Así es por dentro el Parlamento Europeo cuando se reúne en Estrasburgo: un laberinto transparente en el que hay más en juego de lo que pensaba
- En enero tuve la oportunidad de cubrir mi primer pleno europeo yendo presencialmente a Estrasburgo y sí, me perdí varias veces por sus pasillos.
- También he aprendido varias cosas gracias a la paciencia de funcionarios de la Eurocámara y de compañeros corresponsales. Esto es parte de lo que vi.
Este 2024 ha empezado con una oportunidad que, como editor de Política, no podía rechazar: cubrir el primer pleno europeo del año en Estrasburgo, Francia, visitando además las instalaciones que el Parlamento Europeo tiene allí.
Allí que me fui, tan abrigado como pude, a mediados de enero. Lo cierto es que traía deberes hechos de casa. Hacía meses que había disfrutado de las dos temporadas disponibles de Parliament, una serie de coproducción francesa, belga y alemana, que posiblemente ha hecho más que muchos medios de comunicación por acercar las instituciones comunitarias a los ciudadanos.
Claro que, lo admito: es una serie que sobre todo vamos a ver los más frikis.
De camino a Estrasburgo también me dejé el escepticismo en casa. Es cierto que este primer pleno europeo del año no abordaba ningún asunto sustancial, y que gran parte del trabajo comunitario se saca adelante desde Bruselas. Pero también es evidente que en estos pasillos por los que pude caminar se mantienen discusiones políticas que van a configurar nuestro futuro inmediato .
Y son discusiones que, a decir verdad, muchas veces cuentan con una mirada algo más larga a la que estamos acostumbrados a ver en el parlamentarismo español.
Eso también es problemático, de hecho, y hace que muchas veces los políticos españoles entiendan las instituciones de la Unión Europea como una suerte de supervisor. Sin ir más lejos, hace unos días comenzaron las negociaciones entre el Gobierno y la oposición española para tratar de desbloquear la renovación del Poder Judicial mediante una mediación de la Comisión Europea.
Tampoco es mi intención evangelizar con estas líneas o defender lo bien que se hace en el centro de Europa las cosas y lo mal que se hacen en Madrid. No va de eso. Pero sí espero contribuir a tres cosas contando un poquito cómo fue mi viaje. Por un lado, como Parliament, acercar un poquito la realidad —algo más aburrida, eso sí— de las instituciones comunitarias a los más escépticos.
Por el otro, remarcar lo que venía rumiando desde hace algún tiempo —desde que empecé a entender cómo funciona el Reglamento General de Protección de Datos o cómo se han negociado otras regulaciones como el de Servicios Digitales, Mercados Digitales o el de la Inteligencia Artificial—. En Europa se están discutiendo aspectos de mercado, sí, aspectos técnicos, sí.
Pero lo que se habla hoy en Estrasburgo y en Bruselas están moldeando nuestro mañana, al menos, en tanto a cómo nos relacionamos con la tecnología o cómo consumimos en un mundo en el que cada vez más cuestiones son urgentes de resolver. Bien lo saben los agricultores de varios Estados miembros.
Podríamos profundizar en la dicotomía policy o politics, como me advertía una amiga, o en el papel que desempeñan los eurodiputados españoles allí sobre sus lógicas con respecto a la política nacional... pero merecerá la pena hacerlo en otro artículo.
Y por último, quería compartir también mi sorpresa. Lo intuía, porque ya había podido trabajar desde Madrid con algún funcionario de la Eurocámara o de los partidos políticos que allí tienen representación, pero lo constaté en el duro invierno del norte de Francia —entendedme, soy del sur de España—.
El Parlamento Europeo es infinitamente más transparente que el más minúsculo de los ayuntamientos españoles. Me sorprendí, habiendo trabajado con información política local —en Ceuta o en Málaga— o nacional —en estas páginas— lo fácil que es acceder en Estrasburgo —y en internet— a toda la información que generan estas instituciones europeas a golpe de clic.
Por ejemplo, cuando un eurodiputado presenta un informe de iniciativa propia, es fácilmente comprobable ver qué trabajo previo se ha realizado, en qué comisiones parlamentarias, e incluso con qué lobbistas ha tenido encuentros el parlamentario. Yo de lo que hace el alcalde de mi ciudad —que no es Madrid— solo me entero por las notas de prensa que manda el Consistorio.
