La falacia de Montecarlo o cómo el cerebro humano hace ciencia del puro azar

Apuestas deportivas.
  • Hay dos casos llamados la falacia de Montecarlo y el ritardatario italiano que demuestran como nuestro cerebro crea sus patrones.
  • Es una cuestión biológica que ante juegos totalmente aleatorios, pensamos que en determinados acontecimientos se dará un giro casi "obligado".

¿Qué es eso de la falacia de Montecarlo y el ritardatario italiano? ¿Qué tienen en común y por qué son tan importantes e interesantes? Pues se han estudiado por lo mucho que nos dice sobre el comportamiento humano y cómo el cerebro busca patrones y esperanzas donde solo hay puro azar, con decisiones de lo más ilógicas, pero que son inevitables para muchos. 

Hoy, como cada día, se celebran en España y resto de países un montón de sorteos que, por cierto, Business Insider da buena cuenta; también ves los bares llenos de máquinas tragaperras y las calles llenas de negocios de apuestas; los casinos se llenan e incluso si eres el más incrédulo y odias el juego, seguro que alguna vez has caído en la tentación o echas esa quiniela semanal "a ver si toca".

¿Qué es la falacia de Montecarlo?

La falacia de Montecarlo destaca el error común de esperar que resultados aleatorios anteriores influencien futuras ocurrencias, demostrando cómo el ser humano busca patrones donde solo hay azar.

Esta falacia se hizo evidente una tarde del 18 de agosto de 1913 en el Casino de Montecarlo, donde la bola de la ruleta cayó en casillas negras 26 veces consecutivas, contra la intuición colectiva de los apostadores que esperaban un resultado en rojo.

En este lujoso y mítico casino los jugadores experimentaron el azar de manera intensa, perdiendo grandes sumas de dinero al apostar contra una racha de resultados negros en la ruleta, esperando que las probabilidades se equilibraran. Aumentaron sus apuestas al rojo con cada tirada adicional, esperando que la suerte cambiara, lo que nunca ocurrió, ilustrando cómo los resultados aleatorios previos no predicen futuros resultados.

Esto demuestra como los seres humanos tienen dificultad para manejar lo aleatorio y a menudo desarrollan rituales para intentar influir en su suerte, demostrando una lucha constante contra la incertidumbre. Da igual que el negro saliera durante todo el día; no por ello el rojo cada vez tendría que salir con mayor probabilidad. Las probabilidades son siempre las mismas, sea cual sea la tanda de resultados. Pero el cerebro no puede evitar crear patrones y esperanzas. 

Pero no son solo patrones, sino emociones. Se ha demostrado también que la anticipación en los juegos de azar genera una liberación de dopamina, creando un potencial adictivo debido a la excitación de prever resultados impredecibles.

El ritardatario italiano, otra gran prueba de negar el azar

De Montecarlo a otra ciudad emblemática, en este caso de Italia: Florencia. Allí ocurrió el llamado fenómeno del ritardatario. Puedes pensar que lo de Montecarlo fue a principios del siglo XX y que la gente era más crédula, inocente y supersticiosa, pero nada más lejos de la realidad, puesto que lo que ocurrió en Florencia fue hace relativamente poco: entre 2004 y 2005.

Aquí el casino no fue protagonista, sino algo más general en cuanto a juego: las loterías; concretamente con la lotería nacional italiana, llamada SuperEnalotto. Por aquel entonces se elegían 50 números entre el 1 y el 90, cinco de cada lotería regional en diez ciudades. Lo que desencadenó este curioso fenómeno es que pasó más de un año sin que saliese el número 53 en Venecia.

Un drama nacional

De esta forma, jugar a este número se convirtió en una obsesión nacional (de ahí lo de ritardatario, que significa número retrasado). Incluso muchos ciudadanos realizaron apuestas más y más fuertes ante la creencia que tenía que salir ya, cuando las probabilidades eran las mismas, como pasa con el rojo y el negro. 

No hablamos de gastarse algo más o dejarte medio sueldo, que ya es grave, sino de usar todos los ahorros familiares o contraer grandes deudas. El culmen fue el suicidio de una mujer toscana y de un hombre en Florencia, que antes acabó con la vida de toda su familia. El motivo: la ruina absoluta por jugar a esta obsesión. 

Al fin el 53

Tuvieron que pasar casi dos años y 152 sorteos para que al final saliera de nuevo el 53. El gran beneficiado, las arcas del estado italiano, recaudando 3.500 millones de euros solo por las apuestas a este número, lo que equivale a 200 euros por familia. Curiosamente, todo volvió al origen, porque salió en Venecia. Había finalizado lo que definieron en Italia como "psicosis colectiva". 

Nuestro problema con la aleatoriedad

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Pero no solo pasa en el juego, si no en algo tan humano y biológico como el nacimiento de un bebé. Muchos padres con hijos de un único sexo que quieren de ambos creen que las posibilidades de que el siguiente sea el deseado son mucho mayores; sin embargo, la probabilidad demostrada sigue siempre en 51/49, casi aleatorio. 

Lo que está claro y demostrado con experimentos y con hechos como los de Montecarlo e Italia, es que se produce lo que los psicólogos llaman el sesgo cognitivo, que en el caso del azar distorsionan nuestro control y sobreestimemos nuestras posibilidades de ganar. No hablamos de avaricia o de optimismo exacerbado, sino de un convencimiento puro. 

Las investigaciones han demostrado también que forman parte del "funcionamiento eléctrico normal del cerebro", como explica Sean B. Carroll en su libro Una serie de eventos afortunados, añadiendo que los hallazgos sobre el incremento de la motivación por jugar cuando vemos "diferencias muy pequeñas al premio", es decir, "combinaciones ganadoras muy cercanas a combinaciones ganadoras". La explicación es esa "manía" del cerebro de buscar patrones donde los hay y donde no los hay, ya sea para ganar o para predecir el futuro. Es pues, "una cuestión biológica", como indica Carroll. 

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