La generación sándwich se divide entre cuidar padres ancianos e hijos pequeños: 'Tengo la sensación de fracasar en ambas cosas'

Jennifer Bringle
| Traducido por: 
niño pequeño y anciana, abuelos
  • Como parte de la "generación sándwich", cuido de mi padre de 84 años al mismo tiempo que de mis hijos.
  • Encontrar el equilibrio es difícil, pero intento apreciar el tiempo que paso con ellos.

El día de Navidad de 2022, me sentí dividida por extremos opuestos. Aquella mañana me desperté temprano para abrir los regalos de Papá Noel con mi entusiasta hijo de 8 años. Sentada bajo el resplandor de cientos de luces centelleantes del árbol, saboreé el deleite de mi hijo mientras rasgaba el papel de regalo para descubrir los tesoros que había dentro de cada caja.

Esa misma tarde, me acomodé en una silla rígida de la estrecha habitación de la UCI donde mi padre, de 83 años, yacía inconsciente. Había hecho el viaje de una hora hasta el hospital de mi ciudad natal para estar a su lado durante los últimos 3 días, después de que sufriera una reacción adversa a la anestesia utilizada durante una apendicectomía de urgencia.

Sentada allí, escuchando los pitidos de las máquinas y el suave ritmo de la respiración de mi padre, sentí el peso de formar parte de la "generación sándwich": criar a un hijo pequeño mientras se cuida a un padre anciano.

Ser la cuidadora de mi padre supuso un cambio en nuestra relación

Mi padre cumplió 39 años 2 días después de que yo naciera. Al crecer, nunca me di cuenta de que tenía unos padres "mayores". Mi padre siempre hacía las mismas cosas que los padres más jóvenes: me enseñaba a nadar, me llevaba en trineo por la nieve, jugaba en la playa con mi hermana y conmigo a hacer surf.

Pero durante mi tercer año de universidad, mis padres tuvieron un accidente de coche en el que murió mi madre y mi padre quedó gravemente herido. Ese doble golpe de perder a mi madre y recuperarme de una lesión importante pareció envejecer de la noche a la mañana a mi enérgico padre de 60 años. Aunque acabó curándose, sentí un cambio en nuestra relación: por primera vez, asumí el papel de  cuidadora.

Más de 20 años después, mi padre es una persona relativamente sana e independiente de 84 años. Pero aun así, sigue necesitando ayuda en las citas con el médico porque es sordo de un oído y tiene problemas para oír y entender lo que dicen sus médicos. Además, el accidente le ha dejado secuelas que requieren medicación y cuiados. Y en la última década ha pasado tiempo en el hospital por todo tipo de dolencias, desde dolores torácicos hasta apendicitis.

Equilibrar el cuidado de mi padre y de mi hijo ha sido difícil

Al mismo tiempo, soy una madre trabajadora de 45 años con un hijo en edad de ir a la escuela primaria. —También tengo la suerte de contar con dos hermanas que me ayudan a compartir tareas como llevar a mi padre al médico o estar con él en el hospital—. Pero incluso con ese sistema de apoyo, ocurren cosas: durante la última visita de mi padre al hospital, mi hermana mayor  estaba aislada en casa con COVID, y mi hermana pequeña tenía que volver a su trabajo de profesora.

Incluso cuando están disponibles para ayudar, yo quiero estar ahí para mi padre. Tengo la suerte de que trabajar como autónoma me permite tener flexibilidad laboral para hacerlo, pero la parte de madre puede ser más difícil de equilibrar cuando mi padre también me necesita.

Cuando compagino la maternidad con ser una buena hija, a menudo tengo la sensación de fracasar en ambas cosas. Inevitablemente olvido algo que mi hijo necesita para el colegio o llego tarde a una de las citas de mi padre. Aparte de la logística, a veces siento que no presto ni a mi hijo ni a mi padre toda la atención que se merecen.

Y hay un desgaste mental y físico que no me gusta admitir. Durante la semana que mi padre estuvo ingresado en el hospital y varias semanas después, mientras se recuperaba con un fisioterapeuta en casa, tenía que ir y volver casi todos los días de mi ciudad natal para estar con él. Levantarme temprano para dejar a mi hijo en el colegio, pasar la mayor parte del día ayudando a mi padre y luego conducir una hora hasta casa para estar de nuevo mi familia me agotaba en todos los aspectos.

Encontrar el equilibrio entre estas dos funciones aparentemente opuestas pero extrañamente similares puede ser difícil. Y no siempre lo consigo. Pero también sé que es una etapa de mi vida. Algún día, ninguno de los 2 me necesitará de esta manera, y por difícil que pueda ser hacer malabarismos con un niño pequeño y un padre anciano, temo el día en que ya no pueda mantener estas bolas de oxígeno.

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