Trabajé noches, fines de semana y festivos tras entrar en un plan de mejora del rendimiento: salvé mi empleo, pero no mereció la pena

Nina McCollum
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La autora del artículo fue sometida a un plan de rendimiento y la consumió totalmente.
La autora del artículo fue sometida a un plan de rendimiento y la consumió totalmente.Azatvaleev/Getty Images
  • Cuando me nombraron jefa de departamento en mi trabajo, me obligaron a seguir un plan de rendimiento.
  • A pesar de que ya estaba haciendo un gran trabajo, trabajaba de más por las noches y los fines de semana.

Llevaba varios años trabajando en el sector jurídico y me sentía cómoda en mi puesto tras sucesivas evaluaciones anuales positivas y elogios periódicos relacionados con mi trabajo. Entonces llegó una nueva jefa de departamento; no nos llevábamos bien. Nadie parecía encajar con su autoritario estilo de gestión.

Cambió procesos aparentemente por el mero hecho de cambiarlos y se dedicó a enredarse en minucias, haciendo docenas de revisiones de todo, no confiando en el equipo para hacer el trabajo que habíamos hecho con eficacia durante años. Me encantan los procesos de mejora, pero nos complicó innecesariamente el trabajo. Teníamos que pasarnos trabajando noches y fines de semana para mantener el ritmo.

Después de un par de meses, la presión y el estrés empezaron a hacer mella en mi equipo. Varios compañeros empezaron a tener problemas de salud graves relacionados con el estrés. Yo también me sentía frustrada y molesta a diario.

Me dirigí a un miembro de la alta dirección para exponerle mis preocupaciones. Pensé que alguien podría conseguir que nos dejara un poco en paz.

Unos días después, mi jefe directo me dijo que me iba a someter a un plan de mejora del rendimiento (PIP, por sus siglas en inglés) por no haber hecho bien mi trabajo. Estaba sorprendida, enfadada y aterrorizada. Creo que lo hicieron porque me quejé.

Por aquel entonces estaba casada y tenía un hijo pequeño, y era la que llevaba el pan a la mesa. Perder mi trabajo significaba perderlo todo.

Hice todo lo que estaba en mi mano para poder quedarme el trabajo, costara lo que costara

Para mí, el PIP significaba: "Este es nuestro primer paso para despedirte". Nadie quiere quedarse donde no le quieren, pero el mercado laboral estaba muy limitado. Presenté solicitudes por todas partes y tuve un par de entrevistas con una empresa. Fueron muy bien, pero la vacante desapareció antes de que me pudieran presentar una oferta. Me quedé bloqueada.

Ya era una gran empleada, pero sabía que tenía que llegar a ser perfecta.

Cada día me ponía una armadura mental, me dibujaba una sonrisa falsa en la cara y me volvía tan formal, distante y neutral como un asistente de la familia real. Me reunía con ella a diario para revisar proyectos e informarle de los progresos. Era desmoralizador, pero yo sonreía y actuaba como si me encantara.

Llegaba supertemprano a todas las reuniones, ofrecía ideas "alegremente" y daba un paso al frente cada vez que la nueva jefa de departamento preguntaba quién quería encargarse de una tarea. La elogiaba, me reía de sus chistes y elogiaba sus ideas. Trabajé noches, fines de semana y festivos a costa de mi familia. Estaba harta y me sentía muy desgraciada.

Tenía años de experiencia. Mi trabajo no había cambiado. Seguía cumpliendo todos los plazos, llevando los proyectos por debajo del presupuesto y recibiendo elogios por mi trabajo. Pero ahora reenviaba todos los correos positivos a mi jefa.

El tabú de los sueldos

Finalmente, hice cambiar de opinión a mi jefa

El PIP duró tres meses. A los dos meses, el jefe de departamento me alagó por lo mucho que me había esforzado. Creo que los elogios y el fomento de la cultura del exceso de trabajo son tóxicos, pero me hice la humilde, y fingí sentirme emocionada por el reconocimiento.

Estaba tan estresada que mi salud empezó a resentirse. Me hospitalizaron por palpitaciones y latidos irregulares del corazón, debido al estrés, no es de extrañar, pero seguí contestando correos electrónicos en mi teléfono personal. Necesitaba el trabajo.

Cuando terminó el PIP, mi jefe me dijo que al director del departamento no solo le había encantado mi "cambio de dirección", sino que además me iba a ascender para gestionar los proyectos más grandes e importantes de nuestro departamento, lo que requeriría más horas y mucha más presión cada día. "Al menos has acabado con el PIP, ¿no?". Cierto.

Al final dejé el trabajo por otro mejor

Seis meses después del PIP, el mercado laboral se recuperó y conseguí un puesto mejor, con aumento de sueldo, aparcamiento gratuito, horario flexible y la posibilidad de ampliar mis competencias en otra dirección. No era más trabajo, sino mejor y más interesante.

Me fui bajo mis propios términos, no los suyos, y me sentí muy bien. Soy feliz haciendo mi trabajo. Todos los días. Ahora trabajo desde casa, y mis aptitudes polivalentes están muy solicitadas.

Que me sorprendieran con el PIP me enseñó una valiosa lección sobre la vida empresarial: no confíes en nadie, haz lo que sea necesario para sobrevivir y no te quedes donde no te quieren.

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