Palidez, colmillos afilados y apetito por la sangre: qué explicación da la ciencia a los mitos de los vampiros

Jenny McGrath
| Traducido por: 
Drácula

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  • Las leyendas sobre vampiros y otros seres que beben sangre existen desde hace siglos.
  • Durante cientos de años, la gente ha dado explicaciones científicas.
  • Algunos relacionan las enfermedades con las características típicas vampíricas, como la palidez y la sensibilidad a la luz.

A principios del siglo XVIII, una serie de hechos insólitos provocaron que los vampiros se convirtiesen en un tema mediático. Un médico describió una "plaga mágica" en Serbia en la que "muertos enterrados perfectamente normales se levantan de sus tumbas imperturbables para matar a los vivos".

Pronto aparecieron artículos y libros sobre estos supuestos ataques vampíricos en Viena, Berlín, París y Londres. 

Aunque existía escepticismo, algunos observadores trataron el fenómeno de los vampiros de forma casi científica. Tomaron nota de los relatos de testigos oculares sobre el aspecto de los cadáveres y las pruebas de que los fallecidos habían estado acosando o asesinando a otros. 

¿Se trataba de una plaga mágica o de una enfermedad más típica? Los vampiros eran muy reales para la gente en el pasado, pero hay muchas formas en que la ciencia puede explicar sus características, tanto si proceden del folclore como de la ficción.

¿Qué es un vampiro? 

En el folclore de muchos países existen criaturas que beben sangre desde hace miles de años. Pero muchas de las nociones modernas de los vampiros empezaron con el frenesí mediático del siglo XVIII y continuaron con Drácula y otros cuentos.

Según muchas tradiciones eslavas, un vampiro es un ser no muerto que se levanta de la tumba para beber sangre y absorber la fuerza vital de los vivos. Las víctimas del vampiro pueden convertirse a su vez en muertos vivientes.

También había muchas otras formas —bastante peculiares— de transformarse en vampiro.

Ilustración de vampiros

Hulton Archive/Getty Images

Las personas asesinadas o muertas por suicidio o a causa de la peste podían convertirse en vampiros. Los seres sobrenaturales, como las brujas y los hombres lobo, también eran candidatos. Los que abusaban del alcohol o eran considerados de mala reputación podían volver de la tumba. 

Curiosamente, también era posible nacer vampiro. En Rumanía, el séptimo hijo era susceptible de ser un gaznápiro. Otros sospechosos eran los bebés que nacían con dientes o cubiertos de una membrana amniótica. 

En muchos países, era importante velar el cuerpo de un ser querido antes de enterrarlo. Cualquier cosa, desde un gato hasta un ser humano, que saltara sobre el cadáver podía convertirlo en un muerto viviente.

Según un antropólogo serbio de principios del siglo XIX, "un hombre honrado no puede vampirizarse, a menos que algún pájaro u otra criatura viva vuele o salte sobre su cadáver".

¿Se basó el vampirismo en una enfermedad real? 

Piel pálida, miedo a la luz del sol, colmillos puntiagudos y gusto por la sangre: todos los rasgos emblemáticos de los vampiros de ficción han hecho que la gente relacione sus características con síntomas de enfermedades reales, desde la rabia a la leucemia, pasando por la tuberculosis.

El pediatra Michael Hefferon es partidario de la porfiria, un grupo de trastornos raros causados por la acumulación de una sustancia química llamada porfirina. Son necesarias para fabricar hemoglobina, que transporta oxígeno a los tejidos. Su exceso provoca una serie de síntomas que podrían hacer que os pacientes parezcan vampiros. 

"Las personas pueden presentar en primer lugar enfermedad y fatiga", explica Hefferon a Business Insider. También pueden tener sensibilidad a la luz que causa ampollas en la piel, y su orina puede aparecer de color rojo o marrón. Un artículo de 2016 en JAMA Dermatology lo calificó de "vínculo dudoso" entre el trastorno y los vampiros folclóricos. 

Un neurólogo sugirió en esta investigación la rabia —que los animales pueden transmitir a los humanos a través de una mordedura— como otra enfermedad potencial que la gente puede haber confundido con el vampirismo. Esta enfermedad puede causar sensibilidad a la luz y afectar a los ciclos de sueño-vigilia, provocando insomnio —una razón para el gusto nocturno de los vampiros—.

 

Los investigadores que estudiaron las primeras novelas de vampiros pensaron que la leucemia podría haber servido de inspiración. 

Aunque las personas con leucemia pueden tener un aspecto pálido, Hefferon explicó que los pacientes se recuperaban o morían. "No es como una enfermedad vampírica en la que las personas vagan por la tierra durante años y años pareciéndose cada vez más a los vampiros", afirmó. 

El folclorista Michael Bell atribuye a la tuberculosis los casos estadounidenses de presunto vampirismo en los siglos XVIII y XIX. Los enfermos de tuberculosis se fatigaban, perdían peso y tosían sangre. 

La pelagra, causada por la carencia de vitaminas y que provoca sensibilidad a la luz, también se ha citado como una afección parecida al vampirismo.

¿Bram Stoker basó Drácula en un brote de cólera? 

Bram Stoker publicó Drácula —la novela de vampiros por antonomasia— en 1897. Podría decirse que el vampiro de ficción más famoso del mundo encarnaba muchos de los rasgos distintivos de los vampiros que ahora parecen tópicos: era pálido, encantador y vestía de negro, "con unos dientes blancos peculiarmente afilados". 

Aunque la luz solar mermaba los poderes del conde, no fue hasta la película de 1922 titulada Nosferatu cuando los rayos del sol se mostraron eficaces para aniquilar a los vampiros.  

