Ser buenas y no solo parecerlo: los grandes desafíos que las redes sociales tendrán que abordar en Europa en 2024

Mark Zuckerberg, CEO y cofundador de Meta (la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp).
Mark Zuckerberg, CEO y cofundador de Meta (la matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp).

REUTERS/Robert Galbraith

  • La debacle de Twitter, la renovada competencia de Mastodon, Bluesky o Threads, y los problemas de Facebook o Instagram en Europa han marcado 2023.
  • En 2024 habrá que estar atento a la consolidación de un nuevo internet de plataformas y a la capacidad que tengan estos servicios de portarse algo mejor.

Elon Musk compró Twitter a finales de 2022 y hoy por hoy Twitter no existe. Al menos no formalmente, claro: ahora la plataforma se llama X y desde hace meses se libra una encarnizada batalla por ver quién será la red social basada en píldoras de texto que podría sucederla como el gran foro público predilecto en internet.

Todo ello asumiendo que X cederá su trono, claro. La plataforma que ahora posee el multimillonario fundador de firmas como Tesla o SpaceX no ha tenido nunca una base de usuarios comparable con la que sí ha cosechado en los últimos lustros Facebook, pero sí ha tenido la capacidad de inmiscuirse en el debate público en multitud de países.

Pero no todo es Twitter. Mientras esa batalla presenta a sus contendientes —la que fuese un spinoff de la compañía, Bluesky; la que fuese una alternativa descentralizada, Mastodon; y la recién llegada Threads, propiedad de Instagram—, lo que subyace en realidad es algo que tiene que ver más con el modelo de plataforma digital que imperará en los próximos años.

En la batalla entre Musk y Zuck, por el momento la victoria es para Zuckerberg

No en balde, la Unión Europea ya ha echado un ojo sobre la X de Elon Musk al entender que la plataforma no se habría aclimatado todo lo que debiera al Reglamento de Servicios Digitales. Mientras Bruselas resuelve ese expediente y Bluesky, Mastodon o Threads promulgan los postulados de la descentralización y la interoperabilidad, los desafíos de estas redes van mucho más allá.

Sobre todo si se incluye en el paquete de las redes sociales a las grandes plataformas de intercambio de vídeo como TikTok, la propia Instagram, YouTube o Twitch, entre otros servicios.

Cuando hace una década comenzaron a popularizarse estas plataformas se habló de la llegada del internet 2.0, con lo que se democratizaba la creación de contenido. En 2023 la economía de los creadores ya es una realidad, pero los desafíos que afrontan las plataformas que amparan su conversación se enfrentan a una crisis reputacional y a un desafío regulatorio sin precedentes.

Estas son algunas claves de los desafíos más urgentes que se tendrán en cuenta en 2024, con especial foco en la Unión Europea:

Toca volver a seducir al público: la crisis de reputación es enorme

Quizá, al margen de las cuitas entre distintas plataformas, el mayor desafío que deberán abordar todas y cada una de ellas, desde Facebook a TikTok, es volver a seducir a sus audiencias. En los últimos años ha cambiado ostensiblemente la perspectiva que la ciudadanía tenía de estos grandes servicios digitales.

Desde el escándalo de Cambridge Analytica que salpicó a Facebook a los papeles que filtró la exempleada de Mark Zuckerberg, Frances Haugen, sobre cómo en la multinacional se conocía que Instagram causaba perjuicio a la salud mental de los adolescentes, a la muerte de una menor en Europa relacionada con virales en TikTok: el descrédito y la desconfianza crecen.

El viejo eslogan de Facebook era que la plataforma es gratuita y siempre lo sería —o eso decía, ese eslogan se acabó retirando de la portada de la red social hace años—. Se podría decir que los usuarios ya son conscientes de que si estos servicios son gratuitos es porque ellos son el producto, el producto que se vende a las marcas y a las agencias publicitarias.

