Una boda sobre hielo

  • Los millennials y la generación Z anteponen cada vez más el gasto en experiencias que en bienes materiales, ya que prefieren conservar recuerdos antes que objetos.
  • Con esta nueva demanda en auge, empresas como Iceland Wedding Planner, que organiza bodas en lugares remotos de Islandia, trabaja cada vez más. Así es una de sus bodas sobre hielo.
Ann Peters, fundadora de Iceland Wedding Planner, se ha especializado en la organización de bodas y escapadas 'con experiencia'.
Ann Peters, fundadora de Iceland Wedding Planner, se ha especializado en la organización de bodas y escapadas 'con experiencia'.

Ann Peters

Jemma Schofield sujetaba las capas de tul de su vestido de novia con una mano y una cuerda con la otra. Sus botas Wellington verde oliva chapoteaban en el gélido glaciar mientras se adentraba en el espacio donde celebraría su gran día: una cueva de hielo en la costa sur de Islandia.

Schofield y su actual marido, Chris Watson, siempre soñaron con casarse en Islandia. Ambos son ganaderos de Lancashire, Reino Unido, y rara vez han podido separarse de las vacas para viajar juntos. Por ello querían "algo diferente, una aventura", explicó Schofield a Business Insider. La novia, en concreto, quería darse el "sí, quiero" en una cueva de hielo, a pesar de que la fecha de la boda era en junio.

Pero su "hada madrina" islandesa se lo concedió.

Ann Peters, fundadora de Iceland Wedding Planner, está especializada en la organización de bodas y escapadas "basadas en la experiencia". Sus eventos ofrecen acceso exclusivo a lugares ocultos y desconocidos en toda Islandia gracias a su ingeniosa labor de búsqueda, a sus relaciones con propietarios privados y a un equipo de guías expertos. Como empresaria al servicio de la creciente economía de la experiencia, en la que los recuerdos se valoran más que los bienes materiales, ninguna petición es demasiado extravagante y ningún detalle demasiado pequeño.

Por mi parte, he asistido a innumerables bodas, escrito sobre ellas durante años e incluso oficiado algunas. Creía que lo había visto todo hasta que pasé un día con Peters.

¿Tu ilusión es casarte en el interior de un glaciar islandés? Deseo concedido.

Peters, a la derecha, fundadora de Iceland Wedding Planner, es 'wedding planner' y fotógrafa.
Peters, a la derecha, fundadora de Iceland Wedding Planner, es 'wedding planner' y fotógrafa.

Talia Lakritz/Business Insider

Los glaciares fueron parte de lo que atrajo a Peters a Islandia por primera vez. Originaria de Ohio, viajó a Islandia en 2010 con el objetivo de escalar 40 glaciares antes de cumplir 40 años, cifra que superó el año pasado antes de su cumpleaños.

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Ya en Islandia, dio rienda suelta a su visión empresarial, centrándose en organizar bodas basadas en la experiencia, combinando su amor por los viajes atrevidos, su experiencia como fotógrafa de bodas y en logística. Con todo ello fundó Iceland Wedding Planner en 2012. Después de viajar de un lado a otro durante tres años, se trasladó definitivamente a Islandia en 2015, donde ahora reside con su marido y sus tres gatos.

"Siempre digo que 'la experiencia' consiste en tocar tus cinco sentidos. Quiero que a la gente se le ponga la piel de gallina", explica Peters.

La wedding planner se adelantó a los acontecimientos. En una encuesta de Eventbrite, más del 78% de los millennials encuestados, la generación más numerosa de Estados Unidos por población, y que gasta más de 1,3 billones de dólares anuales en consumo (1,21 billones de euros), afirmaron que preferían las experiencias a los productos materiales

El pasado noviembre, Business Insider ya apuntó a la creciente "economía de la experiencia", centrada en el ocio, la hostelería y la recreación, como una de las "cinco tendencias laborales". Al dar prioridad al gasto en experiencias, los millennials y la generación Z están impulsando la demanda de servicios premium como Iceland Wedding Planner, donde los precios oscilan entre escapadas de 15.000 dólares y eventos de lujo de 65.000 dólares para 50 invitados (entre 13.900 y 60.300 euros).

