Elena González-Blanco, la impulsora del primer gran modelo nativo en español de la inteligencia artificial: "Estamos viendo solo la punta de iceberg"

Elena González-Blanco

Clibrain

  • Tras pasarse al mundo de la empresa desde la academia, la experta Elena González-Blanco ha dedicado los últimos años a vaticinar el auge de la IA.
  • Esta es su historia, contada por ella misma.

(Este reportaje es resultado de una entrevista entre la protagonista, Elena González-Blanco, y el periodista de Business Insider España David Vázquez. Las respuestas de la experta han sido editadas solo por motivos de extensión y claridad)

Nunca entendí muy bien por qué me obligaban a elegir. Desde pequeña, he sentido siempre un profundo interés por la ciencia y por las letras. 

En concreto, por una parte me encantaba todo lo que tuviera que ver con las matemáticas, la física y la computación; por otro, me fascinaban los idiomas, que aprendía con verdadera pasión en las escuelas oficiales de idiomas. Alemán, francés, italiano, inglés... No había lengua extranjera que se me resistiera.

Mientras, tuve tiempo por ejemplo de ganar la Olimpiada Nacional de Física, un concurso en el que incluso conocí a mi marido, Javier Torres.

Pero, acabados mis estudios y concluida la Selectividad, había que elegir, y había que hacerlo pronto. La ciencia tiraba mucho de mí, pero la lingüística ganó aquella primera partida: me matriculé en Filología Hispánica.

Aunque yo entonces tenía la sensación de que mi elección suponía acabar con una guerra que llevaba años librándose en mi mente, aquello en realidad fue solo un primer asalto. Ciencias o letras: la distinción sigue sin tener ningún sentido para mí.

Y menos ahora, cuando se avecina la era de la inteligencia artificial. Pero no nos adelantemos.

Lo cierto es que pronto descubrí que la lingüística era en realidad algo muy matemático. La manera de analizar las estructuras y cómo se relacionan entre sí se acerca de muchas maneras a algunos de los fundamentos de la computación, aunque esto es algo de lo que no terminé de darme cuenta hasta pasado un tiempo.

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Años después, esta idea, junto con mis conocimientos en idiomas, me permitieron reflexionar sobre por qué la inteligencia artificial habla mucho peor español que inglés. No es solo una cuestión de que traduzca peor el idioma: la cuestión tiene que ver con la manera que tenemos de dar órdenes a las máquinas.

Pero, de nuevo, aún faltan años para esto.

Antes, como Filología Hispánica se me quedaba corta, empecé también a cursar de forma simultánea Filología Clásica. Lo hice porque en mi intento por comparar idiomas, me di cuenta de que me faltaba algo fundamental: su origen, el tronco común que las une a todas.

Acabé la primera carrera en 2004 y la segunda en 2005, y pronto me embarqué en un proyecto de investigación en literatura medieval (por supuesto, comparada) en el que, de nuevo, traté de acceder al origen de una serie de ideas extendidas desde hace muchos siglos por nuestro continente.

No obstante, EEUU se cruzó en mi camino. Gracias a una oportunidad de investigar allí, en cuestión de meses pasé trabajar con fotocopias en las universidades españolas a poder hacerlo con inmensas bases de datos desde donde podía cotejar todo tipo de cosas sin parar. 

Desde entonces, me obsesioné también con la tecnología. 

Tras volver en 2008, mientras trataba de digitalizar mis investigaciones literarias y de modernizar las letras desde mi laboratorio de Humanidades en la UNED (previo paso por Alcalá de Henares), me terminé matriculando en el Máster de Sistemas de Información Digital de la Carlos III. Sencillamente, sentía que tenía que saber más sobre ordenadores. 

Mientras, desde el laboratorio de la UNED tratamos de crear una base de datos que permitiera, por ejemplo, buscar versos alejandrinos sobre un determinado tema escritos en un momento determinado en Italia, Francia y España. 

Bien pensado, aquel no fue más que el origen de una buena cantidad de proyectos posteriores. Al fin y al cabo, ¿acaso no es también un modelo lingüístico entrenado por IA  un inmenso repositorio de datos que se vinculan entre sí a través de algoritmos de aprendizaje?

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Las cosas me iban bastante bien. Mis proyectos iban a buen ritmo y podía dedicarme a un área relacionada con mis estudios y mis amplios intereses. 

Sin embargo, me faltaba el contacto con el mundo real. Investigar y que el resultado de dicha investigación acabe en un artículo académico es satisfactorio, por supuesto, pero no es desde luego el camino más corto para ver cambios reales en la sociedad. Me faltaba la sensación de ver recompensado mi trabajo con resultados más tangibles.

En esto andaba pensando cuando en 2017 apareció ante mí una de esas ofertas que no se pueden rechazar. La multinacional española Indra me ofreció el puesto de responsable de inteligencia artificial y Tecnologías del Lenguaje. 