Las redes sociales nunca han sido tan peligrosas

En esta tesitura entronca la teoría de la enmierdación que acuñó el periodista tecnológico Cory Doctorow: 

"Los beneficios se dirigen primero a los usuarios. Después, cuando estos ya están encerrados, los beneficios se dirigen a los anunciantes. Después, cuando estos ya están encerrados, los beneficios se dirigen a los accionistas, y la plataforma se convierte en una inútil pila de mierda. Desde aplicaciones móviles a Steam, de Facebook a Twitter, este es el ciclo de la enmierdación", escribió.

Con ese ciclo mucha gente acaba atrapada en las plataformas. En serio: hay quien estaría dispuesto a pagar una cierta cantidad de dinero con la condición de que todo su entorno, además de él, abandonaran las plataformas sociales.

No solo tendrán que convencer a sus usuarios: también a los reguladores

Fruto de la reputación que ahora tienen estas plataformas —hay quien se pregunta si el scroll infinito no es una suerte de fentanilo digital—, los reguladores reaccionan. Al menos en el Viejo Continente. En esta legislatura europea que se agotará este 2024 han entrado en vigor nuevos reglamentos tecnológicos que buscan poner coto al omnímodo poder de las plataformas digitales.

Dos de ellos son el Reglamento de Mercados Digitales y el Reglamento de Servicios Digitales. Responden a las siglas —en inglés— de DMA y DSA y su aplicación efectiva comenzará en realidad este 2024, aunque en los últimos meses Bruselas ya ha anunciado quiénes son las grandes plataformas —y motores de búsqueda— que estarán sujetas a especial escrutinio.

Mientras que el DMA busca controlar las posibles distorsiones que las plataformas puedan ejercer sobre el mercado y su competencia, la DSA pone el foco en cómo estas plataformas se relacionan con sus usuarios. Moderación de contenidos, libertad de expresión, prevención de desinformación, etc.

Son, en fin, la respuesta que desde las instituciones comunitarias se pretende dar al mayúsculo desafío que han imbricado las redes sociales en los últimos años: cómo configuran la vida de los ciudadanos y sus relaciones sociales, su acceso a la información —y también a la desinformación—. Lo que se tendrá que probar este nuevo año son dos cosas:

Que la regulación es efectiva y que las plataformas están dispuestas a cumplirla. Y eso es algo que solo el tiempo dirá.

Continúa la batalla por la privacidad en el Viejo Continente

En la segunda mitad de 2024 Google eliminará de su navegador Chrome —uno de los más usados del mundo— la posibilidad de que terceros instalen cookies en tus dispositivos. Esto abre la puerta a un nuevo desafío en el ámbito de la privacidad que en cierta manera atañe a las plataformas sociales.

Plataformas, por otro lado, que todavía tienen algunos problemas para cumplir con el Reglamento General de Protección de Datos que entró en vigor en toda la Unión Europea hace ya más de cinco años. El RGPD comenzó a aplicarse en mayo de 2018 y Meta, propietaria de Facebook, Instagram o Threads, todavía no tiene la última palabra.

El de Meta es quizá el ejemplo más paradójico de este dilema. Si no logra cumplir adecuadamente con el reglamento, la multinacional se podría ver obligada a abandonar la Unión Europea, en caso de que siga en sus trece. Primero fue el derribo del acuerdo marco que permitía a las empresas transferir datos de ciudadanos europeos a EEUU, algo clave para muchas de estas firmas.

Una sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea tumbó ese acuerdo en 2021 al entender que EEUU no ofrecía unas garantías similares a las que ofrece Bruselas a la hora de tratar y almacenar los datos personales de los internautas. Ha habido que esperar a septiembre de este 2023 para que Bruselas y Washington rubriquen un nuevo acuerdo.

Las redes sociales están muertas

Sin embargo, ese nuevo acuerdo puede volver a ser denunciado, no ha convencido demasiado a los expertos y, por el camino, Meta ya ha recibido la mayor multa de la historia del RGPD por haber seguido transfiriendo datos a EEUU durante estos años: tuvo que pagar más de 1.200 millones de euros.