"Mi peor pesadilla es que una novia se gaste 25.000 dólares en su vestido y diga: 'No quiero que se moje. No quiero que se ensucie'. Eso no funciona en nuestro mundo", afirma Peters.

Peters fotografía una boda en una cueva de hielo.
Peters fotografía una boda en una cueva de hielo.

Talia Lakritz/Business Insider

Peters prepara un picnic al pie de una cascada privada.
Peters prepara un picnic al pie de una cascada privada.

Talia Lakritz/Business Insider

La noche antes de la boda, Peters se reúne con Schofield y Watson en el vestíbulo del Hotel Vík, un elegante edificio gris marengo con unos musgosos acantilados y unas playas de arena negra de fondo. Después de que Peters repase el itinerario, la pareja me cuenta más cosas sobre su historia de amor, que empezó cuando eran compañeros de colegio a los 10 años.

"Estaba tan enamorada de él que ni siquiera tiene gracia. Les dije a mis abuelos que me iba a casar con este chico, pero él no se acuerda de mí en esa época", comenta Shofield.

Después de seguir caminos separados, volvieron a encontrarse a los 20 años, cuando Watson entró en un bar donde Schofield trabajaba de camarera. Según cuenta, se fue a casa con él y nunca se separó de su lado.

15 años después, su boda en una cueva de hielo marcó el siguiente paso en su aventura juntos.

"Cuando recordemos el día de nuestra boda, queremos poder recordarlo como la mejor experiencia que hemos vivido", dijo la pareja a Peters en un cuestionario durante el proceso de planificación de la boda.

Los novios llevaban un equipo para escalar en hielo.
Los novios llevaban un equipo para escalar en hielo.

Ann Peters

Cuando salí a las 7 de la mañana del día siguiente y vi un enorme Super Jeep con unos neumáticos que me llegaban al cuello, esperando para llevar a los novios a la cueva de hielo secreta, supe que sería una de las bodas más memorables a las que había asistido.

Encontré a Peters fuera del hotel tomando un Red Bull y fotografiando el vestido de novia, los anillos y otros accesorios mientras los novios desayunaban. El fuerte viento islandés le agitaba el pelo teñido de rosa mientras cogía unas piedras para mantener en su sitio el dobladillo del vestido de Schofield.

Subimos a bordo del Super Jeep, que más bien parecía un monster truck. Llevaban también un baño portátil remolcado con una furgoneta, ya que los lugares apartados y pintorescos a los que nos dirigíamos no disponían de instalaciones.

Recogimos al oficiante, un pastor local vestido con botas de montaña y un jersey de lana islandés, a las afueras de la ciudad. Después, nos adentramos en la naturaleza.

Peters concede acceso exclusivo a lugares remotos de toda Islandia.
Peters concede acceso exclusivo a lugares remotos de toda Islandia.

Ann Peters

Al volante, el conductor, Davíð Geir Jónasson, nos habló de la geología local y el folclore islandés mientras maniobraba despreocupadamente. Enseguida quedó claro por qué la ruta no atraía a los típicos turistas. No había cobertura para los móviles y el acceso era tan difícil que parecía un ejercicio de entrenamiento para astronautas.

Para proteger sus secretos comerciales, Peters insistió en que no revelara ningún detalle sobre los lugares que visitábamos. Antes de que me permitiera colarme en la boda de Schofield y Watson para este reportaje, firmé un acuerdo de confidencialidad, desactivé el GPS de mi teléfono y me comprometí a no fotografiar ningún punto de referencia que pudiera revelar nuestro paradero.

"Queremos que esos lugares tan bonitos tengan el mismo aspecto el día de la boda que cuando vuelvan dentro de 25 años para renovar sus votos. Tampoco queremos que la gente se ponga en peligro. Como al 95% de nuestras localizaciones solo se puede acceder en Super Jeep, no queremos que nadie con un todoterreno normal intente aventurarse y se quede atascado en un glaciar, en un río o en arenas movedizas", me comentó Peters para justificar el secretismo con el que trabajaba. 