Puedo entender lo difícil que es hacer llegar lo que sucede en esas latitudes al público español. Lo básico: que dos organismos se llamen casi igual —Consejo de la Unión Europea y Consejo Europeo— no ayuda. Que haya un tercer organismo totalmente ajeno a la Unión Europea y también radicado en Estrasburgo —¡y conectado con un puente!— que se llame Consejo de Europa… ayuda menos.
Pero este mes de junio hay elecciones europeas, se repartirán los más de 700 escaños de la Eurocámara entre los Veintisiete, emanará una nueva Comisión Europea y está en juego el futuro no solo a largo plazo del Viejo Continente. También el mañana.
Soltada toda esta perorata, os voy a contar un poquito cómo fue mi paseo por los interminables pasillos de la Eurocámara en Estrasburgo —también las veces que me perdí o llegué tarde— y os voy a dejar también unas cuantas fotos, por si algún día tenéis la oportunidad de visitar sus instalaciones —son accesibles al público—.
Seguro que os perderéis menos que yo.
Llegué a Estrasburgo un lunes a mediodía pero este tour que comparto no lo preparé hasta el miércoles por la tarde. Por eso aquí me veis algo cansado y ya anocheciendo —no serían ni las siete de la tarde, eso sí—, en la entrada del edificio Louise Weiss.
Este Louise Weiss es el principal edificio del Parlamento Europeo en Estrasburgo. Los plenos mensuales se celebran aquí —aunque la Eurocámara disponga de otra sede y otro hemiciclo en Bruselas—. Además del Weiss, hay varios edificios llenos de oficinas: el Winston Churchill, el Salvador de Madariaga —donde está el Defensor del Pueblo de la UE—, el Pierre Pflimlin, el Václav Havel o el último en inaugurarse en noviembre del año pasado, el Simone Veil.
Ver el Parlamento Europeo de Estrasburgo de cerca sorprende. Lo primero que uno piensa es que está acercándose a un castillo del siglo XXI. He leído que hay leyendas urbanas alrededor del estilo arquitectónico del inmueble: hay quien dice que el lado abierto de la torre de 60 metros se orientó al este —a Europa del Este— pero no es verdad —se orienta al oeste—. También hay quien ve similitud entre la torre y La torre de Babel, el óleo de Brueghel el Viejo.
Superado el control de seguridad —muy similar al de un aeropuerto— aterrizas en el icónico ágora del edificio Weiss que seguro que has visto en más de una imagen de archivo que publican mis colegas en los medios.
Aquí, menos mal que en mi primera entrada fui acompañado de un empleado de la Oficina del Parlamento Europeo en Madrid, porque habría estado dando vueltas horas.
Lo único que había que hacer en este patio era girar a la izquierda y acceder a una puerta que es la entrada para periodistas. Llegas a un pasillo algo lúgubre en el que ya hay algunos despachos. En las semanas de pleno llegan a esta sede 705 eurodiputados y las instalaciones pueden acoger perfectamente a unas 2.000 o 3.000 personas, sin contar con los funcionarios de la casa. Hace falta espacio.
Superado un cortafuegos, se llega a este vestíbulo. Es de las poquitas escaleras que vi. He conocido a gente que trabaja para el Parlamento desde hace bastantes años y que siempre coge el ascensor porque, en fin, es normal perderse aquí. Al fondo, a la derecha de este vestíbulo, se abre un pasillo de moqueta roja… que será el que recorreré durante horas a lo largo de esta semana.
Es el pasillo que da paso a la sala de prensa, a la sala de ruedas de prensa, y a un montón de espacios disponibles para los medios que vengan a cubrir el pleno. El trasiego y las carreras de mis compañeros fue constante durante los días en los que estuve. Yo, al ser mi primera vez y estar 'estrenándome', me las pude ahorrar. En estas estanterías está el orden del día del pleno europeo en las lenguas de los Veintisiete —fíjate que cada balda tiene una etiqueta para identificar el idioma—.
Ya os digo yo que esta balda me salvó la vida.
Hay desde salas de reuniones…
… A pequeñas cabinas de radio.
La sala de prensa, de dos plantas, también tiene pequeñas cabinas para mantener reuniones (aunque muchos encuentros y entrevistas se hacen en realidad en las cafeterías y restaurantes de la Eurocámara, que hay varios: uno para periodistas, otro para eurodiputados en el que no se puede hacer fotos…).
Y la sala de prensa es mejor que muchas redacciones en las que he estado, a decir verdad.
Hay un código de colores para no perderte ni tú ni tus compañeros, y en cada puesto hay una pantalla táctil con Windows con la que accedes a una intranet. Hay una agenda con teléfonos de eurodiputados y portavoces, y puedes seguir la sesión plenaria en directo desde aquí.
