Los multimillonarios se preparan para el verano con espectaculares superyates
- Los superyates, el bien más caro que puede poseer un multimillonario, están superando los límites del lujo.
- Los barcos, que cuestan ocho o nueve cifras, son cada vez más grandes e incluyen más prestaciones que nunca.
Para muchos de los propietarios de barcos más adinerados, un spa privado es imprescindible a bordo. Una sauna es un buen detalle. Una moto acuática o dos hacen que los días en el mar sean mucho más divertidos. Y si no hay nadie a bordo capaz de preparar una comida digna de una estrella Michelin, es mejor quedarse en tierra.
En el mundo de los grandes yates, no existe el exceso. Al fin y al cabo, si alguien se gasta ocho o nueve cifras en diseñar la embarcación de sus sueños, o al menos 500.000 dólares (465.000 euros) a la semana en alquilarla, más es más.
"El mundo de los yates. No es algo racional; es emocional", explica Ralph Dazert, responsable de inteligencia de SuperYacht Times, a Business Insider durante el Salón Náutico Internacional de Palm Beach, donde se exhiben docenas de superyates, definidos a menudo como embarcaciones de más de 30 metros de eslora.
Y aunque hay ciertas características clásicas, como jacuzzis y bares, lo que quieren los propietarios de superyates está evolucionando, afirmaron los expertos presentes en la feria. Eso puede significar más tripulación, más espacio para helicópteros o más juguetes acuáticos, pero también puede incluir salones de manicura y campos de minigolf.
"El listón de lo que es la expectativa básica ha aumentado exponencialmente en los últimos cuatro o cinco años", afirma Anders Kurtén, director general del broker Fraser Yachts. Los clientes "pasan más tiempo en el barco y quieren ampliar el estilo de vida que llevan en tierra".
Mucho de esto puede achacarse a la pandemia. Las compras y alquileres de superyates se dispararon cuando la vida y los viajes de lujo en tierra se paralizaron. Aunque el mercado se ha moderado ligeramente, el número de pedidos de superyates –1.166 en septiembre, según base de datos Global Order Book de Boat International— sigue estando por encima de los niveles anteriores a la pandemia.
"Lo que la pandemia ha demostrado realmente es que el apetito por estar en el mar, por vivir ese estilo de vida, sigue tan vigente como siempre", afirma Kurtén.
Eso significa que hay mucho dinero en el agua. El valor total de los 203 superyates de más de 30 metros entregados el año pasado fue de 6.400 millones de dólares (5.935 millones de euros), según datos de SuperYacht Times. Las nuevas construcciones a medida de los astilleros más prestigiosos del mundo —Lurssen, Feadship, Oceanco, Benetti— pueden ascender a cientos de millones. Incluso los superyates usados del Salón de Palm Beach llegan a costar 75 millones de dólares (69,5 millones de euros).
Y no se trata únicamente de compradores tradicionales, como parejas adineradas jubiladas que buscan un lugar donde relajarse o famosos que buscan un lugar donde divertirse lejos de los paparazzi. Los nuevos clientes suelen ser más jóvenes y tener familia, por lo que quieren zonas para trabajar y ver películas. También quieren juguetes acuáticos caros, acceso a equipos de fitness o incluso hornos de pizza para los comensales más exigentes.
"Esto nunca habría ocurrido en los noventa", afirma Giovanna Vitelli, vicepresidenta del Grupo Azimut Benetti, el mayor productor mundial de superyates. "Uno iba con su mujer guapa, champán... la idea del yate era mucho más presumir de jacuzzi y cosas así".
La opulencia pura ha dado paso a la funcionalidad
Cuando el Nabila de Benetti zarpó en 1980, su tripulación de 50 personas, sus interiores con incrustaciones de oro y diamantes y sus fastuosas fiestas acapararon titulares e incluso inspiraron la canción de Queen Kashoggi's Ship (siete años después, Donald Trump compró el Nabila por 30 millones de dólares —27,8 millones de euros— y lo rebautizó como Trump Princess).
"La vida a bordo se consideraba muy formal", explica Vitelli, recordando a otro cliente que insistió en colocar una réplica de la Capilla Sixtina sobre la mesa del comedor.
Pero los interiores ostentosos y palaciegos que solían aparecer en los catálogos de yates han dado paso a otras características más funcionales.