Conducción en un Jeep por la naturaleza islandesa.
Conducción en un Jeep por la naturaleza islandesa.

Ann Peters

Botas y vadeadores proporcionados por Iceland Wedding Planner.
Botas y vadeadores proporcionados por Iceland Wedding Planner.

Ann Peters

Los lugares eran tan remotos que no podría revelarlos aunque quisiera. ¿Cómo podría dar indicaciones? Sigue conduciendo por terreno rocoso sin señalizar y gira a la derecha en el tercer socavón. Si llegas a un precipicio sin fondo, te has pasado.

Después de conducir durante un tiempo indeterminado, llegamos a un valle rodeado de montañas cubiertas de musgo. Las nuestras eran las únicas huellas de neumáticos en kilómetros. Peters y su equipo de montañeros descargaron los suministros: cuerdas, vadeadores, crampones e iluminación para las fotos. A continuación, la novia, el novio y el equipo de Iceland Wedding Planner comenzaron una caminata de 20 minutos hasta el glaciar.

Fuera de la entrada de la cueva de hielo, Schofield y Watson adornaron sus trajes de boda con botas de goma y crampones y se rieron mientras se enganchaban los cascos bajo la barbilla. Mientras tanto, Peters recorría la cueva para asegurarse de que todo estaba en orden al otro lado. Los miembros del equipo instalaron luces y cuerdas a lo largo de las paredes heladas del glaciar para facilitar el ascenso al interior.

Las paredes de la cueva de hielo.
Las paredes de la cueva de hielo.

Ann Peters

Schofield entró primero, seguido de Watson. El hielo ondulado, suave por el agua que fluía, brillaba en la oscuridad. Las paredes reflejaban una luz azul zafiro donde incidía el sol, creando una magnífica catedral.

Los novios estaban de pie sobre un montículo de arena volcánica negra, con el remolino hueco de la caverna a sus espaldas. Mientras Peters colocaba su cámara, el pastor comenzó a leer.

La ceremonia era enteramente inaudible sobre el río que chorreaba de la cueva, pero no importó. Schofield y Watson parecían las dos únicas personas del mundo.

Tras su primer beso como marido y mujer, Peters les entregó una botella de whisky islandés para que bebieran un trago. Ataviada con botas de agua y cámara en mano, se agachó en el agua helada para captar las imágenes perfectas.

Chris Watson y Jemma Schofield entran en una cueva de hielo dentro de un glaciar islandés.
Chris Watson y Jemma Schofield entran en una cueva de hielo dentro de un glaciar islandés.

Ann Peters

Un trago de whisky islandés después de la boda.
Un trago de whisky islandés después de la boda.

Ann Peters

El 2 de junio fue un raro día soleado en Islandia. En nuestra siguiente parada, una gigantesca cascada situada en otro lugar no revelado, las poderosas corrientes de agua brillaban al caer por el acantilado. El agua que caía por el glaciar era tan pura que podíamos beber directamente.

Al pie de la cascada, Peters y otro miembro del equipo prepararon una colorida bandeja de macarons, fruta y vino espumoso sobre un lecho de mantas y almohadas decorativas. Los demás se quedaron atrás mientras los novios llegaban al banquete.

"Me ha llevado a sitios que nunca había visto, y eso que soy islandés", me dijo un miembro del equipo.

Watson y Schofield el día de su boda.
Watson y Schofield el día de su boda.

Ann Peters

Tras varias paradas más, regresamos al hotel de Vík al anochecer, donde les esperaba la cena.

Les pregunté si el día de su boda había sido todo lo que esperaban.

"Ha sido más húmedo de lo que esperaba", bromeó Watson.

"Me ha encantado cada minuto", añadió Schofield.

Cubierta de tierra y totalmente agotado tras las 12 horas de la boda, estaba lista para caer en la cama. Peters, sin embargo, parecía lista para escalar otro glaciar, sin un solo pelo rosa fuera de lugar.

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