4 razones por las que sigues obedeciendo a tu jefe, aunque sea un tóxico: señales para detectarlo y dejar de hacerlo

Jefe delegando

Lo sabes. O si no lo sabes, por lo menos lo intuyes: tienes un jefe tóxico. No te trata bien, no valora tu trabajo e intenta hacerte la vida imposible... Pero le sigues haciendo caso. ¿Por qué?

Un estudio de la Harvard Business School concretó que los directivos tóxicos provocan: que el 25% de los trabajadores canalice sus frustraciones en los consumidores, que el 48% disminuya su esfuerzo intencionadamente y pase menos tiempo en el trabajo, que el 78% asegure que su compromiso con la organización ha disminuido o que el 66% afirme que su rendimiento ha decrecido.

Y, en última instancia, que el 57% dimita por culpa de un mal jefe

Sin embargo, existen personas que los aguantan. No se trata de una cuestión de masoquismo o de mera supervivencia económica (que también), sino que tiene que ver con cómo funciona la mente humana

Aguantar a tu jefe se encuentra directamente relacionado con tu capacidad de buscar y seguir a gente que te parece fuerte, fácil de llevar, que ofrece buenos resultados y que te da la esperanza de que tu situación va a mejorar a su lado.

 

Al menos así lo estipula Ronald Riggio, profesor de liderazgo y psicología organizativa del Claremont McKenna College de California (EEUU). Riggio explica a CNBCque un ejemplo de esta tendencia son los líderes mundiales: 57 países son regentados por dictadores poco éticos, inestables e incompetentes. Aun así, son "nuestras propias tendencias humanas" las que los mantienen en el poder. 

Según el experto en liderazgo empresarial, existen 4 razones por las que los jefes tóxicos continúan en el poder a pesar de que la gente que les rodea sepa que son malos líderes. 

1. Tener la esperanza de recibir algo a cambio.

Hay personas que son capaces de detectar los malos atributos de un jefe, pero Riggio asegura que no los señalan ni los confrontan porque esperan que, al alentarlos, obtengan una recompensa por su lealtad: un aumento de sueldo, un ascenso o un favor personal

"Un mal líder atrae a sus secuaces, que lo protegen porque les gusta estar cerca de una persona poderosa", defiende el experto.

2. Caer en la "pereza cognitiva".

"Nos da pereza y aceptamos las cosas tal y como son", indica Riggio, refiriéndose a cuando la gente tiene la sensación de que algo no va bien en la relación con su superior, pero prefiere dejarlo correr a tener que averiguar cómo manejar la situación para que las cosas cambien

Bajo esta lógica, los trabajadores prefieren darle un "pase" a sus jefes cuando hacen algo mal en lugar de pedirles cuentas. Esto posibilita, según el experto, que el directivo tenga la sensación de que se puede comportar todavía peor porque no va a haber consecuencias. 

3. Equiparar los buenos resultados a un buen liderazgo. 

Tu superior inmediato —que no tiene por qué ser tu jefe, aunque a veces lo sea— puede ser una persona que ofrezca resultados valiosos para la empresa o para el equipo directivo, ya sea a nivel económico o de rendimiento profesional. 

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"Para estos líderes el fin justifica los medios", apunta el profesor de liderazgo del Claremont McKenna College. "Si parecen eficaces, la gente no se pregunta cómo han llegado hasta ahí", señala, y por tanto no se cuestiona si crean un ambiente de trabajo tóxico o si toman decisiones poco éticas.

4. Confundir arrogancia y narcisismo con fuerza y determinación

La fuerza, la determinación y la confianza son cualidades encomiables a la hora de ejercer liderazgo, el problema es confundirlas con la arrogancia y el narcisismo

"Nos sentimos atraídos por estas personas que parecen competentes, como si pudieran hacerse cargo y ejercer un papel de liderazgo", observa Riggio, pero explica que "pueden ser narcisistas y las cosas se les pueden ir de las manos".

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