En lugar de novedades esotéricas, como una caja fuerte extragrande para rifles que un constructor tuvo que fabricar a petición del propietario de un yate ruso, los superyates expuestos en el Salón de Palm Beach contaban con canchas de baloncesto, saunas y baños de hielo.
Los propietarios quieren ascensores y gimnasios de lujo. Las opciones para mimarse, ya sea una sala de masajes, un puesto de manicura o una máquina facial profesional, abundan. Algunos baños tienen lujosos inodoros Toto, que pueden costar unos 20.000 dólares (18.500 euros).
Las popas (es decir, la parte trasera del barco) solían construirse altas para proteger la intimidad de los huéspedes. Ahora se construyen como "clubes de playa", una plataforma de baño abierta.
¿Y de qué sirve una sala de masajes si nadie a bordo puede dar uno? Muchos superyates pueden albergar el doble de tripulantes que de invitados, si no más. Un broker, representante de un barco que no tenía masajista, afirma que puede ser un asunto bastante "peliagudo", porque si un chárter quiere uno, tiene que encontrar a alguien que pueda dar masajes a los invitados y "aportar su granito de arena a la tripulación".
"No es raro buscar un marinero de cubierta que también sepa preparar un martini, tocar un instrumento, tal vez entretener a los invitados cantando e, idealmente, incluso dar un masaje", señala Kurtén.
Por supuesto, la tripulación tiene un coste. La mayoría se consideran empleados a tiempo completo, con sueldos y prestaciones como seguro médico. Los capitanes, primeros oficiales y jefes de máquinas suelen ganar seis cifras al año. Eso sin contar las propinas; un cliente de chárter suele gastarse seis cifras en propinas para la tripulación que ha trabajado durante una semana de vacaciones.
Para los superricos, debe haber sitio para los juguetes
No se trata solo de las prestaciones a bordo. Lo que en el sector se conoce como "juguetes" –toboganes acuáticos, motos acuáticas y jets de submarinismo– son muy populares, y los costes oscilan entre apenas cientos de dólares (barcos banana) y millones (submarinos, que siguen siendo populares a pesar de la reciente tragedia).
"Embarcaciones y juguetes, el cielo parece ser el límite", afirma Kurtén. "Más es más".
Por supuesto, si no caben todos esos juguetes en el espacio de almacenamiento del yate, basta con utilizar otra embarcación. El yate de apoyo de Jeff Bezos es un superyate en sí mismo, mide 75 metros y cuesta decenas de millones de dólares. (Su yate principal, Koru, costó, según se ha publicado, 500 millones de dólares o 465 millones de euros).
Los yates de apoyo también son más rápidos, lo que significa que la tripulación puede llegar antes al destino y preparar las motos acuáticas, las piscinas marinas y demás, apunta Dazert. "Cuando el propietario llega al yate principal, ya está todo preparado y puede ir a divertirse".
Incluso las embarcaciones auxiliares, las más pequeñas que llevan a los huéspedes del barco a la costa, se están modernizando. El Nero, una belleza de 90 metros de eslora que se puede alquilar por unos 500.000 dólares a la semana y que sigue el modelo del barco de J.P. Morgan de los años 30, tiene auxiliares hechos a medida a juego con el diseño. Los más caros suelen costar siete cifras. El Nero tiene tres.
"Antes, una embarcación auxiliar era una embarcación auxiliar", explica a Business Insider Jeffrey Beneville, responsable de seguros de yates de NFP. "Ahora se llaman limusinas. Se trata de una góndola increíblemente lujosa con techo rígido para que nadie se despeine cuando le dejen en el Club Náutico de Mónaco".
Algo que no ha cambiado en el mundo de los superyates es la ostentación. Si el barco de al lado en el puerto deportivo tiene una sala de cine interior y exterior, es normal que también se quiera una. Lo mismo que una bodega o un helipuerto.
"Es una especie de celebración del éxito en la vida, de la riqueza", afirma Vitelli, cuya empresa está detrás del yate Lana que Bill Gates alquiló para una fiesta de cumpleaños hace tres años. "Te exiges un poco más".
Y eso es una bendición para los fabricantes de yates y los agentes que atienden a los superricos.
"Nuestro trabajo es hacer realidad los sueños de nuestros clientes", comenta Kurtén.
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