Un accidente cerebrovascular, ictus o ataque cerebral ocurre cuando algo obstruye el suministro de sangre a una parte del cerebro o cuando un vaso sanguíneo del cerebro se rompe. Lo que puede provocar daño cerebral duradero, discapacidad a largo plazo o, incluso, la muerte. 

En España, donde se estima que una de cada 6 personas lo sufrirá a lo largo de su vida, es una de las principales causas de muerte y discapacidad adquirida. Se trata por tanto de una emergencia médica que requiere de atención inmediata. 

Los síntomas previos de aviso incluyen pérdida de fuerza en un brazo, dificultad para hablar,  incapacidad para controlar el rostro, pérdida de visión o dolor intenso de cabeza. Ante la aparición de solo uno de ellos se debe llamar a urgencias. 

La edad incrementa las probabilidades de padecerlo al igual que tener un historial en la familia. Asimismo hay otros factores de riesgo sobre los que sí se puede actuar. Como dejar de fumar, controlar la tensión y mejorar la dieta.

Tipos de ictus

Existen 2 tipos de ictus en función de la causa que altere el flujo de sangre en el cerebro. 

Cuando la interrupción repentina se debe a un coágulo se conoce como ictus isquémico, que supone más del 80% de todos los casos. El ictus hemorrágico o hemorragia cerebral,  implica sangrado en el cerebro por la rotura de un vaso sanguíneo, lo que comprime y daña el tejido cerebral adyacente.

Ictus hemorrágico

La rotura del vaso sanguíneo del cerebro pude deberse a diferentes causas, aunque la hipertensión juega un papel crucial. También fumar o consumir cocaína, además de aneurismas, tumores o malformaciones en la conexión entre venas y arterias.

Habitualmente ocurre de forma abrupta con dolores de cabeza, mareos y vómitos y empeora rápidamente. Según la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) los síntomas incluyen:

• Entumecimiento o pérdida de la sensibilidad
• Disminución o pérdida de la visión (puede ser parcial)
• Dificultad del lenguaje
• Incapacidad para reconocer o identificar cosas familiares
• Dolor de cabeza repentino
• Vértigo (sensación de que el mundo gira alrededor)
• Mareos
• Pérdida de coordinación
• Dificultad para deglutir
• Somnolencia, estupor, letargo, estado comatoso o inconsciente

Ictus isquémico

La obstrucción de una arteria cerebral puede deberse a un coágulo que se produce dentro del propio vaso sanguíneo o por uno que desde otro lugar se desplaza hasta el cerebro, ambos tienen como resultado un ictus isquémico o infarto cerebral informa RiojaSalud.

La interrupción del flujo de sangre al cerebro conlleva alteraciones en la función de sus células, lo que según la zona dañada se manifiesta por síntomas como parálisis o dificultad para mover una parte del cuerpo, alteraciones del lenguaje, incapacidad para mantenerse de pie o caminar o pérdida brusca de memoria.

Las células cerebrales que se ven privadas de los nutrientes que le aporta la sangre, acaban  muriendo en poco tiempo, por lo que los daños pueden llegar a ser permanentes, si no se actúa con rapidez.

Un accidente isquémico transitorio conlleva síntomas similares a los que se presentan en este tipo de ictus pero durante un tiempo muy breve. "Suele durar unos pocos minutos y no genera un daño permanente", explica la Mayo Clinic.

Sin embargo, cuando se produce "puede considerarse como un aviso, porque los afectados tienen riesgo de sufrir posteriormente un segundo ictus ya de forma clara", añaden desde la Unidad de Neurocirugía RGS.

Qué tipo de ictus es más grave

Los estudios apuntan a que existe una mayor probabilidad de muerte en los ictus hemorrágicos que en los isquémicos. Los pacientes que sobreviven suelen encarar secuelas que les hacen más dependientes, señalan  desde el Centro de Rehabitlitación Neurológica Crene.