Aquí estoy yo, aguantando el tipo tras una jornada maratoniana y haberme perdido varias veces. Lo digo en serio: ese mismo día tuve un encuentro con un eurodiputado español. Habíamos quedado en el bar de parlamentarios. Yo estaba esperándole. Él estaba esperándome. Solo que yo me había equivocado de bar de eurodiputados y en realidad la cita era en otro lugar, dos plantas arriba. Suerte que pasó justo por allí una amiga corresponsal en Bruselas que supo sacarme del atolladero.
Al final del pasillo de moqueta roja que os enseñaba antes está la cafetería de periodistas. El trasiego es constante y es fácil ver a eurodiputados de todas las nacionalidades sentados apurando un café, responsables de prensa de algún grupo político haciendo algún briefing ante un corrillo de unos 15 o 20 periodistas, y a muchos corresponsales apurando algún que otro cigarrillo en esa cabina de fumadores que se instaló hace unos años.
También saliendo del mismo pasillo de moqueta roja, y puerta con puerta a los accesos de la sala de prensa, está la sala de ruedas de prensa o la sala Daphne Caruana, en homenaje a la periodista maltesa que fue asesinada con una bomba lapa pegada a los bajos de su coche en 2017. Esta sala seguro que la has visto en los informativos de televisión.
En esta sala, igual que en el hemiciclo, hay empotradas en las paredes cabinas en las que los equipos de intérpretes de las lenguas de los Veintisiete hacen interpretación simultánea tanto de las preguntas que hacen los periodistas como de los discursos y respuestas que ofrecen los responsables políticos que se suben al atril. De ahí que en cada puesto siempre haya disponible unos auriculares.
Ahora vamos a abandonar esta sala de periodistas y vamos a salir a los pasillos del edificio Weiss de la sede en Estrasburgo del Parlamento Europeo. Menos mal que ya tenía mi acreditación encima, porque si no, hubiese sido complicado moverse por sus instalaciones.
Subimos a un ascensor. El acceso al Hemiciclo para eurodiputados es en la planta baja. Los periodistas tenemos que subir a la tercera si queremos acceder a la cámara a través de alguno de sus puentes aéreos. Pero no puedo evitar ver qué pasa ahí abajo: hay un montón de platós de libre uso y disposición para los medios. Las cadenas solo tienen que pedirlo y el Parlamento Europeo le pone incluso técnicos audiovisuales a su cargo para que grandes emisoras puedan cubrir el pleno con una cobertura a la altura.
En la red de pasillos y puentes aéreos sobresale una gran cúpula de madera sobre la que se proyecta el logo de la Eurocámara. Es el Hemiciclo.
Así que… ahí nos metimos.
Se estaba tratando un punto del día a última hora de la tarde y que no era vinculante, por lo que de los más de 700 escaños la mayoría estaban vacíos. El trabajo continuaba en los despachos y pasillos del resto del complejo edificatorio. Pero aquí os podéis fijar en el trabajo de los intérpretes, que están en esas salas que se pueden ver desde la propia cámara:
Fuera del Hemiciclo, podéis imaginaros la red de pasillos y puentes de la que os hablaba antes. Es algo así:
En efecto, este es el restaurante de eurodiputados. Como os decía antes, aquí estuve yo plantado diez minutos insistiendo por teléfono a un eurodiputado que estaba donde me habían dicho que estuviera —ellos me esperaban en la tercera planta, en realidad, en el bar—. Desde luego, tras esta experiencia, empatizo mucho más con Samy, el protagonista de 'Parliament'.
El último día, una amiga que trabaja en Bruselas tuvo a bien enseñarme un poco más el Parlamento Europeo, y pudimos cruzar el puente pasarela que cruza el río Ill —i, ele, ele, yo pensaba que se llamaba río 3— de Estrasburgo hacia otro de los edificios de la Eurocámara. En este caso, el Churchill. Si hubiésemos andado un poquito más habríamos llegado al Consejo de Europa, que es una institución completamente ajena a la UE. 🤷
Acabamos en el edificio Churchill. No era la hora punta, desde luego, pero me sorprendió sus techos bajos y su silencio en contraposición a todo lo que había visto en el Weiss. Me recordó a los pasillos de tutorías en la facultad, solo que aquí no estaban los profesores universitarios sino los eurodiputados, muchos de los que serán renovados en las elecciones europeas que se celebrarán el domingo 9 de junio.
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