguna correlación significativa entre el tipo de vivienda —piso o casa unifamiliar— y el bienestar.

"La gente tiene las mismas probabilidades tanto de ser feliz en chalets, como en adosados, como en pisos", afirma Cleveland. "Todos los niveles de densidad son compatibles, de distintas maneras y por distintos motivos, con la felicidad".

Las únicas excepciones son los apartamentos situados en sótanos y las viviendas muy pequeñas. Vivir en un sótano se asocia con menos conexiones sociales, y relaciones con los vecinos, mientras que vivir en un apartamento de menos de 30 metros cuadrados se asocia con un peor bienestar general, incluso teniendo en cuenta los ingresos, el régimen de propiedad, el número de servicios y otros factores, según el estudio.

Los investigadores descubrieron que muchos de los grandes complejos residenciales con viviendas más pequeñas estaban diseñados para residentes con ingresos más bajos y no tenían tanto acceso a espacios comunitarios y servicios. Es importante que los planificadores urbanos y los constructores comprendan estas conclusiones para que puedan incorporar elementos de diseño que fomenten el bienestar.

"Si se diseñan estas viviendas, que sabemos que albergan a nuestros residentes más vulnerables, y no hay protecciones que garanticen que están bien conectadas con los servicios de la comunidad, o tienen espacios sociales en el edificio, si no se tienen en cuenta estas cosas, corremos el riesgo de construir estas instalaciones que repercuten negativamente en el bienestar de las personas", resume Hebert.

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