Del mismo modo, Meta introdujo este 2023 sus suscripciones de pago para Facebook e Instagram con el propósito de defender ante los reguladores de la privacidad europeos una cuestión que también sigue sujeta a debate: si los usuarios deciden no pagar 10 euros al mes es porque están aceptando tácitamente que se usen sus datos con fines publicitarios.

Meta se aferra a una reciente sentencia del Tribunal de Justicia comunitario, que entendía que la alternativa a que sus datos no se traten con fines publicitarios en grandes servicios sociales como Facebook podía obligar a afrontar una "remuneración adecuada". Sin embargo, España y Austria ya han recibido sendas denuncias al entender que esto vulnera igualmente el RGPD.

Y otras autoridades de protección de datos europeas, como la Estonia o la Noruega, ya han expresado sus dudas al respecto.

Estas batallas abren la puerta a un nuevo internet de plataformas

Mientras esta incertidumbre se resuelve, hay una evidencia: las nuevas propuestas de plataformas sociales están apostando por la descentralización y la interoperabilidad. La primera gran alternativa a Twitter, Mastodon, nació con ese pretexto: en lugar de almacenarse toda la información en grandes servidores centrales, cada servidor se federaría de forma autónoma.

Esto es lo que dio lugar al universo federado de redes sociales o fediverso. Mastodon y otras redes sociales pueden interactuar entre sí. Cada instancia de Mastodon —o Threads, en un futuro— podrá decidir de forma autónoma con quién intercambia información, usuarios y publicaciones. Bluesky, por su lado, defiende lo mismo, aunque con un protocolo de comunicación distinto.

Mientras las plataformas que aspiran a ser más comerciales o mainstream compiten con cuestiones relacionadas con su interfaz de usuario –básicamente, una carrera por ver quién se parece más a Twitter lo antes posible, con Bluesky introduciendo reproductores de vídeo como el último movimiento—, lo cierto es que esta carrera podría cambiar el internet de plataformas para siempre.

Es pronto para saberlo, pero es plausible que en 2024 se siga oyendo y leyendo bastante sobre el fediverso. Los planes de Meta con Threads pasan por hacerlo compatible con el fediverso y de hecho ya es posible leer los mensajes de Adam Mosseri, el CEO de Instagram, en instancias de Mastodon.

Hoy es Threads. Tal vez mañana Facebook e Instagram también se integren en el fediverso. Tal vez otras plataformas, como TikTok o YouTube, anuncien sus propios protocolos. La carrera por las plataformas federadas está a punto de empezar.

Redes sociales por humanos y para humanos: el desafío de etiquetar el contenido sintético

Por supuesto, la IA generativa también supone un impacto mayúsculo en las redes sociales. Mientras los expertos de medio mundo se devanan los sesos para intentar desarrollar herramientas que sean eficaces a la hora de detectar cuando un contenido es sintético —generado por IA— o humano, es cuestión de tiempo: el valle inquietante será cada vez más... inquietante.

En un 2024 marcado por uno de los años de la historia en los que más países celebran procesos electorales —marcados, por ejemplo, por las presidenciales en EEUU y por las elecciones al Parlamento Europeo a inicios de verano—, esta es una amenaza real.

Ya no es que proliferen imágenes, audios, vídeos y textos falsos en las plataformas sociales que tantísimas personas utilizan para informarse. Es que directamente podrían aparecer usuarios o medios de comunicación fraudulentos tras los que detrás realmente solo haya un grupo de actores maliciosos equipados con una potente herramienta de IA generativa.

Ante esta amenaza, algunos altos cargos de la Unión Europea ya lo han advertido: las grandes plataformas deberán participar de este desafío tratando de etiquetar en sus feeds aquellos contenidos que hayan sido generados por IA. Fácil es decirlo.

En España, Sumar ya ha presentado una proposición de ley anti deepfakes. Pero este desafío es mayúsculo y el Reglamento de la Inteligencia Artificial —que tampoco abordaría este reto— no entrará en aplicación en, al menos, hasta dentro de dos años.

Los esfuerzos que las grandes plataformas puedan llevar a cabo para tratar de volver a ser fiables y seguras para los usuarios podrían irse al trasto con la acción de una IA.

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