Para crear su ser inmortal, Stoker se amparó en varias influencias, entre ellas las leyendas sobre Vlad el Empalador. Es posible que basara parcialmente el personaje del cazavampiros Abraham Van Helsing en su hermano, un médico que realizó algunas de las primeras operaciones cerebrales modernas.

Retrato de Vlad III, también conocido como Vlad el Empalador, que inspiró en parte el libro Drácula de Bram Stoker.
Retrato de Vlad III, también conocido como Vlad el Empalador, que inspiró en parte el libro Drácula de Bram Stoker.

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En un principio, Stoker situó la historia en Austria. Más tarde, decidió trasladarla más hacia el este, tomando nombres y fragmentos del folclore de Supersticiones de Transilvania, un artículo escrito por Emily Gerard. 

"Toda persona asesinada por un nosferatu se convierte igualmente en vampiro después de la muerte, y seguirá chupando la sangre de otros inocentes hasta que el espíritu haya sido exorcizado", escribió. Las curas incluían clavar una estaca en el cadáver o disparar una bala en el ataúd. 

La historiadora Marion McGarry ha sugerido que Stoker también se inspiró en su madre, Charlotte, la cual escribió sobre una epidemia de cólera que vivió de niña. La enfermedad se propaga a través del agua contaminada, pero cuando la madre de Stoker era una niña, sus medios de transmisión eran desconocidos. 

En los recuerdos de Charlotte Stoker, las personas que padecían la enfermedad eran enterradas vivas accidentalmente, un temor del que se hace eco la novela de su hijo. "El conde Drácula recorre un camino muy similar al del cólera: un contagio devastador que viaja desde Oriente en barco y que la gente inicialmente no sabe cómo combatir", según McGarry. 

En 2014, un antropólogo postuló que los cadáveres del siglo XVII enterrados en Polonia con hoces y piedras —presumiblemente para evitar que resucitaran como vampiros— podían haber fallecido durante una epidemia de cólera.

La ficción vampírica frente al folclore 

Cuando un cuerpo se descompone, las células estallan y pierden enzimas y sustancias químicas. La sangre se acumula en capilares y venas, alterando el color de la piel. Las bacterias digieren los tejidos. El cuerpo se hincha con metano, amoníaco y otros gases. La acumulación de tejido licuado y gas puede filtrarse por los orificios o provocar el estallido del estómago. 

Gran parte de este deterioro se produce en el primer año, pero puede pasar una década o más hasta que solamente queden huesos. Varias condiciones —como la temperatura extrema y la acidez del suelo— pueden afectar al ritmo de descomposición. 

En 1892, los habitantes de Exeter, Rhode Island, exhumaron los cadáveres de tres mujeres, todas miembros de la misma familia, que habían muerto de tisis. Dos de ellas habían muerto casi una década antes. Una de ellas, Mercy Bell, había fallecido recientemente. Cuando su hermano también enfermó, los habitantes del pueblo decidieron examinar los cuerpos.

Los cadáveres más viejos se habían descompuesto —como era de esperar—. Pero Mercy Bell parecía muy fresca, al parecer todavía llena de sangre. Los aldeanos quemaron su corazón y mezclaron las cenizas con la medicina de su hermano en un intento de curarlo. Murió varias semanas después.

A lo largo de la historia, muchas personas han encontrado o exhumado cadáveres extraordinariamente bien conservados. Los ataúdes herméticamente cerrados o las temperaturas bajo cero pueden retrasar la descomposición. En el caso de Mercy Bell, llevaba enterrada solamente un par de meses, y se trataba del punto más frío del invierno.

Durante siglos, la gente recurrió a la protección contra los vampiros. Muchas de ellas consistían en tratar el cadáver. Perforar diversas partes del cuerpo con objetos punzantes; incluir velas, monedas, alcohol y otros objetos en el ataúd; frotar el cuerpo con ajo; y consumir sangre del cadáver eran formas de impedir que alguien se levantara de la tumba.

Un folclorista veía a los vampiros como chivos expiatorios, acusados por "la necesidad de determinar la causa de las desgracias". Para dar sentido a lo que estaba ocurriendo -quizá los amigos y familiares del difunto también enfermaban-, los aldeanos podían culpar a la primera persona que moría de la peste o de otra epidemia. 

Si exhumaban un cadáver, algunos signos de descomposición podían atribuirse erróneamente a marcadores vitales: un rostro enrojecido por la sangre acumulada, una posición cambiada causada por la hinchazón y la salida de gases, y tejido licuado que parecía sangre fresca.

Drácula y otros vampiros de ficción tienen un aspecto muy diferente de los descritos en el folclore eslavo.
Drácula y otros vampiros de ficción tienen un aspecto muy diferente de los descritos en el folclore eslavo.

Bettmann via Getty Images

La barba y las uñas de un cadáver podían parecer más largas, aunque era una ilusión creada por la piel marchita. 

Clavar una estaca en el cuerpo, decapitarlo e incinerarlo eran métodos para intentar impedir que un vampiro matara a otros. 

A medida que los científicos empezaron a aprender y comprender más sobre el cuerpo y la muerte, las historias sobre vampiros empezaron a evolucionar. En 1819, un médico llamado John Polidori renovó la imagen de los seres sobrenaturales, basando su adinerado y elegante Lord Ruthven de El vampiro en el poeta romántico Lord Byron.

Ruthven, un monstruo suave, era a la vez seductor y espantoso. Esa capacidad vampírica de transformarse los hace perdurables, con un insólito atractivo que no parece que vaya a desaparecer nunca.

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