Aquel podía ser el salto más grande de mi vida. Suponía dejar algo de lado mi carrera académica para entrar en el vertiginoso mundo de la empresa. A cambio, podía abandonar por fin la sensación de que pasarían años, tal vez décadas, antes de ver la más leve aplicación práctica de mis hallazgos.

Di el salto.

Y no fue el último. No pasó un año antes de que CoverWallet, una aseguradora terminó adquiriendo la firma de la empresa de servicios Aon, me ofreciera un puesto también de jefa de Tecnología. Finalmente, acabé llevando la Transformación Digital del Banco Santander. Por supuesto, al principio no tenía experiencia ni en seguros ni en banca. 

Fue, por tanto, un tiempo de mucho aprendizaje. Entre otras muchas cosas, entendí cuáles son las necesidades de las grandes empresas y la responsabilidad que puede cargar sobre sus hombros alguien con voz y voto a la hora de dar un giro al timón de ese tipo de transatlánticos.

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También, por supuesto, aprendí mucho sobre tecnología, concretamente sobre modelos lingüísticos, IA y el inmenso salto tecnológico que estaba por venir. 

Aunque no esperaba un cambio tan abrupto, puedo decir (y ahí están mis charlas en YouTube para atestiguarlo) con cierto orgullo que llevo años hablando de que la IA cambiará para siempre las maneras de funcionar de la industria. Por aquel entonces, decir aquello era algo más que una idea disruptiva: era casi una provocación.

Pero yo sabía bien de qué hablaba. Con el tiempo, gracias a mi experiencia acumulada, terminé pasando por el consejo de administración de empresas como Astara y Llorente y Cuenca. 

Fue entonces cuando se me abrieron de par en par las puertas del mundo del emprendimiento.

Clidrive, Clibrain y la aventura de emprender

Para entender cómo sucedió hay que remontarse 20 años atrás. Algunos de los alumnos más destacados del cuarto curso de la universidad recibimos una beca que nos permitía pasar un verano en Chicago. Allí coincidí con Pablo Fernández, un emprendedor que me seguí cruzando en diversos encuentros durante años y que, dos décadas después de conocernos, me abriría las puertas del mundo de las startups.

—Voy a montar algo y quiero que te vengas conmigo.

Y di otro salto.

El primer proyecto fue Clidrive, una plataforma tecnológica que ofrece a los clientes financiación para comprar un coche en el que se emplean los propios vehículos como garantía.

El proyecto sirvió para empezar a aplicar mis conocimientos en IA en medir algunos resultados: quiénes vendían más, cuándo lo hacían, de qué se quejaban los clientes, en fin, ese tipo de información. En apenas 3 meses la empresa facturó un millón de euros, y andamos ya en el punto de hacerla rentable.

Vamos, que Clicars ha crecido a una velocidad vertiginosa. Pero hay algo que está creciendo todavía más rápido: la IA.

Pronto nos dimos cuenta de que las herramientas que estábamos usando de manera interna en Clicars tenían salida comercial. Ese fue el origen de Clibrain, una empresa de IA en español que sintetiza mi pasión por la lengua y la tecnología.

A día de hoy, Clibrain cuenta con sus propios modelos. Para ello hemos conseguido hacer una mezcla de herramientas existentes, de sistemas abiertos y de tecnologías que van saliendo. De cara al consumidor esto se traduce, por ejemplo, en la posibilidad de poder usar el típico chatbot entrenado con IA. Pero su valor, lo tengo claro, reside en todo lo que hemos desarrollado detrás.

Porque nuestra idea es que Clibrain no solo traduzca al español, sino que, como IA nativa en nuestro idioma, realmente comprenda y respete los matices lingüísticos y culturales de nuestro idioma. 

Vamos, nuestro objetivo es que Clibrain sea la primera gran IA española.

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Dicho esto, tengo que aclarar por otra parte que no tengo ni idea de por dónde van a ir los tiros en IA en los siguientes años. Sí creo que entrará en nuestro día a día: la IA generará contratos en despachos de abogados y predecirá posibles fallos de mantenimiento en empresas industriales, por ejemplo. Esto sucederá sí o sí, la única pregunta es cuándo.

Por eso, pienso también que solo estamos viendo la punta del iceberg. Se avecinan cambios importantísimos en los próximos meses.

También opino que para este nuevo mundo hará falta una formación mixta que yo no tuve. Hay que introducir las nuevas tecnologías en todas las ramas del saber. La Filología, tal y como yo la estudié, la suprimiría hoy mismo. Estamos trabajando con programaciones que son de la Edad Media. 

En el futuro, saber manejar nuevas tecnologías facilitará tanto el trabajo como lo facilita hoy saber inglés.

Afortunadamente, a mí mi curiosidad me llevó a estudiar las dos cosas.

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